El naufragio de los pesos pesados de Marcelino

Muniain rompe el maleficio de toca la Copa antes de jugar la final
Muniain rompe el maleficio de toca la Copa antes de jugar la final
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“En las cosas profundas e importantes estamos terriblemente solos”, dejó dicho Rainer Maria Rilke. Sin ponerse trascendental la derrota en la final de Copa del Athletic Club ha dolido mucho. Y no, no por ser un derbi vasco contra la Real Sociedad sino por la forma, por no saber competir. Justo la baza, junto a la experiencia, de la plantilla y de Marcelino, que parecía la llave del título para los de San Mamés. Eso era, el llamado colmillo retorcido, en lo que teóricamente se partía con ventaja. Pues el suspenso en su aplicación práctica no pudo ser más rotundo. El equipo bilbaíno no dio la talla. Vale, algo sí en un primer tiempo pobre pero bien controlado, pero no sobre todo en un segundo en modo agujero negro. Y dentro de las explicaciones hay una que salta a la vista: el fracaso de los pesos pesados. La guardia pretoriana a la que se agarró Marcelino García Toral para ganar la Supercopa. Ayer casi no compareció. No tiró nunca del carro. Es verdad que Yeray fue el mejor león, pero erró sin duda en el arranque del gol mortal. Que Iñigo Martínez tuvo la mejor ocasión de marcar, pero el internacional hizo uno y casi hasta dos penaltis. Que De Marcos estuvo voluntarioso y salvable, pero tampoco fue nuestro súper atleta de siempre en el despliegue ofensivo. Berenguer parecido. Lo peor vino de ahí hacia arriba. Salvando el batallar de Raúl García el naufragio de Yuri Berchiche, Iker Muniain e Iñaki Williams fue absoluto. Pasaron como alma en pena. Como los secundarios que en el cine salen en una esquina del plano sin poder decir una frase. Impropio e inesperado para su jerarquía. Era su noche y acabó siendo, por ejemplo, la de alguien tan debatido en los previos como era Robin Le Normand. Detalle significativo...

 Marcelino tras perder la final de Copa con el Athletic ante la Real Sociedad.

Es duro asumir que el Athletic estuvo irreconocible y traicionó su ADN: ¿cómo si no entender que todos, sí todos y todas, veamos a la Real como justo campeón con un solo tiro a puerta y de penalti?

Y tampoco se libra el técnico de Careñes que se dio un buen batacazo con un once inédito. “Marcelino es un motivador nato”, decimos a menudo... Pero no supo lograr que su equipo leyera bien el partido en el apartado anímico, que estuviese intenso (¿la “artística” Real haciendo el doble de faltas al descanso?) ni, a mi entender, acertó con la elección del medio centro. Él, que precisamente es de tirar de veteranos, de códigos de vestuario, de “respeto” y demás apostó en una final -que encima era un derbi con todo su añadido emocional- por Unai Vencedor en detrimento de Unai López. El joven valor de Rekalde no estuvo ni peor ni mejor que el resto de sus compañeros, ojo, no fue culpable de nada, Dios me libre, pero hasta en ese rasgo Marcelino ayer pareció menos Marcelino. Es sabido que ‘Vence’, por sus características, -más completo-, le hace especial tilín, pero no supo gobernar su importante parcela. Algo totalmente lógico por su rodaje y rivales, y eso tampoco podía pasar a manos de un Dani García que está para otro trabajo. El uno por el otro la casa... Justo a lo que olía según se supo el once. Huérfanos de creación ya todos parecieron mucho peores de lo que son. Y ya a partir del gol en su único disparo entre los tres palos, un penalti, Imanol y la Real dieron una lección de cómo se gana una final. Ni tiki tiki ni goleadas ni florituras. El ‘otro fútbol’ puro y duro de Joaquín Caparrós. 35 minutos de nada de nada, ¿feo? No, de chapeau en la escuela de entrenadores.