El Sevilla logró una importantísima victoria, unos tres puntos valiosísimos por lo que significan y porque con ellos recupera de nuevo la buena tendencia tras la 'semana horribilis' pasada con las derrotas ante el Chelsea y el Real Madrid. Ha reaccionado con triunfos ante el Rennes y ante el Getafe. La realidad es que el Sevilla no completó un partido brillante en Madrid, siendo benévolos. Realmente fue muy gris, sobre todo en la construcción. En la resta sí estuvo bastante firme, más incluso que en partidos pasados. Recordó el Sevilla de hecho al equipo de comienzos de la pasada temporada, mucho más seguro atrás, romo delante pero con acierto. Y Lopetegui condujo el partido precisamente a ese panorama. Resultado cerrado, seguridad atrás y esperando chispa o acierto arriba. No hubo esta vez acierto ni chispa sevillista en ataque, pero sí apareció la fortuna, o realmente el error de Etxeita, que convirtió un centro de Suso al área en el mejor ataque sevillista con su remate en propia puerta. Sea como fuera, el caso es que la pelota entró y dio tres puntos al Sevilla, que de nuevo renuevan las fuerzas para la pelea por las posiciones más altas de la clasificación. El conjunto nervionense compitió, como siempre. Estuvo siempre en el partido y llevó el peso del encuentro, aunque de forma un tanto infructuosa, porque apenas generó ocasiones. Salvo un remate al palo de falta de Jordán y un gol anulado a Rakitic que la repetición no llegó a demostrar que fuera de juego, porque en realidad no hubo repetición. El Sevilla estuvo eso sí muy firme atrás. Diego Carlos y Koundé fueron los de las mejores tardes. Acuña ofreció más seguridad en el lateral izquierdo y Aleix, aunque sufrió ante Cucurella, estuvo digno en la pelea. Pero a partir de ahí, la verdad es que no hubo demasiado que destacar. El equipo de Lopetegui tiene algún problema de generación de peligro, más aún cuando se encuentra un rival en versión defensiva, como el Getafe. Se convierte en demasiado previsible, imprime poca velocidad y poca sorpresa en el juego. Fue un ejemplo el partido del Coliseum. Jordán estuvo algo más activo, pero Rakitic fue un elemento plano, como lo fueron casi todo el partido Ocampos o Suso, mientras que en En-Nesyri no recibía un balón con el que alimentar su buena racha de goles. Es por ello que, ante un Getafe algo mezquino, muy defensivo, muy cerrado, apenas generó peligro. Solo esa falta citada de Jordán. También es cierto que el equipo madrileño asustaba poco, o muy poco. La segunda mitad introdujo algún cambio de posiciones en ataque. Koundé tenía más libertad para progresar y hacía 'de Fernando' en ataque, y alguna vez sorprendió el francés aunque sin acabar jugadas. Luego, los constantes cambios de posiciones tampoco surtían efecto y Lopetegui aguantó y aguantó con los cambios. Óliver (por Rakitic) dio más dinamismo pero tampoco es que el equipo ganara mucha profundidad. Julen se resistía a variar el sistema, a optar por un 3-5-2, aunque a veces adoptaba el equipo esa forma, y a final transigió metiendo a De Jong en el campo. Y en estas, la mera presencia de De Jong en el campo ya implicaba una variación. Balones al área al remate con dos delanteros, ante una defensa de circunstancias del Getafe, cabe recordar (ni Chema ni Djené). No abusó, lo hizo menos de lo que debía, pero el caso es que dos o tres balones al área originaron primero un rechace que Acuña disparó alto y luego la jugada sevillista del día, en un balón de Suso a De Jong que felizmente interceptó Etxeita para meter la pelota en su portería sin que David Soria pudiera hacer nada. El Sevilla logró su premio. Justo por el ánimo que aportó al partido, afortunado por el peligro casi nulo que generó. Pero eso en la clasificación no se verá. Solo se ven los tres puntos y eso es lo valioso de esta tarde en Getafe. Y paren ustedes de contar.