Gameiro dispara al Sevilla hacia otra final
Así vivimos el Sevilla-Celta
Corre, corre y corre, controla y corre, remata y corre, mira y corre, a veces se trastabilla, pero corre, y llega al final, siempre. El Sevilla, o Gameiro, que para este caso es lo mismo, tiene un objetivo, y no se frena. Como Gameiro, que nunca para, nunca da nada por perdido y en la misma carrera, en la misma temporada, se crece, hasta hacerse inmenso, inabordable. El Sevilla, ante el Celta, ha encarrilado de forma casi definitiva su pase a la final de la Copa del Rey. Lo ha hecho con un resultado abultado, rotundo, casi inesperado ante un buen rival, pero que acredita no solo el momento actual en el que se encuentra el equipo, sino el planteamiento ganador, el objetivo eternamente ambicioso de este equipo. El 4-0 del Sevilla embala al conjunto de Unai Emery, lo coloca cerca de la meta, allá donde más no se puede avanzar. Fue un partido bonito, intenso, en el que Unai Emery tiró de libreta, de magisterio y de cátedra para que su equipo no solo encarrilara la semifinal, sino que pusiera prácticamente los dos pies en la final. El Sevilla corre, de qué manera ante el Celta, y crece, lo hace crecer su entrenador y lo hace crecer su tremenda competitividad. Sus jugadores. N'Zonzi ya no es el pusilánime de comienzos de temporada, ahora parece un jugador de raza con calidad, Cristóforo suda hasta la última gota, Vitolo vuelve a dar la mejor versión en sus eliminatorias, Krohn Dehli ha encontrado su sitio en el campo, y Gameiro se ha completado, se ha convertido en un delantero de quilates. La actitud de los sevillistas fue excelsa, en competitividad no no se le puede ganar a día de hoy a este Sevilla. Y puede que el partido hubiera deparado otro resultado, si alguna ocasión del Celta, que alguna tuvo clara, entra, si un penalti le señalan a Kolo, o si hubiera entrado el penalti de Gameiro, pero quizás habría dado igual, porque la actitud de los nervionenses fue excelsa. En eso no se le puede competir más, y mostrando esa cara podrán marcarle un gol, o dos, pero con esa actitud y con la calidad congénita los partidos, siempre que el rival no sea inalcanzable, siempre tiene las papeletas para salir victorioso. La semana que viene ha de finiquitar el Sevilla su clasificación en Vigo. Evidentemente lo tiene todo a favor, evidentemente. Pero además de por el resultado por el rendimiento, el derroche, el trabajo. La semifinal era de nivel y a una gran altura rindieron los dos equipos. Lo cierto es que tanto el Sevilla como el Celta sabían lo que se jugaban y presentaron sobre el campo argumentos muy respetables. De distinta índole en ambos casos, pero con denominadores comunes: la intensidad, la concentración... Pero luego, el plan de cada uno era diferente, lógico por otro lado. El equipo de Unai Emery salió al campo haciendo un desgaste tremendo en la presión. Al Celta le costó salir de su campo con la pelota controlada o en posición de cierta ventaja. El Sevilla atosigaba, presionaba, ahogaba, y de vez en cuando robaba. Lo que ocurría es que al conjunto vigués era difícil cogerlo desprevenido. Acumulaba tal cantidad de hombres en zonas defensivas que se multiplicaban en las ayudas y casi nunca permitían jugadas de uno contra uno ni el remate, y así era difícil decantar el choque. Berizzo, como ya hiciera en la semifinal ante el Atlético de Madrid, convirtió a Iago Aspas y Orellana en laterales más que extremos. En repliegue estaban a la altura del lateral, con lo que el Celta llegaba a defender con ocho futbolistas, solo dejando al 'Tucu' y a Guidetti para una posible contra. Este planteamiento del partido permitió al Sevilla dominar el encuentro, tener la pelota de forma más o menos cómoda, y hasta tuvo ocasiones, aunque siempre entre una multitud de futbolistas. De ahí los sucesivos rechaces en los remates sevillistas en el área. De hecho, pudo adelantarse el equipo nervionense en una de esas múltiples ocasiones o remates de cabeza. Kolo nada más empezar el partido, N'Zonzi, Vitolo... tuvo oportunidades el Sevilla, y acumulaba llegadas. En una de ellas, y como premio a esa constancia, llegó el penalti a Vitolo que Gameiro desaprovechó. Rubén Blanco evitó el tanto del francés y automáticamente cambió durante unos minutos el encuentro. El penalti atontó al Sevilla durante unos minutos y de hecho de inmediato dio réplica el Celta en un par de ocasiones clarísimas, un remate de Sergi Gómez al larguero y otro de Orellana cruzado que se fue por poco. Fueron unos diez minutos de crisis en los que los gallegos parecieron crecerse, pero de nuevo retomó el Sevilla el control del encuentro a través de la intensidad, pero también a través de sus jugadores que se ofrecieron, asumieron la responsabilidad y se hicieron de nuevo con la pelota. Los últimos minutos de la primera mitad fueron un calco de los primeros, aunque con un matiz, bendito matiz. La que se fue de Kolo nada más comenzar el partido en una jugada a balón parado se coló en el 44 tras un remate de Rami. El gol respondía a un partido intenso, disputado en el que el Sevilla se merecía algo más ante un buen y armado rival.
La ruleta rusa que acabó siendo francesa
La segunda parte se planteó con la misma intensidad por ambos equipos, pero con distintos planes. El Sevilla, con su 1-0, ya no se veía tan obligado a buscar la portería contraria, o al menos no a buscarla de la misma forma, por los mismos caminos. Al Celta, sin embargo, sí le invadió algo más la ansiedad. Se fue a buscar la portería contraria como si no hubiera una vuelta. Y cierto es que la encontró. Encontró al menos el remate, la presencia, la pelota, pero a cambio de empeñar un valioso valor, más preciado incluso para el equipo hispalense, el espacio, el contragolpe. Entraba en acción Gameiro. Gameiro demostró en sus dos golazos olfato, potencia, velocidad, pero sobre todo demuestra en cada partido honestidad, lo da todo, y ahora además lo mete todo. Espectacular el francés. El francés, que había fallado el penalti en la primera mitad, fue ovacionado durante el resto del partido, antes incluso de sus goles. Porque su entrega siempre es total, indudable. Y evidentemente comete sus fallos, a veces se precipita y se nubla. Pero en realidad eso forma parte de su juego, como presionar hasta la extenuación, aprovechar su velocidad letal e ir al espacio como nadie. Su concentración, además, le permite ver las jugadas antes que el resto, anticiparse, ganar ese metro definitivo. Y ante el Celta, con ese 1-0 ajustado, el francés se convirtió en el efecto que desniveló la balanza del partido. Dos inteligentes pases largos, de Krohn Dehli y Banega, hicieron brillar como pocas veces antes a Kevin Gameiro. Su potencia, su olfato y su velocidad los convirtieron en asistencias y en dos auténticos golazos. El Celta había jugado a una ruleta que empezó siendo rusa y acabó siendo marsellesa, o al menos francesa. Había esperado y esperado el conjunto de Emery, había sufrido atrás, pero siempre mostrando unas credenciales poderosas. Con el 3-0, con la afición del Sevilla alucinando todavía con los goles de Gameiro, el equipo hispalense manejó además a la perfección los tiempos. El Celta estaba tocado, y los sevillistas solo esperaban una nueva contra, una nueva oportunidad para incluso matar más el choque. Y apareció. Y quiso el destino que fuera Krohn Dehli el que diera la puntilla a su ex equipo de nuevo solo ante el Blanco. El Sevilla logró una espectacular victoria, una victoria que lo coloca con pie y tres cuartos en la final de Madrid, presumiblemente, a falta de la vuelta en Balaídos, que a pesar de no ser trámite sí que tiene tintes sevillistas.
