Llorente por fin tira del carro

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Llorente celebra su gol ante el Éibar.
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Nieve, llueva, haga sol, en invierno, en primavera, con rasca, con calor, con fresco, con brisa, con vientos fuertes, con césped alto, en verano, en otoño, en fin de semana, entre semana, contra equipos buenos, contra equipos malos, con brillantez, con discreción, con hambre, con sueño, con goles, sin ellos... La lista es interminable, pero el final siempre es el mismo, gana el Sevilla en el Ramón Sánchez Pizjuán. El equipo nervionense gana en Nervión siempre, y entiéndase siempre por 12 partidos consecutivos, que son los que acumula en la Liga con victorias de forma ininterrumpida. Y ese aserto que ha convertido el Sevilla en universal, como la ley de la gravedad, como el cielo azul o el tiempo, encabeza todos los encuentros como local. Luego, ya, acuden los sufijos que se le añaden a cada cita en concreto. En esta ante el Éibar, por ejemplo, el apellido al partido de lo puso Llorente, Fernando de nombre. El delantero riojano, esta vez sí, completó buenos minutos y logró un gol en la que aprovechó su envergadura para adelantar y dar la victoria a su equipo. Fue, en realidad, casi lo único que rescatar del partido de los sevillistas, que completaron ante el Éibar uno de los partidos más discretos de todos esos en los que se llevó la victoria sin apelación posible. Reyes, Banega, Cristóforo, N'Zonzi... el equipo estuvo gris, sin brillo. Y es excusable, siempre que se gane, por la acumulación de partidos, por el esfuerzo en el Camp Nou. Y siempre que sea fruto de eso, de cansancio puntual y no una tendencia, que realmente no lo parece cuando la tendencia del Sevilla sigue siendo buena. El caso es que se encontró un Éibar recio y no articuló sus mejores argumentos para hacerle daño. Eso provocó un partido bastante feo, ajustado en el que ambos conjuntos anduvieron tan incómodos como poco ambiciosos. Eso, claro, benefició al Sevilla, que para eso se había adelantado con el tanto de Llorente.  El Sevilla no estuvo cómodo en ningún momento, pero encontró en Llorente un espacio donde 'descansar' No estuvo especialmente brillante el Sevilla, además se sintió bastante incómodo en varias fases del partido ante la intensa presión del Eibar, que intentaba evitar la salida cómoda desde atrás del conjunto nervionense y lo conseguía. Eso sí, contaban los de Emery con Llorente, que siempre servía como argumento para dar el balonazo y sortear esa presión vasca. Fue realmente el riojano importante en el partido por varias razones. Por fin ofreció una imagen más completa. No solo marcó un gol utilizando como solo él sabe su cuerpo, sino que además estuvo más participativo, tanto en el juego de espaldas como en el de cara, y eso lo agradeció el equipo, que hasta ahora solo había encontrado al delantero en contadas ocasiones y en contados partidos. La figura de Llorente fue la más importante del Sevilla en la primera mitad, también porque su presencia determinaba el juego del equipo en muchos aspectos. Por ejemplo, Emery tiró de sus dos laterales que mejor centran, porque realmente se convirtieron en los mejores surtidores de balones aéreos y en los dos principales incordios para la defensa del Éibar. Luego, también estuvo bien Krohn Dehli, que se ha convertido en un fijo para Emery, pero no lo estuvieron tanto ni Reyes, horrible, ni Banega, bastante errático. Y el Sevilla lo notó para mal con balón y sin balón. Con el balón porque lo perdía rápidamente si los hombres destinados a tenerlo no aparecían, y sin balón porque con el utrerano, Banega y el propio Llorente tenía poco retorno en el campo, y el Éibar acumulaba bastantes efectivos en ataque. Porque el Éibar es un equipo serio, bien trabajado, que intentó ahogar al Sevilla y por momentos lo consiguió, y que tuvo incluso sus llegadas, bien solventadas por Sergio Rico en este caso. Por todo ello, el descanso llegó con el Sevilla mandando en el marcador, dando sensación de peligro en sus llegadas, pero también teniendo claro que el partido no era ni mucho menos relajado.  El Sevilla notó la falta de acierto de los jugadores que debían llevar el mando del partido: Banega, Reyes, Cristóforo...Y no anduvo suelto en la primera mitad el conjunto de Emery, tampoco anduvo fino en la segunda mitad, que pareció discurrir en una calma tensa que casi convenía a los dos equipos. Al Sevilla porque seguía por delante en el marcador y al Éibar porque, aunque no tenía mucha claridad en ataque, al menos se mantenía en el partido con un resultado ajustado y con opciones de sacar algo de Nervión. El Sevilla, además, no encontraba donde agarrarse. Ni encontraba a Banega, que además falló un gol claro en una contra y acabó sustituido, ni a su centro del campo, muy agobiados Cristóforo y N'Zonzi por la superpoblación de mediocentros del Éibar, ni a sus laterales, fuentes de juego y de peligro en la primera parte y más desapercibidos en la segunda. En parte porque el Sevilla no entendió que su partido estaba en los costados. Tampoco solucionó demasiado la salida de Gameiro o Vitolo, que eso sí permitieron a su equipo disfrutar de alguna contra, una clarísima, la citada que malogró Banega. Pese a su discreta actuación, el Sevilla parecía no pasar demasiados apuros en defensa, a pesar de que perdía muchas pelotas y en zonas comprometidas. Eso sí, Sergio Rico, que había estado acertado hasta entonces, regaló una clara ocasión a los armeros con un saque en falso y luego una media salida. Por suerte, Enrich anduvo más falló incluso y perdonó. Eso sí, palió el error el canterano con una gran parada en la última jugada del partido en una falta de Saúl Berjón. La victoria sirve al conjunto hispalense para mantener viva la llama de la esperanza de la Champions (a 9 puntos el Villarreal) y para asentarse en la quinta plaza, que de nuevo vuelve a ser sevillista.