Skate Story: narrativa abstracta y surrealismo urbano a golpe de ollie

Un título que reabre y vuelve a cerrar el debate de si los videojuegos son arte
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Analizar Skate Story es, sin duda, uno de los trabajos más difíciles a los que me he enfrentado desde que escribo de videojuegos. El título desarrollado por Sam Eng y distribuido por Devolver Digital es uno de esos títulos independientes con un marcado sello autoral y que viene a romper todos los esquemas. Pero todos es todos. A nivel jugable pero, sobre todo, visual y narrativo. Pese a hablar de un título de monopatines, está muy lejos, en concepto y forma, de los éxitos de Tony Hawk o de otros deportes urbanos. Vamos a intentarlo.
A nivel artístico, Skate Story no se parece a nada que hayas visto antes
Voy a intentar empezar con lo más fácil de explicar, y a la vez con el principal aspecto que llama la atención en Skate Story: su apartado artístico y visual. El aspecto de Skate Story es uno de los elementos más marcados de su identidad. El juego construye un universo de surrealismo urbano sumamente inmersivo, en el que el inframundo se representa como una ciudad nocturna abstracta. El juego habla de demonios y del infierno, pero se aleja de la iconografía clásica que todos conocemos. En lugar de fuego o diablos con cuernos, encontramos calles, bordillos, azoteas y espacios urbanos nocturnos reinterpretados desde una lógica onírica. Además, prescinde de una interfaz durante la mayor parte del tiempo para absorberte por completo meintras patinas.
Cada una de las nueve capas del inframundo presenta una personalidad propia, apoyándose principalmente en el uso del color, la iluminación y los contrastes. La sensación de noche eterna es constante, con luces artificiales y neones que guían el recorrido del jugador. El resultado es una dirección artística que prioriza la atmósfera por encima del detalle, reforzando el tono preciosista de la experiencia.

El diseño minimalista de los escenarios favorece el flujo del patinaje, evitando la saturación visual y permitiendo que traces tu propio camino con la mirada mientras patinas. En este contexto, el protagonista, un demonio de cristal, funciona como un elemento simbólico más. Su fragilidad y transparencia encajan con un mundo construido a base de ideas y sensaciones.
El surrealismo también define a los personajes y situaciones que encontramos por el camino. NPC extraños, encargos aparentemente triviales y elementos fuera de lugar marcan el tono, en el que todo parece responder a una misma visión artística. Imagen y sonido trabajan de forma conjunta para reforzar esta identidad, dando la sensación de querer atrapar o envolver al jugador, e impresiona mucho. Además, el juego ofrece opciones de personalización de skates y pegatinas con bastante variedad.
Para cerrar el apartado artístico, la música del juego corresponde íntegramente al grupo musical Blood Cultures. Se trata de un grupo estadounidense de indie-pop experimental. Las melodías son como un catálogo de estados de ánimo. Van de lo minimalista e íntimo a lo alegre y callejero, con toques poperos más animados. Otras melodías viran más hacia lo onírico y minimalista, y las hay que juegan más hacia el downtempo. El disco del juego es una delicia y claramente puedes escucharlo en casa como otro grupo más. A su manera, son una parte importante de la narrativa contextual del título.
Patinar en este título es una gozada, impecable y accesible

Si hablamos de Skate Story, evidentemente tenemos que hablar del skate. En este sentido, el patinaje es impecable. El sistema de trucos es amplio, pero muy sencillo. De hecho, está diseñado para que cualquier jugador pueda aprenderlo sin grandes barreras y puedas machacarlo y alternar trucos con facilidad. Obviamente, existe un sistema de recompensas que te bonificará más si los haces de forma perfecta y bien combinada. Eso sí, la mayoría de movimientos se ejecutan mediante combinaciones sencillas de gatillos, dirección y un botón, con tutoriales constantes que obligan a realizar correctamente cada truco varias veces antes de avanzar para que los aprendas.
El núcleo del juego está en el encadenado de trucos y la creación de combos. Repetir movimientos penaliza, lo que incentiva la variedad y la creatividad al patinar. Este mismo sistema se utiliza para los “combates”, ya que hay jefes que se derrotan ejecutando combinaciones de trucos en lugar de enfrentamientos tradicionales.
Los niveles, amplios y urbanos, están diseñados para fluir patinando. Te ofrecen múltiples elementos interactivos, desde rampas a bordillos, alcantarillas e incluso otros elementos oníricos que responden a trucos concretos. Parte del disfrute surge de la exploración libre, especialmente al intentar alcanzar zonas elevadas como cornisas o azoteas. Eso sí, ten en cuenta que no hay backtracking. Una vez completada una capa, el juego avanza a la siguiente, reforzando una progresión lineal, por lo que te recomendamos que explores bien cada nivel antes dfe pasar al siguiente.
Por último, a nivel técnico alcanza sin problemas el 4k-60fps en PS5, no es un título nada exigente en ninguna de sus plataformas.
La narrativa de Skate Story es una fumada de dimensiones bíblicas

Si antes hemos hablado del skate de Skate Story, ahora nos toca sacarle punta a la story. Y, en este sentido, lo decimos sin ambajes: es una gafapastada increíble. No quiere decir que no me guste, de hecho me gusta, pero juega a ser críptico mientras pasan cosas sencillísimas, haces encargos cotidianos y te envía a tareas súper simples como comprar una lata de refresco para un NPC.
Vamos al meollo: La narrativa es, sin duda, su apartado más complejo y divisivo. El juego plantea una premisa sencilla pero cargada de simbolismo: encarnamos a un demonio de cristal cuyo objetivo es comerse la luna. En cada una de las nueve capas del inframundo hay una luna, y nuestro amigo de cristal, con su hambre insaciable, quiere comerse cada una de ellas. Para acceder a cada capa del inframundo tendrás que cumplir encargos aparentemente triviales para NPC de lo más excéntricos y surrealistas.
Estas tareas van desde perseguir a un conejo como Alicia en el País de las Maravillas hasta realizar acciones concretas sin mayor explicación. Unas quest sencillas que funcionan más como metáforas conceptuales más que como misiones narrativas tradicionales. Tras completarlas, el juego conduce a un tramo final del nivel muy lineal en el que el jugador “combate” contra la luna patinando, haciendo los trucos que ha aprendido en dicho nivel hasta atraparla y devorarla.
El relato se construye a través de la repetición de este ciclo jugable, sin explicaciones claras ni un desarrollo clásico. Por momentos, da la sensación de que el juego pretende transmitirte emociones más que contarte algo concreto, porque es vago en sus exposiciones, digamos, textuales. "Hablan" más la música o los colores de los elementos de cada entorno que lo que el juego te expresa con palabras. Narrativa conceptual, pero también contextual.
En este sentido, se trata de una narrativa abierta a interpretación, deliberadamente autoral y muy “gafapasta”, que invita a teorizar más que a comprender. Puede resultar sugerente para algunos jugadores, pero también excesivamente críptica o distante para otros, especialmente para quienes busquen una historia más concreta o emocionalmente directa. Por otra parte, el tramo final refuerza esta apuesta conceptual, abordando temas como la muerte, el dolor y el destino desde una perspectiva abstracta, pero también gana peso en lo textual, en una narrativa más tradicional conforme te acercas al final del juego. No caeremos en spoilers porque si hay un juego que necesite ser vivido e interpretado por uno mismo es este.
Conclusiones de Skate Story
Skate Story es uno de esos títulos que servirán como ejemplo en el eterno debate de si los videojuegos son arte o no. Desde luego, su marcada visión autoral, un apartado artístico brillante tanto metafórica como literalmente y su narrativa tan particular desequilibra la balanza hacia el sí. Es una experiencia muy única, aunque coherente consigo misma en todo momento. Mecánicamente es accesible y súper agradable de jugar, y su apartado audiovisual logra crear una atmósfera única. Sin embargo, su narrativa abstracta puede hacer que no termine de conectar con todos los públicos de la misma manera.
Es un juego ideal para quien busque una experiencia tranquila, sin ruido mental y con espacio para la interpretación personal, pero menos recomendable para quienes prefieran estructuras narrativas claras o una progresión más tradicional. Su propuesta es interesante y valiente, aunque no siempre consigue que su ambición conceptual se traduzca en una experiencia plenamente redonda. Dicho esto, honor a Sam Eng. Hacen falta más juegos así, y autores que se atrevan a jugar con conceptos elevados.
Plataforma analizada: Playstation 5
Lo mejor:
- Estilo visual muy marcado y personal, tiene su propia personalidad y ADN.
- Sistema de trucos accesible, satisfactorio y muy variado.
- Buen diseño de niveles urbanos pensados para fluir con el monopatín.
- Atmósfera muy inmersiva.
- Visión autoral clara.
Lo peor:
- Narrativa excesivamente abstracta.
- Objetivos simples, a veces inconexos, en todo momento.
- El ciclo jugable se hace repetitivo un poco pronto.
- Algunos errores de traducción y localización en español.
