Camino cerrado
Así vivimos el Celta-Sevilla
Así está la clasificación
El Sevilla se cerró este domingo en Balaídos uno de los caminos abiertos hacia la Champions. Quizás no matemáticamente, pero sí virtualmente, pues a falta de seis puntos queda a tres del Valencia y con el golaveraje perdido con los che. El partido ante el Celta fue de los peores que se le recuerdan al conjunto sevillista, por juego y disposición, pues no estuvo casi nunca metido realmente en el partido, ni con el resultado a favor ni con empate. Se notó en el plantel, en los que salieron de inicio y en los que se incorporaron durante el partido, que la batalla real del Sevilla está en Florencia y, si cabe, en Varsovia. Mal partido de los nervionenses, que rascaron un punto insuficiente en Vigo y que depositan toda su apuesta en la Europa League. El camino se cerró a partes iguales por cansancio, físico pero sobre todo mental, y porque evidentemente el Sevilla ha dado prioridad a la competición europea a la persecución tras el Valencia. El Sevilla, sin Emery en el banquillo pero con muchos cambios sobre el césped, planteó el partido de forma diferente a como acostumbra. Es una de las virtudes de este equipo. Ante la Fiorentina mostró varias caras en un mismo partido, ante el Celta salió con una diferente. Para empezar, con dos delanteros, Aspas y Gameiro, y con Diogo de interior con Coke por detrás. Pero más que por las posiciones, el conjunto nervionense mostró una disposición diferente. Sabía cómo gusta al Celta llevar los partidos al intenso ritmo, al ida y vuelta, al correcalles, pero el conjunto sevillista no estaba por la labor, se plantó en el centro del campo, esperó y eligió intentar hacer daño a su rival por la sorpresa más que por la posesión. Es decir, el Celta dominaba, pero cada vez que llegaba el equipo hispalense creaba peligro. Tanto, que a los siete minutos ya se adelantó el Sevilla con un magnífico gol de Gameiro tras una gran jugada colectiva, nacida en una recuperación en la otra punta del campo y la combinación de Krychowiak, el regate de Navarro, la conducción de Denis y la definitiva pared del francés y Aspas. El tanto inquietó a los locales porque veían que dominaban pero no pegaban, mientras que el Sevilla, sin tenerla, creaba peligro, llevaba la pelota arriba con cierta ligereza y o marcaba, o estaba a punto hacerlo: Gameiro falló una clara bajo palos y Arribas mandó otra al palo. Mérito de las llegadas las tenían, por cierto, los Denis, Aspas y el mismo Gameiro, que a lo mejor no intervenían de manera continuada, pero cuando lo hacían lo hicieron a fe y con verdadero peligro. También pudo hacer alguno al Celta, sobre todo en un remate claro de Charles en el área en un desajuste de los centrales. El caso es que el Sevilla, sin ser mejor, con algunas actuaciones discretas, jugaba el partido con más inteligencia y le dio réditos en la primera parte. Pero quizás apuró demasiado esas fórmulas durante la segunda. Sobre todo porque a medida que avanzaban los minutos parecía que el partido se le venía más encima, física y mentalmente. El centro del campo prácticamente dimitió del encuentro. Iborra y Krychowiak casi nunca ganaban los balones divididos y pocas veces distribuían con sentido. Además, estaban faltos de intensidad y de gasolina. Así fue cediendo cada vez más y más metros y le resultaba a los de Emery más y más complicado salir de la cueva y crear peligro arriba, que lo creaba cuando ocasionalmente lo lograba, como en un par de llegadas de Gameiro a buenos pases de Aspas que desaprovechó el galo. Pero lo habitual era que atacara el Celta, que la tuviera y la moviera, sin demasiado remate, eso sí. El remate, y el gol, se lo concedió Arribas en un inocente penalti cometido sobre Charles al expandir los brazos más de la cuenta. Ese fallo costó el gol del empate y una dosis de confianza al rival. Porque a partir de ahí se creció el equipo vigués y tampoco los cambios cambiaron demasiado la faz sevillista, ni Bacca ni Vidal ni Vitolo. El conjunto gallego intentó incluso meter una revolución más al partido, sumando más jugadores arriba, pero el Sevilla no aprovechaba los espacios, no trenzó ni una contra decente que inquieta a Sergio Álvarez en los minutos finales del encuentro. Por el contrario, todo eran imprecisiones, fallos y errores no forzados de los de rojo que tampoco supieron aprovechar los célticos. El partido se agotó con más posibilidades incluso del triunfo local que el sevillista, con un empate insuficiente que, irremediablemente, pone el foco en la vuelta de la semifinal en Florencia y en la Europa League.
