I. Rakitić 42´
L. Sučić 21´
El mayor de los despropósitos, el menor de los males
El Sevilla ha debutado en la Liga de Campeones con un empate que si antes del partido podría ser considerado insuficiente, tras el mismo puede ser catalogado como positivo incluso. El encuentro fue un auténtico despropósito del Sevilla, que tuvo tres penaltis en contra en 45 minutos, jugó más de media hora con un futbolista menos en la segunda mitad, y empató también de pena máxima. Para rematar la locura del encuentro, el partido se extinguió con otra polémica, la de una posible mano en el área de Salzburgo ante la cual ni el VAR ni el mal árbitro bielorruso que acertó en las decisiones claves, todo sea dicho, fueron meticulosos. Pero no hay que equivocarse, el partido fue loco, desproporcionado, tuvo acciones inusuales, pero la mayor parte de ellas fueron generadas por el Sevilla, por sus errores. Todos los penaltis lo fueron, y el más polémico, el de Navas, es falta aunque no se suela pitar. El caso es que esas acciones llegaron por otras acciones deficientes de los de Lopetegui, que también estuvo deficiente a la hora de plantear un partido que no necesitaba locura, más bien lo contrario, como se demostró en la segunda parte con un Sevilla con diez. Fue ahí cuando de verdad el equipo hispalense, en inferioridad, fue más el Sevilla.
El partido se presumía abierto, pero la realidad es que el Sevilla lo hizo loco, en el sentido peyorativo de la palabra. El Salzburgo presionaba arriba de forma casi suicida, con seis o siete jugadores, dificultando la salida de la pelota muy mucho. El equipo de Lopetegui, que empezó bien, incluso con ocasiones medianamente claras, encontrando las debilidades defensivas austriacas, no supo leer luego el encuentro; más bien al contrario, lo torció aun más. Se empeñó en ciertas partes del encuentro en buscar salidas de balón complicadas que acabaron con acciones fáciles de ataque del rival tras robos fáciles. En lugar de jugar en largo, buscando la debilidad y las dudas de la zaga austriaca, se obsesionó. Y teniendo en cuenta que hay jugadores sevillistas de peso que no están finos (Koundé, Navas, Suso, Fernando...), la elección fue totalmente errónea. Así, en una pérdida, llegó el primer penalti a Adeyemi, fallado por él mismo. En otro desajuste llegó la acción del segundo penalti, absurdo en un error de Navas en todo caso. Este penalti entró. Y en más errores de construcción y malas coberturas y hasta posicionamiento, hasta llegó un tercero, en otra mala decisión de Bono, de nuevo a Ayedemi, la pesadilla sevillista. De nuevo lo falló el Salzburgo.
Al descanso con optimismo
Tan cierto es que el árbitro bielorruso lo pitaba todo, como prueba ese penalti de Navas, como que todos los males nacían en el Sevilla. Desde un plan de partido mal enfocado a errores individuales y colectivos en la interpretación del encuentro. Con un canto en los dientes pudo darse el conjunto nervionense cuando el exsevillista Wober cometió otro claro penalti a En-Nesyri, que permitió a Rakitic igualar el choque en una primera parte absolutamente loca e imprevisible.
Lopetegui, que ya había modificado sobre la marcha el sistema del equipo en la primera mitad, de 4-3-3 a 3-4-3, buscando estabilidad y seguridad, salió tras el descanso con Delaney y Ocampos, con dos carrileros largos (Ocampos y Navas) y el Papu por el centro. Pero esa nueva prueba ni se pudo poner experimentar, porque a las primeras de cambio En-Nesyri, que había recibido una amarilla en la primera mitad por una entrada dura, se ganó la expulsión simulando un penalti de forma ridícula. El marroquí se cargó las renovadas esperanzas sevillistas tras el empate de un plumazo. El banquillo local reclamó que antes de esa simulación el delantero había partido en fuera de juego y por tanto debió quedar anulada la jugada.
Con diez, mejor
El trayecto parecía largo hasta el final del partido, pero el caso es que parapetado atrás, saliendo a la contra, con los cambios de Julen, el Sevilla mejoró. Se defendió con más orden y a través de Lamela, espectacular, y Mir, que ofreció buenas prestaciones, incluso llevó peligro. Es más, si bien Bono tuvo dos intervenciones milagrosas en la segunda mitad, también el Sevilla pudo hacer algún gol en inferioridad. El partido se lo llevó el conjunto de Lopetegui a su terreno y acabó en el área del Salzburgo, con el árbitro tomando malas decisiones y con una última polémica de una mano en el área austriaca en la que el VAR no quiso intervenir. No fue malo el empate visto lo visto, pero no deja de ser un tropiezo del Sevilla empatar en casa en el debut de la Liga de Campeones ante un rival como el Salzburgo.
