El Sevilla ha recuperado el optimismo y la buena senda de la victoria en Mestalla ante el Valencia, en un partido que tradicionalmente suele atragantarse y que en esta ocasión solventó con una muy buena recta final del partido y con un gol de Suso, con colaboración de Jaume, que sirvió para sumar el triunfo. El conjunto nervionense vuelve a meter cabeza y cuerpo en las posiciones de arriba, más aún teniendo en cuenta que sigue con dos partidos menos. El Sevilla, que venía de un empate doloroso ante el Valladolid por medroso y conservador, jugó ya su típico partido fuera de casa. Encuentro cerrado, ajustado, muy nivelado, que se decantó, como en Huesca, como en Getafe, en el tramo final del encuentro. Un tramo final que fue realmente bueno del Sevilla, en parte por la ambición que demostró el equipo con el 0-0 y en parte porque los cambios mejoraron bastante al equipo en el último cuarto de hora. La presencia de Aleix, en plenitud física por el mermado Navas, la de Rakitic, mucho más suelto cuando el rival está más cansado, y la de En-Nesyri arriba, que dio más opciones que De Jong, revitalizaron a un Sevilla que encontró en Suso, el mejor del partido junto con Diego Carlos, el artificiero para hacer explotar Mestalla cuando el partido agonizaba. Es ya un modus operandi del Sevilla, sobre todo fuera de casa. Tiene altibajos en el juego, logra pocas ocasiones claras, concede también pocas, y así encara la recta final de los encuentros con supervivencia para intentar asestar el golpe mortal a sus rivales. Fuera lo está logrando. Es verdad que no es la mejor versión del Valencia, pero también es verdad que el Sevilla no distingue de rivales menores, mejores o un estado o en otro de forma. Los plantea igual, concede poco, logra poco, aunque alguna vez acierta, y es para llevarse el partido. Como con el disparo lejano de Suso. Concede poco porque intenta asegurar mucho el pase, a veces demasiado, perderla si la pierde en la banda, no por el centro para conceder ocasiones, intenta llevar la pelota en posesión a la otra esquina del campo, casi siempre a la banda, aunque a veces coste no rematar. Se puede decir que la defensa es el mejor ataque en el caso del Sevilla, porque así se mantiene en los partidos, esperando un chispazo arriba que mate. Pero es verdad que muchas veces cuesta, porque con esa previsibilidad, esos toques a veces constantes, el rival se ordena. Eso dificulta mucho la labor de los jugadores de arriba, ya sea el delantero centro con casi ningún espacio o línea de pase, ya sea el jugador de banda que difícilmente encuentra un uno contra uno, aunque en los primeros minutos el desorden del sistema del Valencia los concedió, sobre todo en la banda izquierda del Sevilla, donde Jason no sabía ni qué ni cómo defender. Pero luego el partido volvió a un curso más nivelado, en el que el Valencia tuvo alguna contra y en el que el Sevilla casi siempre jugaba al pie, lento, sin sorpresa, nunca al espacio, y aseguraba su posesión. Miren por donde que en un tramo final del partido, con un buen toque de Rakitic, otro en profundidad y al espacio de Jordán, llegó el gol de Suso, porque corrió y encontró al menos posición de disparo, ya era algo, y fue mucho, fue el gol. El Sevilla, en su forma, se lo había merecido, y a su forma había sido mejor también. Lo cierto es que el conjunto hispalense es sólido, incómodo y empieza a ser un visitante al que mejor mantener lejos de casa. Porque mantenerlo lejos de los puestos Champions, eso, eso sí que es difícil. El Sevilla es un conjunto competitivo que sabe cómo estar y cómo hacer, más allá de matices. Ante el Valencia, además, fue ambicioso cuando tuvo que serlo y se llevó el partido para dar a sus seguidores una Feliz Navidad.