Bebé 46´
T. Delaney 63´
VARados
El Sevilla sigue a ralentí fuera de casa. Parado, varado. Cinco empates consecutivos a domicilio mantienen al equipo de Lopetegui a un ritmo constante, pero lento, muy lento para la mayor de las peleas. Un ritmo que no da para pelear con el Real Madrid y que también desinfla el colchón que mantiene con respecto al resto de perseguidores, sobre todo Barcelona y Atlético de Madrid. El partido de este domingo en Vallecas tiene un mismo patrón con el resto de partidos de este 2022 fuera de casa del Sevilla. El equipo no se suelta, juega a un ritmo demasiado cansino, demasiado al pie, se convierte en un conjunto previsible. Pero también este encuentro ante el Rayo ha tenido una connotación imposible de eludir, la del arbitraje y sobre todo el VAR. Dos veces Martínez Munuera señaló acciones en el campo a favor del Sevilla y dos veces fue corregido por el VAR de manera más que cuestionable. Porque dice el protocolo VAR que solo se recurre a él cuando las acciones son ostentosas y notorias, y que no debe influir en la interpretación del colegiado, y en ningún caso hubo algo claro y notorio que corregir en el gol anulado a Mir ni en el penalti sobre él delantero en la segunda parte. No hay imágenes que los mortales hayan visto hasta la fecha que aclare si Rafa Mir tocó o no la pelota. Y si la hay no la han mostrado. Corregir penalti con el manejo de las imágenes que enseñaron las cámaras, entendiendo que había mano, es simplemente un ejercicio de desfachatez, porque no hay ninguna imagen clara que asegure que esa pelota tocó en la mano. En la jugada de la segunda parte del penalti a Rafa Mir, cuando Munuera señaló penalti, el VAR de nuevo corrigió al colegiado de campo cuando la acción estaba totalmente sujeta a interpretación. Porque hubo contacto, porque hubo una pierna en la trayectoria del sevillista, porque hubo agarrón. En este caso, el VAR sí pudo y estuvo facultado para intervenir en esas jugadas de interpretación. Confusión total.
Más allá del VAR; la lentitud, sin sorpresas
Más allá de esas dos acciones, que evidentemente son trascendentales, el Sevilla cayó de nuevo en errores de otros días fuera de casa. Juego cansino, demasiado lento, pausado. Mucho juego al toque, al pie, poco al espacio, cuando además con el Rayo el juego al espacio es una de las mejores armas para contrarrestar una presión alta. La primera mitad volvió a ser pobre, sin profundidad, con poca llegada. La segunda, con el gol de Bebé tempranero, se volvió loca a raíz de los cambios, pues Lopetegui llegó a jugar hasta casi con cinco delanteros, y con el empate de Deleney. Lo cierto es que en la locura de la segunda mitad el Sevilla fue mejor, y tuvo ocasiones, como una de Martial u otro remate de Delaney, pero sin demasiado tino. También es verdad que con tanto jugador arriba las pocas veces que metía en el área sucedía algo, incluido el penalti corregido a Mir. Pero lo hacía llegar poco el Sevilla a esas posiciones. Quizás faltó en esa segunda mitad un punto de cabeza, de calma, de tranquilidad, para optimizar todo lo que había planeado Lopetegui o todos los recursos ofensivos que estaban en el campo, pues atrás prácticamente el Sevilla no volvió a sufrir. Y es algo que suele pasar. El Sevilla no sufre cuando se va muy arriba, suele sufrir más y conceder más cuando es contemplativo, cuando no arriesga. Esa lección es la que deberían aprender Lopetegui y los suyos de este periplo y de estos cinco empates fuera de casa. Esa y que el VAR aprenda su lección, porque esa parece estar ya perdida.
