El Sevilla ha perpetrado este viernes de previo a la Feria un auténtico suicidio futbolístico. Ha dinamitado, muy probablemente, sus opciones de Liga de Campeones con uno de los peores partidos que se recuerdan en el Sánchez Pizjuán. Uno de los encuentros en los que el equipo nervionense se ha sentido más impotente ante un rival... el Leganés. Todo fue motivo de sonrojo en el Sevilla este viernes. El planteamiento de Caparrós, sin pies ni cabeza, la actitud de los jugadores en la primera parte (parecía que la Champions estaba al alcance del Leganés), el desarrollo del encuentro, la sensación ante su propia afición. El encuentro blanquirrojo no solo aleja la cuarta plaza, o puede alejarla, sino que además da buena muestra de que el Sevilla, más allá de lo que ocurra hasta el final de curso, necesita una profunda renovación. El proyecto ha hecho aguas justo en los momentos decisivos. Se ha venido abajo, y la reforma debe de ser contundente. Sin Banega, que cojo es más referencia del equipo que diez Rogs, no hay fútbol, no hay alternativa. Y por no darse cuenta de eso, en este caso Caparrós, empezó a perder el partido el conjunto andaluz. El planteamiento del Sevilla fue horrible, paupérrimo. Es difícil disponer, colocar y hacer elecciones menos adecuadas para un encuentro de las características del de este viernes ante el Leganés. Caparrós, ante la ausencia de Banega, que bien, mal o regular es el único faro en el juego que tiene este equipo, optó por despoblar el centro del campo y hacer unas elecciones realmente equivocadas. Para empezar, optar por Rog, jugador que no ha aportado nada, que no entiende el juego del Sevilla, que parece no haberse enterado quiénes son y cómo juegan sus compañeros. Que además tácticamente fue desastroso y ni fue útil en la generación ni en la destrucción. Luego, dejó al Mudo fuera del once. Un Mudo que venía mereciendo el banquillazo... pero no el día que no tienes a Banega, claro. Porque Caparrós dejó al Sevilla sin generación de fútbol, utilizó futbolistas que jugaban al espacio y no en corto, y perdió el rumbo del partido. El Leganés lo tuvo en realidad fácil, lo que sumado a una buena idea para el partido lo convirtió en realmente un equipo muy superior a su rival. Su centro del campo estaba poblado, y por ahí ganaba el partido. Luego, físicamente estuvo muchísimo más entero y tenso que el Sevilla, que solo empezó a ganar balones divididos en la segunda parte. En resumidas cuentas, el Sevilla fue un desastre. No supo nunca por dónde iba el partido, a qué tenía que jugar. Mientras que el Leganés lo tuvo clarísimo. Por si fuera poco, también hubo fallos individuales, como el de Promes en el balón del primer gol. Y así, con ese cúmulo de desastres, llegaron dos goles del Leganés, de En Nesyri y de Braithwhite, este segundo en una jugada aérea mal defendida que dio origen a una segunda acción, la del gol. Caparrós, descompuesto como su equipo, quiso arreglar el desaguisado con un cambio que tampoco tenía mucho sentido. Sacó del partido a Roque Mesa, ni más ni menos acertado que sus compañeros, pero que al menos tenía carácter, y dejó en el campo a un nulo Rog, al que acabaría sustituyendo. Entró Gonalons, y en el descanso el Mudo, esta vez por Promes. Pero el Sevilla, aunque mejoró un poco, estaba ya demasiado fuera del partido. Los intentos fueron inocuos, salvo alguna acción en la que Cuéllar tuvo que intervenir. Es más, lo que llegó fue el gol del Leganés, uno más para redondear el bochorno sevillista en un día que se presumía feliz y acabó en tragedia futbolística. Casi como la temporada, que ha ido de más a menos y de menos a nada.