El Sevilla hizo todo lo que debía, todo lo necesario, todo lo que está en su mano para afrontar el partido de vuelta ante el Barcelona con las máximas garantías posibles ante un Barça, se supone, ya con Messi. Sí, podría haber marcado algún gol más. Pero también podría haber encajado. Sí, podría haber aprovechado alguna contra más. Pero también sufrir más. El caso es que un 2-0 para un partido de ida en una eliminatoria entre mortales es maravilloso, muy bueno. Hizo lo que debía ante un Barça sin Messi. Para un Barcelona con Messi, habrá que ver. Seguramente, hasta ante Messi, el Sevilla tendrá sus opciones si pone mucho de lo bueno que demostró este miércoles. Es decir, si juega en el Camp Nou como si fuera en Nervión. Si mantiene la seguridad defensiva, si mantiene la pólvora arriba, si sobrevive a las lesiones de sus futbolistas más importantes y si no se acobarda en la Ciudad Condal. Si el Sevilla muestra todo ello, tendrá muchas opciones de plantarse en la semifinal de Copa eliminando a su verdugo en la final la temporada pasada. Pero claro, no será fácil. Allí, en Can Barça, ha sufrido mucho, ha salido goleado, ha salido humillado... aunque el resultado de esta temporada, 4-2, le daría el pase. El Sevilla salió al partido bastante expectante. Lejos de inicios furibundos, lejos de confianzas ante una alineación del Barça sin las grandes estrellas, el equipo de Machín plantó la línea de presión en el centro del campo y esperó, esperó a ver qué y cómo hacía el Barcelona. O bien porque el técnico hispalense prefirió esa fórmula para la eliminatoria o bien porque es conocedor de que su equipo, en esta fase de la temporada, no está para una presión alta al Barça. Le dieron la razón las tres o cuatro intentonas de presión en campo contrario en las que el Sevilla se hizo largo, muy largo, y el conjunto de Valverde sacó la pelota relativamente cómodo y luego encontró espacios. Fuera por lo que fuera, el partido arrancó bastante frío. El Barcelona dominaba la pelota, tampoco llegaba con peligro porque le costaba sortear las líneas sevillistas. El equipo hispalense apenas sacaba la cabeza y no hilvanaba ni una contra. El encuentro, de hecho, parecía hasta dormido, y el Barça tampoco despertaba sin Messi. Fueron en realidad el árbitro primero, y la grada después, los responsables de animar un poco el duelo. Las decisiones de Del Cerro, una posible mano, un par de faltas peligrosas no pitadas a Sarabia y Navas, enfadaron a los aficionados y estos contagiaron su ánimo al césped. El Sevilla, pasados los 25 minutos, empezó a llegar con más presencia y peligro al ataque, y hasta tuvo llegadas peligrosas y sobre todo una ocasión de Ben Yedder, que regateó a media defensa pero que luego no acertó. Fue la réplica a la oportunidad más clara hasta entonces, de Malcom, que se coló por el centro en un desajuste defensivo entre Kjaer y Sergi Gómez. La salida de vestuarios no cambió nada en el desarrollo del partido. En realidad, el que cambió el desarrollo del encuentro pocos minutos después fue Quincy Promes. El holandés, que estaba completando un partido muy competitivo, ganando balones arriba, con alguna filigrana incluso, hizo para lo que vino. Desequilibró. Cogió una pelota en tres cuartos y de una arrancada portentosa dejó clavado a Piqué para después poner una pelota muy golosa al área que remató, en escorzo muy complicado, Pablo Sarabia. Un golazo. Ese gol ya cambiaba el panorama. Había dado la sensación de que el Barça no quería y el Sevilla no podía. Con el 1-0 el Barça quiso, pero no pudo. Y el Sevilla pudo. Valverde sacó al campo a Luis Suárez y Coutinho, puso sus mejores repuestos, mientras el Sevilla veía como sus futbolistas iban cayendo lesionados uno tras otro. Primero el mismo Sarabia, luego Navas, al final Escudero... Pero para entonces el plan del Sevilla ya funcionaba. Lo hacía porque seguía bien cerrado atrás y logró consumar lo que no hizo en el Bernabéu, el robo y la salida rápida. Promes, hasta que tuvo que cambiar de delantero a carrilero, siguió desequilibrando, y la salida de André Silva y el Mudo propiciaron tener lanzadores para la contra y un efectivo fresco en ataque. Dicho y hecho, una pelota robada a Coutinho significó una contra de libro entre el Mudo, André y Banega, cuyo centro-chut remató Ben Yedder a la red. El Sevilla no solo tuvo llegadas y alguna más incluso para marcar un tercero. Es que en realidad Juan Soriano ni sufrió. Apenas el Barça acumuló una ocasión de Coutinho. La realidad es que el Sevilla fue bastante mejor, sobre todo en la segunda parte, que el Barça sin Messi. Y se basó en sus buenas costumbres, una buena defensa y dinamita arriba. Esta vez incluso se sumó una decisiva actuación de Quincy Promes para que el Sevilla se vaya al Camp Nou con un 2-0. Resultado favorable, pero solo eso. Con un Barça con Messi todo cambia.