El Sevilla ha consumado su fracaso en la Europa League, esa competición con la que mantiene, o mantenía, su idilio y al que este jueves el equipo nervionense le fue infiel por su indignidad. El pentacampeón no hizo honor al parche que portaba en la manga y cayó ante un rival totalmente inferior, voluntarioso, pero muy inferior, al que el conjunto de Machín no supo en ningún momento manejar. Tanto fue así que ni con el marcador a favor, con 2-3, pudo sacar adelante la eliminatoria, y terminó perdiendo en la prórroga 4-3. El batacazo europeo sevillista es de tal tamaño que no se recuerda. No se recuerda palo tal como este, que pone muy en entredicho a Pablo Machín. Y no solo por la eliminación, sino porque el planteamiento, el manejo del partido, fue desastroso. La prórroga, con el equipo metido en su área, dio vergüenza. Pero también dio vergüenza que en ningún momento el técnico ni se planteara un cambio táctico para revertir el desarrollo del encuentro, que insistiera tozudamente en tres centrales que sobraron durante casi todo el encuentro. Luego, al margen de eso, habrá que mirar más allá, pensar y repensar y analizar la endeblez defensiva, que ya afecta hasta a un portero que de pararlo todo pasa a no parar casi nada. El caso, en resumidas cuentas, es que el Sevilla consumó un desastre europeo, un ridículo continental, un fracaso con todas las letras que lo deja con una sola bala, la de la Liga, y que además es la única que juega ya Machín. Porque el técnico soriano sale muy tocado de Praga. De hecho, está más fuera que dentro y ahora tendrá que convencer a todos de que puede lograr la cuarta plaza y que merece ocupar el banquillo del Sevilla. En Praga, desde luego, dejó claro que a su nivel de hoy el de la exigencia del club hispalense le supera ampliamente. El partido llegó a la prórroga tras desarrollarse de forma absolutamente impredecible. Fue el encuentro como el bote del balón en el irregular césped en el que se disputó el partido. Impredecible e irregular. Ninguno de los dos equipos pudo ni supo manejar el partido. El Slavia porque no sabía, el Sevilla porque en ningún momento pudo por diferentes razones. Primero porque no saltó al campo con la concentración exigible para un encuentro en estas rondas ya. Y se plasmó claramente en el 1-0 del Slavia. Luego porque no conectó con la pelota entre sus mejores jugadores. A Ben Yedder le costaba entrar en acción, Sarabia estuvo horrendo, Munir tampoco la olía, aunque marcara un golazo, y en ese mar de incertidumbre apenas brilló en el inicio Promes, que generó todo lo potable del Sevilla en la primera mitad, incluido el penalti que transformó Ben Yedder. Si el Sevilla, al descanso, parecía que podía dominar el encuentro, en el primer minuto de la segunda parte de nuevo el partido dio un giro inesperado con un penalti inexistente que provocó el 2-1. El conjunto de Machín, que en ningún momento supo manejar el partido como debía, se fue arriba, o lo intentó, pero no con demasiado tino. El que no tuvo en combinación colectiva lo tuvo Munir en un espectacular golazo de volea con la zurda cuando, de nuevo, pocos lo esperaban. Y ahí realmente tuvo el Sevilla los 10 mejores minutos del encuentro, en los que parecía que podía lograr el tercero y llevarse el duelo. Pero no tuco continuidad esa mejoría. Banega quería, siempre, y fue una vez más el que más personalidad mostró, pero no conseguía conectar. Estaba Sarabia desaparecido, y Roque no ayudaba con la pelota, algo más sin ella. Por lo que la generación de fútbol fue escasa, y terminó extinguiéndose hasta que el Slavia de nuevo retomó el control a duras penas, porque calidad no tenía. Ganas y físico, todas las del mundo. Machín intentó controlar el desmadre, con Gonalons y André Silva en el campo por los desacertados Roque y Sarabia, pero sin éxito. Aún así tuvo el Sevilla la ocasión de llevarse el partido en los 90 minutos en un remate de Ben Yedder que el barro ralentizó. Y así, hasta la prórroga, que para no perder comba con el partido fue de nuevo loca. El Sevilla casi se dio por vencido en cuanto a controlar el encuentro, dominarlo, manejarlo. Y en segunda jugada logró un tanto que parecía encaminar definitivamente la clasificación. Un buen balón de Promes lo remató impecable el Mudo, que salió al final del partido y puso la cabeza donde debía. Pero la endeblez defensiva nervionense todavía daría la cara. Desajustes pueriles a poco que el Slavia tocaba en la frontal provocaron un nuevo empate, a tres, que fue la antesala del desastre del último minuto de la prórroga. Todo precedido por una falta absurda de un absurdo Rog, que no hizo nada bien en sus minutos en el campo. Y así, con una jugada que hizo honor a la eliminatoria, llegó el 4-3 que ridiculiza al Sevilla y lo deja fuera de Europa.