Poco que celebrar, poco que lamentar
Así vivimos el Betis-Sevilla
Soso, sin fútbol, con algo más de corazón bético y más oportunidades sevillistas, el derbi sevillano, el primero de la serie de los cuatro que tendremos esta temporada, acabó igualado, en empate y sin goles. No se sabe bien quién es el vencedor moral de este duelo, ya que en el campo no lo hubo. El bético quizás debe sentirse satisfecho por la entrega de su equipo, porque puso lo que hay que ponerle a estos encuentros, bemoles, intensidad y corazón, aunque también es verdad que la serie sin ganar al eterno rival se alarga. Tendrá la Copa como para oportunidad para desquitarse. El Sevilla sale una vez más del estadio Benito Villamarín sin caer derrotado, y por ahí los nervionenses también andarán contentos, pero también es cierto que no supo plasmar en el terreno de juego la superioridad teórica de su plantilla. Y realmente, con esos elementos, sabiéndose el Betis con la necesidad de dar hasta la última gota de sudor y el Sevilla consciente que tendría más ocasiones para matar el encuentro, jugaron ambos conjuntos. Las ocasiones, eso sí, fueron casi todas rojas. Dos clarísimas de Gameiro y una de Reyes de falta ya agonizando el partido. Por parte bética, aproximaciones, pero lo cierto es que Sergio Rico tampoco tuvo que emplearse en casi ninguna ocasión. Puede sentenciarse, pues, que el Betis puede marcharse más contento con el empate que el Sevilla, y las caras y los gestos de los aficionados abandonando el Villamarín así lo confirmaban. Viéndose algo inferior, el Betis supo a qué plantear el partido: a intensidad, a fuerza, a pelea, a batalla, a derbi. Y lo hizo bien sobre todo en la primera parte, porque en la segunda tampoco tuvo tantas fuerzas. El Sevilla apostó por un planteamiento claro, esperar, dejar al Betis operar y aprovechar sus deficiencias. Lo cierto es que el planteamiento le funcionó a los dos en parte, porque que Gameiro la meta solo ante Adán o no o que el meta saque dos buenas paradas es algo que se suele escapar al control de los banquillos. El Betis, por tanto, afrontó de forma más adecuada el partido. Más allá de los planteamientos, porque Emery tenía claro que quería darle la responsabilidad del mando del partido a los de Mel, el equipo verdiblanco estuvo más intenso, presionó mejor y llevó el encuentro más a su terreno. Tiene sentido pues que el mejor de los primeros 45 minutos fuera Ndiaye y que le siguiera Ceballos, que incomodó a Banega en casi todo momento. El Betis mantuvo una presión alta y provocó que los manijeros sevillistas estuvieran más ocultos. Banega aparecía poco, y poco aparecía Vitolo. El Sevilla, de hecho, tardó en entrar en el partido y en los primeros cinco minutos casi ni olió la pelota. Pero esa mejor disposición bética tampoco era garantía de nada. De hecho, apenas pisaba área y careció de oportunidades claras. Una oportunidad que sí tuvo, clarísima, Gameiro, en una de las pocas apariciones de Banega con espacios y sin Ceballos encima. Brindó un pase al francés que lo dejó solo, pero este se topó con Antonio Adán. Precisamente a raíz de ese pase fue cuando se intensificó la presión sobre el argentino. A la mayor intensidad bética se le sumaron además las innumerables faltas, 20 en la primera parte. El partido, pues, tenía poco de fútbol, mucha intensidad y muchos roces. Y ahí, en ese terreno, salía ganando el Betis, que iba a por el partido más por bemoles. El Sevilla sufría en la salida de la pelota, pero mantenía su plan, y en las dos o tres ocasiones que pisó área lo hizo con cierto peligro, pero sin efectividad. El resultado fue una primera mitad en la que el Betis era ganador a los puntos y en la que el Sevilla tuvo la ocasión más clara. La segunda parte comenzó como la primera, con el Betis apretando a la salida de la pelota del Sevilla y con Gameiro teniendo una ocasión clara tras una combinación con Vitolo. De nuevo Adán abortó la clara ocasión nervionense. El conjunto de Emery, eso sí, tuvo la intención de dar un pasito adelante, aunque de nuevo unos minutos de corazón verdiblanco abortaron ese intento de tener más la pelota. Al Betis en ataque le costaba encontrar vías de penetración hacia el área de Sergio Rico. Joaquín pasó casi todo el partido inadvertido y era evidente que no estaba en condiciones físicas (fue el primer sustituido). Rubén Castro ni apareció, y anduvo huérfano de claridad el equipo verdiblanco todo el encuentro, de claridad y profundidad. Y al Sevilla le resultó fácil defenderse. Eso sí, aunque el Sevilla subió algo su punto competitivo, tampoco logró hacerse con los mandos del encuentro. Y eso que pasados los minutos el equipo verdiblanco, sin bajar los brazos, sí que empezó a bajar el ritmo. Pasaban facturas los kilómetros recorridos en la primera mitad y la fatiga apareció, en algunos casos de forma alarmante. Pudo ser ese el momento del Sevilla, pero ahí pecó de falta de ambición quizá y de falta de riesgo. Y así, con un Betis impotente y un Sevilla sin el alma necesaria para estos partidos, se agotó un derbi pobre, derbi al fin y al cabo, en el que el Betis puso corazón y el Sevilla se olvidó del gol. Ahora las perspectivas y las lecturas serán tantas como aficionados. La Navidad, eso sí, se pasará sin alegría ni disgusto con el vecino, otra cosa serán los Reyes.
