La historia de siempre, la historia de nunca. Volvió a caer el Sevilla en el Camp Nou. Se alargan los 17 años, que serán 18 sin que el equipo nervionense gane en el feudo culé. Y razones por las que eso ocurre hay muchas, pero la de este domingo es nueva. Jugó el conjunto de Lopetegui una buena media hora, en la que generó hasta tres ocasiones claras, y las tres las pifió De Jong, el sevillista. Y cuando eso pasa solo queda esperar una cosa, que llegue el Barça y te ajusticie. Y eso ocurrió. Tres goles en 8 minutos que acabaron con el partido y con la moral de un equipo fiado a un delantero sin gol, a una batalla sin pólvora. Es un pequeño gran problema. El Sevilla se ha quedado cojo en el puesto quizás más importante, el delantero goleador. Y puede que en el segundo más importante también, porque Vaclik empieza a emitir señales preocupantes también. Pero lo evidente es lo del delantero. Lopetegui insiste con De Jong, y De Jong insiste en dejarlo mal. Debe haber un antes y un después de la actuación de De Jong ante el Barça. El holandés lo intenta, se mueve, pone voluntad, pero cero acierto. Y esto es alta competición en un equipo exigente. No da la talla, al menos a día de hoy. Y la responsabilidad no es ya del atacante, es del entrenador que lo pone e insiste en él. Fueron 27 minutos muy buenos del Sevilla. O muy malos. Según se mire. Muy buenos porque el equipo nervionense fue superior al Barcelona en cuanto al juego. Dominó la pelota, tuvo la posesión, llegó al área contraria, maniató la salida de la pelota del conjunto azulgrana. Casi completaba la nómina de tareas. Pero claro, todo ello no vale para nada si el objetivo primero y primario del fútbol, marcar goles, brilla por su ausencia. Y aquí llegamos al caso De Jong. Porque sí, porque ya hay caso y Lopetegui no puede enfrentarse a él como hasta ahora, con fe ciega ante el mundo. Seguramente no sea tan malo De Jong, y que ahora estará en su peor momento, gafado. Pero también lo es que no es tan certero como para tirar del equipo en partidos como este. Tuvo tres, fruto del buen juego del Sevilla y de algunos de sus compañeros en particular. Sobre todo de Ocampos. Puso un gol claro al holandés al primer palo, pero se encontró el delantero a Ter Stegen. Esa ocasión todavía pasa..., pues fue una gran acción del alemán. Pero un equipo como el Sevilla ya no puede permitirse que su delantero falle las otras dos que tuvo, clarísimas, evidentes, obvias, imperdonables. Una en una segunda jugada de un córner que el holandés en el área chica, solo, cruzó demasiado. Otra, de cabeza, al segundo palo, en otro buen balón de Ocampos. Dos acciones de delantero, dos acciones que debieron acabar en gol y que probablemente habrían acabado en gol con otro delantero en el campo, se llame Munir, Chicharito o Dabbur. Porque lo de De Jong ya tiene pinta de ser hasta psicológico, porque el holandés no marca ni a puerta vacía. Y claro, todo lo que viene después ya lo conocen. Ya lo ha vivido el Sevilla de mil y un colores, de mil y una formas. Esta fue consabida. A la mínima que la pelota rondó cerca de Vaclik, llegaron los goles. Tres en concreto. Mezcla de acierto ajeno (Luis Suárez), despiste general (Arturo Vidal) o errores en la salida de la pelota (Dembelé). Ninguno de ellos, por cierto, encontró réplica en Vaclik. La segunda parte tuvo algo de historia, pero irrelevante para el partido. Dos cambios de Lopetegui de inicio, Jordán y Munir por Óliver y Nolito que poco resolvieron, pues igualaron por lo bajo el nivel de los que salieron titulares. Y más gafe de De Jong, que tuvo una nueva ocasión de desafiar a la suerte y a su capacidad, más clara aún, solo ante Ter Stegen tras robar una pelota... y la tiró al palo. Eso agotó ya su moral, y acabó entrando Chicharito. El guion estaba ya escrito, pero el guion incluye, como siempre que juega ante el Sevilla, un gol de Messi. Esta vez no tuvo que hacer nada extraordinario el argentino. Se apoyó en un Vaclik blando, que apenas se tiró en una falta centrada. Se la comió el checo, en otras palabras, que tampoco tuvo su noche en el Cam Nou y no ayudó a mitigar la goleada recibida.