Un Sevilla que ni fu ni fa

Así vivimos el Deportivo-Sevilla FC: Iborra empata el partido
El Sevilla sumó un punto en Riazor y mantiene su racha negativa fuera de casa, donde no gana desde el pasado mes de mayo. Al menos, eso sí, sumó, lo que ya es un logro tratándose de un partido a domicilio. Pero esta perspectiva en realidad es bastante pobre para un equipo como el Sevilla, para un equipo que debe sumar de tres en tres y no de uno en uno y que debe aspirar a plantarse en campos como el de Riazor con mucha más autoridad, con mucho más fútbol, con muchos más argumentos y con mucha más eficacia. Los de Emery no tuvieron un plan definido en todo el encuentro, solo el gol de Lucas Pérez removió sus ideas. Y si bien en la segunda mitad, con los cambios, mejoró algo el equipo, tampoco tuvo la claridad necesaria para dar la vuelta al marcador. Solo una magnífica asistencia de Llorente permitió sumar el punto que evita una lectura mucho más crítica. El equipo sevillista sigue sin mostrarse poderoso, más allá de los resultados, y sigue mostrando muchísimas lagunas. De fútbol sobre todo cuando no está Banega, pero también de acierto individual, de aportación de los refuerzos, de claridad en los metros finales. Sigue siendo, ya en diciembre, un Sevilla inacabado que no se define. El Sevilla salió al campo un poco dubitativo, sin saber demasiado bien qué fórmula o qué plan era el idóneo para batir y superar al Deportivo, daba la impresión que esperaba a que el encuentro, de una forma u otra, se definiera, pero sin tener que asumir la responsabilidad. Por eso solo apareció realmente cuando recibió el gol de Lucas Pérez. Antes, ni quería ni podía asumir la posesión, entre otras cosas porque sin Banega, como es habitual, a Krohn Dehli y a N'Zonzi le viene demasiado grande la manija de este equipo. Optaba a veces por presionar arriba, intentar robar y así hacer daño, pero esa fórmula tampoco daba buen resultado porque el Deportivo no se complicaba la vida. El caso es que el encuentro estaba bastante igualado, por lo bajo, eso sí, hasta que el Sevilla regaló el primer tanto, en concreto Sergio Rico. El canterano, que justo antes había hecho una muy buena parada a Lucas Pérez, se comió con todas las letras una falta lejanísima del delantero gallego que nunca debería haber entrado en la portería nervionense. Ese gol ya le puso el partido cuesta arriba al Sevilla, que solo lograba montar sus ataques por las bandas, con Konoplyanka, las incorporaciones de Escudero, o con Vitolo y a veces, menos de lo debido, Mariano. Pero ninguno de ellos ni supo ni pudo desequilibrar en posiciones ventajosas. Y luego, por el centro, por combinación, nada. Y de nuevo se quedaba nublada la construcción sevillista, porque por los costados no había acierto y por el centro porque N'Zonzi sigue sin saber dónde está su sitio en este Sevilla, si es que lo tiene, claro. En Riazor, el francés, aparentemente aseado, impidió al Sevilla crear superioridades en muchos ataques. Consideraba que su labor estaba hecha dando el balón a pocos metros a Konoplyanka, Krohn Dehli o el que por allí pasara, pero se le echa de menos en la incorporación, en zonas de influencia... donde tanto aparecía la temporada pasada M'Bia. Para ser estático, para cubrir las espaldas cuando el equipo ataca, está Krychowiak. Pero N'Zonzi no se entera de dónde puede aportar al Sevilla. A día de hoy su aportación es, si no nula, plana, y el equipo lo nota, porque tiene dos focos previsibles de ataque y ninguna capacidad de sorpresa. Solo cuando Vitolo o Konoplyanka lograban superar a su par, por calidad o por ayuda de su lateral, había peligro, como un pase de Escudero que remató Gameiro forzado u otro acrobático del ucraniano. Pero con poca claridad. El Sevilla no había sido peor que el Deportivo, tampoco mejor, pero con un fallo en la portería se marchó al descanso con un gol en contra y con la necesidad de encontrar nuevas fórmulas para superar a un equipo gallego serio atrás y efectivo arriba, poco más. La segunda parte nervionense arrancó como la primera, indefinida. De hecho fue el Deportivo el que tuvo un par de llegadas peligrosas. Y porque el Sevilla seguía sin saber a qué jugaba y sin tener acierto, Emery decidió dar un giro de tuerca a equipo. Retiró del campo a Vitolo y Konoplyanka, sus dos bandas, poco lúcidos todo el partido y sobre todo muy previsibles, para dar entrada a Llorente y a Reyes e intentar cambiar la fórmula de juego. Se plantaba el Sevilla con dos delanteros y con la intención, se supone, de jugar más por dentro, porque tanto Reyes como Kroh Dehli, aunque a veces se dejaban caer por las bandas, actuaron por el centro del campo. Pero la verdad es que el Sevilla no generó fútbol, ni ocasiones. Reyes y Krohn Dehli casi nunca estaban cómodos para intentar en tres cuartos crear ni pases ventajosos ni superioridades. Y, si bien es verdad que ese movimiento no generaba mejora en sí, sí que provocó que Mariano y Escudero llegaran con algo más de desahogo al centro. Lo que ocurría es que casi siempre sus pases laterales eran erráticos. Para uno que Mariano metió en el área con esa comodidad que echaba en falta en otras ocasiones, Llorente se inventó una asistencia con el pecho que dejó a Iborra (llegando, algo que no hizo N'Zonzi) solo para rematar y empatar. Tuvo más claridad el riojano en ese pase de pecho que todo el Sevilla en su juego de ataque en toda la noche. El gol alimentaba las esperanzas del Sevilla, pero en realidad solo eso. El Deportivo intentó reaccionar en el cuarto de hora restante, aunque sin demostrar demasiado, en realidad no lo hizo en todo el partido. Y el equipo nervionense, con el empate, siguió sin definirse, como el resto del encuentro. Apenas unos rebotes con cierta incertidumbre en el área de Lux, pero ni un remate peligroso. En realidad, el Sevilla no puso que hacer con el empate, o dio esa impresión. No supo si ir a por el partido o mantener el punto, si exponer o guardar. Y así, en un partido indefinido, con un conjunto nervionense sin demasiadas ideas, al menos rascó un punto. Tampoco se mereció más, ni menos.