De locos

El Sevilla empató ante el Valencia en un partido que se antojaba crucial para su recuperación y que acabó de forma un tanto inesperada y alocada. No fue un buen resultado para el equipo de Sampaoli, ni mucho menos, pues necesitaba y sigue necesitando victorias, y más en casa donde aún no ha sumado de tres en tres, pero los sevillistas probablemente no volvieron a casa con un sabor tan amargo. Por dos razones. Primero porque la segunda parte nervionense da pie a la esperanza, da pie al menos a la confianza, porque generó juego, generó peligro, generó ocasiones, más incluso de lo que dictó el marcador. Y segundo porque Bono detuvo un penalti que pudo ser la puntilla para el partido más allá del minuto 100. Esas fueron las razones para mantener la ilusión en una recuperación que se hace esperar ya demasiado, pero también hubo argumentos para desacreditar al equipo durante los primeros 45 minutos. Fue una primera mitad caótica, desde el planteamiento de Sampaoli hasta las actuaciones individuales: Carmona, Montiel, Telles, Acuña... no había quien diera sentido al partido, y el Sevilla lo convirtió en una suerte de ventajas al Valencia en todas las facetas. Presionaba mal, porque presionaban solo unos pocos sin que la defensa acompañara; se colocaba mal, porque la distancia entre carrileros y centrales era abismal; no encontraba vías para sacar la pelota, porque faltaba movilidad ante la intensa presión che. Y en definitiva lo hizo el Sevilla casi todo mal, porque gozó de dos ocasiones de Rafa Mir que se topó con el portero valencianista. Ese caos, esa locura mal aplicada, tornó en positiva tras el descanso, tras un reajuste del equipo que acumuló más jugadores en zona de creación y sobre todo con un cambio de piezas que propició que el Sevilla jugara más arriba, que la defensa adelantara bastantes metros su posicionamiento. Y ahí, sí, por fin, ahogó y sometió el Sevilla al Valencia, de forma clara además, la pena fue que no se tradujera en goles, aunque sí hubo ocasiones. Un palo, un tiro de Gudelj, remates por doquier, centros desde los laterales, sobre todo de Telles, y por fin un gol, de Lamela tras peinar Salas (suplió a un lesionado Nianzou) aunque algo tardío, en el 86. A partir de entonces, más locura para un partido que parecía un manicomio. Actuaciones de Diahkaby, otra vez, correcalles en el césped y una jugada final tras salvar el Valencia el 2-1 que acabó con Papu expulsado e indultado, con Kike Salas con roja por un penalti y con Bono como héroe por parar la pena máxima a Gayá. Ya con el partido más allá del minuto 100 intentó el Sevilla la heroica con diez, pero la realidad es que las ocasiones de la segunda mitad fueron más que de sobra para no haber tenido que llegar a ese momento sin tanta ansiedad ni necesidad. La imagen, eso sí, cambió, y la segunda mitad fue una de las mejores de toda la temporada, por ahí puede esperar más el Sevilla, que en eso sí, mejora, y que al menos se mantiene invicto con Sampaoli. Algo es algo, poco, pero algo.