Diego Carlos, la Premier y LaLiga: un modelo en peligro de muerte

El Sevilla FC ha dicho adiós de forma prematura a uno de los grandes baluartes de sus tres últimos años. Apenas cuatro días después de despedir al equipo en el Ramón Sánchez-Pizjuán, Diego Carlos ha pasado a ser historia, de la buena, en la memoria colectiva de la afición sevillista. Un gol en la final de la UEFA Europa League de 2020 y un montonazo de partidos sobresalientes -casi todos- quedaran para siempre. Vayan por donde vayan las cifras del traspaso y salvando la decisión del jugador de mejorar ostensiblemente en lo económico, que no en lo deportivo evidentemente, urge hacer introspección en España sobre por qué suceden estas cosas. Hacía solo cinco días desde el sainete montado en torno a la renovación de Mbappé con el equipo que le paga desde hace ya unas cuantas temporadas, rechazando fichar por otro, lo nunca visto. Se le afeaba a un jugador renovar su contrato y salían argumentos desde los fondos más bajos: que si traidor, que si derechos humanos, que si equipos estado, que si mercados reventados… ¡Hasta un comunicado oficial de LaLiga! Lo sucedido con Diego Carlos es un golpe bajo a la línea de flotación de la competición española. Una cuestión de modelos. El Aston Villa acabó el 14º en la pasada Premier League, el mismo puesto que ocupó el RCD Espanyol en LaLiga Santander. El Sevilla FC, un equipo que lleva años ganando títulos, que se está asomando cada vez a la parte más alta de la tabla y que es un habitual en Champions, tiene imposible competir con un equipo mediocre de Inglaterra, que probablemente por mucho dinero que gaste ni siquiera saldrá a jugar fuera de las Islas en la próxima década. Tampoco puede equipararse con el Burnley, recién descendido, e incluso con los equipos más fuertes de la Championship.
Lo sucedido con Diego Carlos es un golpe bajo a la línea de flotación de la competición española. Una cuestión de modelos. El Aston Villa acabó el 14º en la pasada Premier, el mismo puesto que ocupó el RCD Espanyol en LaLiga. El Sevilla no puede competir con él.
En su día, la Premier apostó por vender una liga competitiva, cuyos títulos se reparten entre seis equipos en el Siglo XXI, con una alternancia admirable. España sólo quiso exportar a sus dos grandes equipos, Real Madrid y FC Barcelona, a los que se añadió el Atlético de Madrid. Nadie puede vendernos la milonga de que en China o India los aficionados trasnochan para ver jugar al Aston Villa. Ellos buscan la Premier. España solo ha vendido a dos equipos, creando desigualdades notables en la competición y, además, dos máquinas de malgastar dinero que se creen por encima del bien y del mal.

Por eso, un central de clase mundial como Diego Carlos acaba en un equipo mediocre de la Premier. Por eso a los españoles cada vez le cuesta más estar al nivel de antaño. Una cuestión de modelos de la que ya se avisaba hace tiempo y que cada día es más patente. Por eso, los Cristiano Ronaldo y Messi del momento ya no miran a LaLiga, que hoy no saca comunicado alguno cuando de verdad le descosen las costuras. El modelo está en peligro de muerte.