Un Sevilla sin definir y sin definición

El Sevilla sigue atascado en este comienzo de LaLiga y aún no conoce la victoria. Solo pudo sacar un empate a duras penas ante el Valladolid en su debut en Nervión. Fue un partido raro, en el que el equipo de Lopetegui tuvo el control durante gran parte del mismo, en el que acumuló minutos buenos, pero en el que una vez más adoleció de remate, de instinto asesino, de calidad en los metros finales. Sí, el Sevilla demostró tener muy poca calidad en los metros finales, en las zonas trascendentales del campo. Puede parecer extraño si enumeramos los jugadores nervionenses de mediocampo hacia adelante, pero es una realidad. Pases sin destino, pocas vías de penetración, saques de esquinas infinitos desaprovechados, centros laterales ejecutados con una alarmante indefinición, poca determinación en definitiva. El Sevilla tuvo tramos de partido de buen juego. De intensidad, de entrega, de presión, algo que recuperó sobre todo en la primera parte. De llegadas. Pero llegar no significa rematar, ni significa atemorizar. El equipo nervionense llegaba mucho en campo contrario, merodeaba el área contraria, pero a la hora de la verdad... nada, o casi nada. Pocas ocasiones claras, pocos remates acertados, poca calidad en el pase que debe ser asistencia. En la primera parte, ante un Valladolid débil, que remozaba nerviosismo, que perdía pelotas absurdas en la salida de la pelota, los de Julen generaron solo una ocasión clara, que Rafa Mir estrelló en Asenjo. Luego, sí, juego intenso, circulación, movilidad... pero cuando tocaba ser decisivo, cuando tocaba mirar a Asenjo, ahí se apagaban las ideas y el Sevilla. Y esa fue la gran carga del Sevilla en el partido, no haber marcado en una primera parte de un gran esfuerzo, no haber aprovechado la autopista que tuvo Montiel en la banda, los errores en la salida de la defensa pucelana. Con esa falta de instinto, el equipo de Pacheta se fue subiendo a las barbas, se fue creciendo y estirándose, más aún cuando en la segunda mitad los locales se iban apagando como estrellas lejanas. Menos llegadas, menos precisión aún, vida cómoda para Asenjo y la defensa pucelana, que realmente sufrieron mucho menos. Los cambios no mejoraron al Sevilla. Ocampos estuvo como siempre atropellado, En Nesyri..., Telles no mejoró en los centros a Acuña e Isco tuvo poca participación. Y para colmo de impotencias, el Valladolid se adelantó con un gol de Anuar en una jugada de pasividad defensiva sevillista. Eso sí, poco después se le apareció la Virgen a los de Julen. Rekik aprovechó un error de Asenjo que regaló el empate. Es digno de analizar el tramo final del partido. Cómo el Sevilla, con 10 minutos por delante, con el descuento incluido, se precipitó a lanzar balones a la olla cuando tenía tiempo de sobra para buscar alternativas. Y, todo hay que decirlo, Julen se quedaba ronco desde la banda pidiendo precisamente eso, calma, jugar por bajo, circular la pelota. Nada de eso, precipitación y un planteamiento de últimos minutos alocados que permitieron a Asenjo ni siquiera recordar su fallo y explotar de nerviosismo. El Sevilla suma ya las dos primeras jornadas sin ganar, con una sensación de imprevisibilidad desesperante. Con un tono de indefinición peligroso. Y con un equipo, precisamente, que no sabe definir.