El Sevilla se gana su maldición

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Gameiro pelea la pelota entre varios jugadores del Sevilla.
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Ganar en Getafe no era pelear por la Champions, porque para eso todavía habría que hacer camino, pero ganar en Getafe significaba poder iniciar ese camino, poder alimentar la esperanza y poder soñar con dejar al Villarreal a tres puntos en apenas dos semanas. Ganar en Getafe significaba muchas cosas en realidad, alejar el fantasma de los partidos a domicilio y ganar en moral. Pero el Sevilla, realmente, no se lo mereció. En ningún momento el Sevilla se ganó el mérito de sumar los tres puntos. No tuvo ambición de inicio, ni en el planteamiento ni en la elección de futbolistas. Ni tuvo actitud luego sobre el campo como para llevarse por delante a un equipo moribundo en estos momentos. Y porque no se lo mereció, no ganó. Y eso que a falta de cinco minutos tenía el conjunto de Emery el partido donde quería, 0-1 y solo tenía que agotar el encuentro. Un córner mal defendido tiró al traste toda ilusión. El partido del Sevilla fue bastante pobre. De esos que explican por qué el equipo andaluz no ha ganado, y es ya el único en Primera que no lo ha hecho fuera de casa. No tuvo ambición el conjunto de Emery, no tuvo brillantez, no tuvo claridad y no tuvo acierto. Y por momentos no tuvo ni actitud para superar a un Getafe que lo único a lo que podía recurrir era al esfuerzo, la pugna y la pelea. Con eso le bastó, sobre todo en la segunda mitad, para atemorizar a los hispalenses, por lo menos para atenuar la diferencia que en teoría había y hay entre los dos conjuntos. El Sevilla se encontró huérfano de referencias con la pelota: ni Carriço daba salida, ni N'Zonzi se descolgaba para superar líneas ni Banega entendió el partido.El Sevilla fue una indefinición continua, un quiero y no puedo o un puedo y no quiero. Por momentos asumía la posesión de la pelota y el mando del partido, como en los primeros minutos, por momento se echaba atrás y buscaba las contras. Realmente no encontró una fórmula óptima para superar a un Getafe tremendamente limitado que solo jugaba algo cuando la pelota rondaba por los pies de Sarabia o Víctor Rodríguez. Pero el Sevilla tampoco es que tuviera un patrón de juego muy claro. En eso influyeron varias razones, una que Carriço no da precisamente fluidez al juego como pivote defensivo, y dos que Éver Banega no se enteró de qué iba precisamente el juego. Su gol le salva en parte, pero no oculta la orfandad en la que dejó a su equipo. El Sevilla se vio huérfano de referencias con la pelota, porque además Gameiro y Diogo casi siempre buscaban el pase en largo y N'Zonzi no acababa de descolgarse. No tuvo control apenas ni creó peligro en posesión. Apenas Vitolo, con sus más y sus menos, porque falló un gol clarísimo en una contra, la más clara oportunidad en el partido, aportaba soluciones o al menos recursos en el juego. Quizás uniendo todas estas razones se aclara algo más por qué el Sevilla cuando tenía la pelota no tenía continuidad en el juego, porque no había nadie que se la diera y por qué el que debía anduvo muy desacertado. Eso fue realmente lo que alimentó el partido del Getafe, esas continuas pérdidas, esos reiterados balones en largo sevillistas a ninguna parte ante la presión azulona. Pero claro, nunca había opciones viables para superar líneas. Así, ante tanto regalo, el conjunto madrileño cobró algo de vida y montó algunos ataques estáticos que realmente no llegaron a nada, salvo a pases al área o remates lejanos bien solventados por Sergio Rico. Fue, por tanto, una primera mitad realmente pobre del Sevilla, carente de ambición, carente de acierto y carente incluso de actitud en algunos jugadores. En la segunda parte al Getafe le bastó subir la intensidad y las revoluciones para impedir que el Sevilla apostara por algo en el partidoPara la segunda, Emery intentó arreglar pronto ese desaguisado del juego del Sevilla. Sacó a Krohn Dehli al campo y quitó a Diogo. Se presuponía que el equipo nervionense tomaba el camino del mando, el control del partido, la pelota para intentar superar al Getafe. Al menos con el danés se abría una nueva posibilidad para la salida de la pelota. Pero esas intenciones coincidieron con la subida de revoluciones del equipo madrileño. La vida le iba en el partido y eso se empezó a notar sobre el campo, en los duelos divididos, en las pugnas y en la determinación para irse al ataque. Pero por mucha decisión que tuviera el Getafe, por mucha necesidad y por mucha obligación que tuviera, el equipo de Escribá tiene a día de hoy pocos recursos. Casi nunca pudo superar la línea defensiva del Sevilla, casi ningún uno contra uno, y ahí, al menos en defensa el equipo nervionense de movió bien y apenas hizo concesiones, por lo que no se cobraba el Getafe ninguna ocasión clara por esas ganas que ponía en el campo.

La victoria en la mano a falta de 10 minutos

Y el Sevilla, que aunque no llegaba con claridad rondaba el área, encontró en una falta que casi fue penalti el gol que tanto le costaba encontrar. Una falta bien picada por Banega y mal tapada por Guaita le dio al equipo de Emery la delantera en el marcador a falta de apenas 10 minutos. Lo tenía todo el Sevilla para sumar ante un equipo casi hundido, pero como es norma fuera de casa, alimentó al rival de la nada. Esta vez fue en un saque de esquina mal defendido y en un rebote que Velázquez convirtió en gol y en síndrome para los sevillistas.   Los últimos cinco minutos fueron a tumba abierta del equipo madrileño. Un córner tras otro lanzó el Getafe, que impidió al Sevilla siquiera tener un atisbo de reacción tras el empate. Más cerca estuvo el equipo madrileño, que incluso marcó, aunque el tanto fue correctamente anulado por un fuera de juego previo. El equipo nervionense apenas cruzó el centro del campo en esos últimos minutos. Tan lejos se quedó de la portería contraria como lejos se quedó el conjunto de Emery una jornada más del Villarreal, y eso que pudo recortar de una tacada una distancia importante este sábado.