El Sevilla se ha despedido este lunes de facto de ese bonito sueño, de esa bonita ilusión que se había ganado a pulso, que se había labrado con su gran temporada, LaLiga. Un sueño, eso era, por la dificultad que comprendía, por lo lejano que parecía y estaba. El valor de soñar era ya mayúsculo, y la decepción con ese gol de Iñaki Williams también es momentáneamente muy dolorosa para el sevillista. Pero precisamente en la hendidura de ese tropiezo está el valor de haber llegado hasta esta jornada con todas las opciones abiertas. E incluso de que matemáticamente sigan existiendo. El conjunto de Lopetegui se topó con el Athletic, o más bien cabría decir con Unai Simón, portero internacional que eligió el Sánchez Pizjuán para reivindicar su irregular temporada. Las ocasiones que otras veces cayeron de lado, esta vez cayeron de canto, y al equipo hispalense le faltó claridad, brillantez para deshacer el nudo que Marcelino tejió en defensa para repeler el dominio hispalense. El problema es que no hay problema. El Sevilla gana la mayoría de partidos como el jugado este lunes, los ha ganado. Pero hacerlo siempre es cosa imposible, lejana e inalcanzable a día de hoy para este este equipo, que se queda muy cerca, pero al que le falta evidentemente un paso y muchos millones para mantener la pelea hasta el final con Real Madrid, Barcelona y Atlético. Quedan eso sí cuatro jornadas, en las que de nuevo el Sevilla de Lopetegui tendrá la oportunidad de reaccionar para llegar hasta donde llegue, de pelear hasta las cotas altas que le queden por pelear, porque eso lo hará. Ha logrado su objetivo de forma holgada y brillante y ahora solo queda pelear por más sueños. El Sevilla se encontró con un Athletic intenso, que presionó muy arriba y que provocó que el equipo de Lopetegui no se encontrara del todo a gusto en el partido. De hecho, en los primeros 45 minutos apenas atravesó un tramo intermedio de buen juego, de ritmo y continuidad con la pelota, en el que, eso sí, fue profundo y disfrutó de ocasiones, sobre todo un par de En-Nesyri, una de cabeza y otro girándose en el área, a sendos pases de Acuña, que fue uno de los más intervencionistas en el juego. Al Sevilla le costaba encontrar salida con la pelota. Por el centro Rakitic no se arriesgaba a conducir para superar líneas, Fernando se mostraba apoyando en corto y la jugada preferida, o la que más intentaba el equipo hispalense, era percutir poco a poco por la izquierda, a la argentina, con Acuña saliendo, el Papu ofreciéndose y Ocampos en largo y en corto, y luego llevar el juego al centro y las apariciones por la derecha de Suso y Navas. Alguna vez lo logró, pero en pocas veces de manera limpia. Por el contrario, el Athletic logró cortar ese juego sevillista y logró también correr con la pelota robando en campo propio o en el contrario incluso a veces en algún despiste en la salida de la pelota. Con todo, y aunque sin goles, el balance de ocasiones fue claramente favorable al Sevilla, que cuando se acercaba a Unai Simón llevaba bastante peligro, hasta el punto de que el meta internacional fue el mejor por sacarle dos balones abajo a En-Nesyri. La primera parte había tenido juego durante algunos minutos y también tuvo ocasiones. La segunda mitad del Sevilla bajó enteros en los dos aspectos. Tuvo juego, posesión, dominio, pero poca claridad en ataque. No llegaron ni la profundidad ni las ocasiones, apenas centros laterales, sin demasiado tino, remates complicados, y poco peligro, quizás salvo un disparo de Acuña que desvió de nuevo Simón. Lo que sí tuvo fue polémica. Una polémica evidente. Una mano clara y evidente de Balenziaga que, aún separada del cuerpo, consideró Gil Manzano involuntaria. Hay pocas explicaciones posibles para la disparidad de criterios arbitrales. Que una mano como la de Koundé en Vitoria sea penalti pero la de este lunes no... El caso es que no cayó ese penalti que debió haber caído. Lopetegui lo intentó todo, sacó todo, incluso retirando a un central, quemó las naves, pero el partido se le fue en una contra del Athletic que materializó Williams para convertir los sueños en lo que son, sueños. La grandeza es pelear por hacerlos realidad, y eso ha hecho (y sigue haciendo) el Sevilla.