El Athletic, obligado a hacer el clic ante el Qarabag en San Mamés

No sabemos si era tan solo un deseo, o si lo podemos elevar a la categoría de pensamiento, pero la gran mayoría de athleticzales consideraba que el largo parón de selecciones del mes de octubre, unido al regreso de toda la artillería de Ernesto Valverde, conferiría un nuevo aire al Athletic Club en su visita liguera al correoso Elche CF de Eder Sarabia. Pues vaya chasco, tuvo que agarrarse a Unai Simón para no sumar la tercera derrota consecutiva lejos de Bilbao.

La verdad es que el partido perpetrado por el Athletic en el Martínez Valero ha dejado más dudas y cabreos que buenas sensaciones entre la Catedra. Cabe pensar que los ilicitanos están fortísimos en su estadio, donde suman dos empates y tres victorias, y que los hermanos Williams, Iñaki & Nico, Oihan Sancet y Alex Berenguer todavía no están lógicamente al 100% y salieron al verde con el motor al ralentí.

Pero la verdad es que la ilusión por ver una nueva cara a los leones de Valverde tan solo por esos teóricos ‘inputs positivos’ se fue por el desagüe rápidamente viendo a un equipo a merced del rival. Las cifras de remates, llegadas, posesión y córneres a favor no dejan muchas lecturas que rebatir sobre quién llevó la manija.

El Athletic se juega más que una competición ante el Qarabag FK

El partido del miércoles 22 de Champions League ante los azeríes es casi una asignatura llave en una carrera universitaria. Todo lo que no sea ganar al sorprendente visitante de la Catedral dejaría prácticamente inertes las opciones del Athletic de pasar a las eliminatorias. Será deseable que los pesos pesados en el ataque de Valverde lleguen con unos cuantos entrenamientos más en Lezama al choque continental porque se les vio sin chispa ni ritmo.

Pero más allá de esta competición y del partido ante los de Azerbaiyán, no sería aconsejable dejar en la psique de los athleticzales, ya per sé muy ciclotímicos, esa sensación de competición tirada y el runrún de que el curso 2025/26 se está complicando en exceso. En Bilbao ya nos conocemos, enseguida se pasa de un extremo a otro: de la euforia a la depresión.