El Héctor Bellerín más íntimo y las consecuencias de su ejemplo distinto: “Amenazas de muerte”

Héctor Bellerín, en el entrenamiento del Real Betis de este sábado
Héctor Bellerín, en un entrenamiento del Real Betis. Kiko Hurtado
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Héctor Bellerín no es un futbolista estereotipado. La forma de ver la vida del lateral derecho del Real Betis Balompié no es la habitual en la élite de este deporte, y prácticamente de ninguno, lo que le ha valido tanto críticas como adhesiones, especialmente en los últimos años. Uno de los que le sigue de manera incondicional es Zohran Mamdani, el recientemente elegido alcalde de Nueva York, que expresó su admiración por él hace algunas semanas.

El futbolista catalán ha concedido una entrevista en la que muestra su lado más íntimo a El Mundo. En ella, aporta su visión sobre la vida, la sociedad y el fútbol masculino, entrando en profundidades pocas veces abordadas por un jugador como la hiper masculinización del deporte. “Me di cuenta de que por mucho que jugara al fútbol y todo estuviera marcado por unas normas, me gustaban otras cosas. Y vestir diferente. Me he criado entre máquinas de coser y eso también me interesaba. Comprendo los estereotipos y los memes del performative male -macho performativo-, pero son un arma de doble filo”, comentaba. “Hay un grupo de hombres que de verdad está intentando encontrar un espacio donde sentirse cómodos fuera de la masculinidad hegemónica tradicional y la mofa puede asustar. También son memes y punto, ¿no? Pero hay chavales en posiciones muy vulnerables que se están yendo al otro lado. Volviendo a la pregunta, siento que de repente soy el futbolista que lee libros, el ecologista, el de la moda... Me van poniendo etiquetas, pero son cosas que hago desde que me vi con la posibilidad y la fuerza de hacerlas”.

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En ese sentido, Bellerín explica que ha leído muchísimas cosas sobre él en las redes sociales, aunque distingue entre la realidad y lo virtual. “Tantas cosas. Hay mucha gente que habla del ejemplo distinto que damos Borja Iglesias, Aitor Ruibal o yo, y recibimos mucho cariño. Pero han llegado a decir auténticas barbaridades. No se las podría ni imaginar. Amenazas de muerte, muchísimas. Pasa en internet y no es real, pero puede serlo”, recuerda.

Héctor Bellerín y Aitor Ruibal, durante unas vacaciones
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Otros aspectos señalados por Héctor Bellerín

Su modo de vivir el fútbol desde niño. “Mis amigos del colegio jugaban en el equipo del pueblo. Cuando llegábamos a clase los lunes hablaban de lo bien que se le habían pasado. Y yo decía "bueno, nosotros hemos metido 21 goles", pero, claro, yo me sentía desplazado de su experiencia. Sonaba muy divertida. Le dije a mi padre que quería jugar en el equipo del pueblo con mis amigos y me dijo que esperáramos un tiempo y si en Navidad me seguía sintiendo así, lo haríamos. Se me fue sola la idea. Siempre me han escuchado. Hoy pienso que desde que tenía siete años y estaba en la cantera de Barcelona, a nosotros nos enseñan que lo más importante en la vida es el fútbol. Es la realidad de todas las canteras”.

El fútbol como vía de desahogo. “Se ha convertido en el teatro romano. Entiendo que haya gente con formas de vida precarias y estresadas y el campo de fútbol se convierte en un momento para vaciarse. Sabemos que repartimos mucha felicidad, pero parece que en el estadio se pueden hacer cosas que no podrías hacer jamás en la calle. Si esta es una sociedad crispada, las 60.000 personas del estadio, también. Se permite por motivos históricos. En un partido de tenis no sucede. Solo en el fútbol se generan espacios donde ciertos grupos se sienten respaldados. Y el fútbol no es solo eso: hay gente que viene a pasárselo bien en familia. Es un lenguaje universal, pero un estadio no acepta que cualquier persona entre ahí. Hay colectivos que no se sienten aceptados. Con el genocidio de Gaza, por ejemplo: el fútbol tiene un poder enorme a unos niveles que ni imaginamos y no se hacía nada. La gente decía ‘hay mucha gente joven que os escucha y es importante’, pero en comparación con lo que La Liga o los clubes grandes de este país pueden hacer... nada. Y eso es muy frustrante. Hay una capacidad enorme que no se utiliza para nada más que para intereses puramente económicos”.

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Concienciación entre los futbolistas. “No existe en el fútbol masculino ese tipo de unión porque no existe la conciencia que se necesita para tener responsabilidad social. Somos un grupo de gente muy privilegiada y muchos no se cuestionan la realidad fuera de la suya. Cuando desde pequeño vives en esa burbuja es difícil salir. Yo he tenido suerte. Considero que vivo en las dos partes y tengo amigues fuera y conozco sus problemas. Hay mucha distancia entre el futbolista y, digamos, el ciudadano de a pie. Uno idolatra al otro, que no sabe relacionarse con él porque desconfía de sus intenciones. La mirada es vertical. Se crean unas dinámicas de poder que distancian. Yo tomé la decisión consciente de salir a la calle a diario. Soy uno más y quiero que se me trate y mire como a uno más. Hasta que no pierdes esa libertad no te das cuenta de lo importante que es. Que no pasa nada, ¿eh? Llevo comiéndome la cabeza con este tema muchísimo tiempo. Como no hay un acercamiento entre las partes, no hay una conciencia de la vida del otro”.

Homosexuales en los estadios. “Creo que los colectivos LGTBIQ+ en los estadios de fútbol masculinos no se sienten ni representados ni cómodos. Tengo un montón de amigues a los que he invitado a algún me partido y no han querido venir”.

Bellerín y la religión. “He sido educado en una familia ya no practicante, pero sí creyente. Yo creo que hay algo ahí, pero no me identifico con ninguna religión. Entiendo que está en auge y que forma parte de nuestra cultura. No creo en esas instituciones, pero la Semana Santa me encanta. En Sevilla vamos con mis amigos a puntos estratégicos. Es una experiencia de belleza que pocas veces he visto”.