Pintor de pintores

Édouard Manet, pintor francés de la segunda mitad del siglo XIX, uno de los fundadores del impresionismo, calificó a Diego Rodríguez de Silva y Velázquez como "el pintor de pintores" y "el más grande pintor que haya existido". Fueron él y otros de su corriente los que pusieron en valor al genial pintor sevillano y lo elevaron a figura universal del arte. No sabremos si en el futuro algún mánager universal, alguna figura mundial del fútbol calificará a Monchi como "el director de directores", "mánager of the mánagers" o "il direttore tra i dirretori". Pero la realidad es que en el presente ya lo es. Quiso Monchi pintar un cuadro. Así definió su obra en el verano de 2019, el verano de su regreso, el verano de su retorno triunfal y glorioso al Sevilla. Y nos dio Monchi, dicho sea de paso, un gancho genial con aquella metáfora del cuadro y su proyecto deportivo 2019/20. Pero la realidad es que además de la metáfora Monchi ha servido la obra de arte entera. Realmente el de San Fernando ha confeccionado, trazado y dibujado una obra de arte más hecha plantilla, hecha proyecto. No ha sido ni la única ni la primera, pero como cuando Velázquez se fue a la Corte a convertirse en retratista real, este cuadro tiene unos componentes de madurez en el trazo, de ambición en su obra, de manejo de los recursos que han dado con los huesos del Sevilla en otro Olimpo futbolístico, el del título, sexto, de la Europa League y la Liga de Campeones en el bolsillo, además, por cierto, de una nueva Supercopa de Europa y un Mundial por disputar. Por si había duda de que la obra era universal. La genialidad y el arte son conceptos difíciles de definir, de descifrar. Pero ateniéndonos al mundo de la teoría estética tienen mucho que ver el manejo de la técnica y luego el contexto histórico. La palabra arte viene del latín ars, y su equivalente griego era en origen téchne. Es decir, en realidad, arte y técnica son lo mismo en origen. Y la técnica no es más que el 'saber hacer' algo bien, de forma cualificada. Diego Velázquez era un auténtico maestro del trazo, convirtió su realismo en perfección, su manejo de la pintura se sigue estudiando hoy pasados los siglos. Dando el salto temporal, convendremos que Monchi 'sabe hacer algo bien' en su trabajo como director deportivo y que su manejo de los recursos es soberbio. Si alguien lo duda da igual, pasemos al siguiente párrafo. Porque la concepción del arte y el artista, tan abstracta como el universo, también tiene su parte de concreción en la convención. Si el mundo se pone de acuerdo en decir que un cuadro es arte, en parte ya lo es, aunque luego llegue el debate más intenso y abierto de la historia. A Velázquez llegó un día que los expertos, los mejores en el oficio, concibieron como genio y lo rescataron para la historia. Convendremos que a Monchi ya se le considera como tal en su mismo tiempo. Para redondear el concepto de arte podríamos añadir la capacidad de generar nuevas corrientes, una capacidad de irrupción e innovación que dote a esta técnica en un contexto histórico de una singularidad, de una originalidad. Diego, el gran pintor universal, llevó a límites insospechados su manejo del estilo hasta convertirlo en único, en propio. Un cuadro de Velázquez es un Velázquez, incluso más allá de las épocas artísticas del pintor en el que fuera creado. La realidad es que el León de San Fernando ha sido una de las personas más importantes en su oficio, en su profesión. Sus métodos se aplican hoy en multitud de clubes de fútbol, fue pionero en acudir a mercados secundarios, fue pionero en fórmulas de scouting, fue pionero en una forma de trabajo. Dicho esto, y con todas las licencias del mundo, convendremos en que el Velázquez de la dirección deportiva se llama Ramón Rodríguez Verdejo, el director deportivo entre todos los directores deportivos, pintor de pintores.