Camino hacia la refundación

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Lukebakio se lamenta tras un gol del Betis en el derbi.. Kiko Hurtado
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SevillaEl sevillismo estaba entre dos aguas, por un lado esperaba la derrota lógica en el derbi ante un Real Betis que hoy en día es mucho mejor equipo que el Sevilla FC, y por otro el clásico arrebato de orgullo de su equipo, capaz de puntuar e incluso ganar en el Benito Villamarín imponiéndose a un favoritismo bético siempre cuestionable en los derbis. Lo que encontró fue lo primero, y absolutamente nada de lo segundo. La deriva del club, del equipo, de la institución, reflejada en 70 minutos de un fútbol lamentable en el estadio del eterno rival. Sin sangre, sin ganas, sin capacidad… No necesitó el Betis ser mucho mejor para llevarse los tres puntos en un derbi liguero casi siete años después, porque lo hizo ante un Sevilla sin alma. Casi el único argumento sobre el campo fue el de colocar a los tres canteranos sancionados por la guasita de la bandera, por si olían la sangre e hincaban el colmillo, replicada en la grada visitante por un sevillismo que se marcha de Heliópolis entre cabizbajo e indignado con sus jugadores. Los tres se vieron sobrepasados por el ambiente y la responsabilidad.

 Isaac Romero y Kike Salas, durante el derbi ante el Betis.
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La segunda mitad fue el Sevilla equipo mirándose a la cara en el charco del Sevilla club. La nada más absoluta, descabezado, sin recursos y solo capaz de meterse en el partido a base de rifirrafes, a cada cual más absurdo. Tres días después de la enésima bochornosa Junta General de Accionistas, la actuación en el derbi es la estocada a una temporada que bucea en la mediocridad. Empeñado en no dar el salto hacia arriba -no es tan difícil-, pero capaz de alejarse de la tensión de abajo cuando todo hace pensar que nunca más volverá a ganar un partido. El tedio más absoluto de un club de fútbol al que le da más vidilla la marejada institucional que el fútbol. Mala cosa. Malísima.

Un Sevilla desconocido en el Villamarín

En Heliópolis no se vio nada de ese equipo acostumbrado a campear en el césped del estadio rival. Esos jugadores de rojo que se sentían cómodos en la hostilidad verdiblanca, que sabían sacarle partido a cada detalle, a cada instante de nervios del que se ha sentido tantos años incapaz de ganarle. Por hache o por be, siempre había puntos que volaban hacia Nervión. Siempre, porque siempre se daba la cara. Este domingo, todo lo contrario. Sin un nombre que destacar en lo negativo, porque la culpa es colectiva. De todos. El Sevilla, en los despachos y en el césped, demanda una ‘refundación’. Un quítate tú, que yo también me tengo que quitar para que venga otro que abra las ventanas y ventile un aire viciado. Ha tocado fondo en el derbi a nivel deportivo, dejando para Heliópolis el peor partido de la temporada. No se te reconoce, Sevilla.