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'Sevillarreal'

Coke celebra su gol, el 0-1 del Sevilla.
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Se podrá ir Unai Emery de vacaciones a Villarreal, si le place el lugar, que eso es otra historia. Podrá fundar peñas sevillistas la federación en la localidad castellonense, si lo ve oportuno. Podrá hacer lo que quiera el Sevilla en el feudo del conjunto amarillo, si lo cree necesario. Porque en 10 días ha quedado claro que cada paso del Sevilla por estos lares se convierte en motivo de alegría y satisfacción. Con más o menos brillantez, con más o menos acierto, con más o menos fortuna (dos palos repelidos), pero con autoridad siempre. Volvió a ganar el conjunto nervionense en tierra amarilla, sufriendo en la primera mitad, machacando en la segunda, pero ganó y se llevó tres puntos que lo siguen manteniendo vivo en la pelea, complicada, pero pelea al fin y al cabo, por la Champions. Tienen una buena noticia el Villarreal y Marcelino, que no se verán más esta temporada con el Sevilla y con Emery, que ha dado un señor repaso en diez días a su colega.   Fue este partido, todo hay que decirlo, menos claro para el Sevilla. Más allá del resultado, el conjunto hispalense sufrió, bastante. En la primera mitad sobre todo, cuando el guion de partido nervionense se traspapeló y se convirtió en color amarillo. Ahí surgieron Pareja, los rebotes y hasta los palos. El caso es que el Villarreal dejó vivo al Sevilla y un Sevilla vivo, mata, como sucedió en la segunda mitad. A su modo, en su terreno, a su forma, con su instinto. Pareció increíble que, por ejemplo, la primera mitad acabara sin goles. Primero por las que tuvo el Sevilla, varias claras de Carlos Bacca, pero sobre todo por las que tuvo el Villarreal. Hasta tres balones salvó por ejemplo Pareja cuando se dirigían hacia la portería. Una de hecho sobre la línea de gol. A ello hay que sumar un palo de Moi. Sergio Rico también tapó alguna aunque otras las dejó peligrosamente muertas. El caso es que hubo ocasiones por doquier, en ambas áreas, y resultaba extraño que ni un gol subiera al marcador. El porqué de tanta ocasión estaba en algunas deficiencias localizables en el conjunto nervionense. Defensivamente no anduvo tan disciplinado en la primera mitad. Los centrales, los laterales, muy cerca de su área, no encimaron como debían, dieron demasiados metros y eso permitió al Villarreal disfrutar de toda suerte de remates, pases y vías de penetración. Una segunda razón de tanta llegada amarilla se encontraba en las dificultades que tenía el Sevilla para sacar la pelota de atrás. Sobre todo por fallos propios, con un M'Bia muy desaparecido. Sin referencia en la posesión, los balones venían más que iban, las pérdidas se sucedían y eso regalaba al rival el don de la continuidad y el ritmo, sobre todo a partir de los 20 minutos. Hasta entonces, el Sevilla sí se encontraba más cómodo porque dominaba de nuevo el juego aéreo, la zona de rechace (casi marca Bacca en una acción de este perfil) y también durante unos minutos controló la pelota en campo contrario. Luego, cuando llegó la avalancha amarilla incluso de nuevo asustó el Sevilla, pero de forma muy puntual. Una carrera de Iborra que acabó con remate precipitado de Bacca y otro disparo de Diogo.   La tendencia era la prevista en los planes iniciales sevillistas, posesión del Villarreal, llegadas claras, aunque más contadas, y remates del Sevilla. Pero llevada demasiada al extremo, hasta sufrir demasiado atrás y apenas salir de forma muy ocasional a la contra. Por eso tenía Emery cosas que corregir en los vestuarios. Ajustar piezas, líneas, espacios para que de nuevo el plan se engrasara. Lo fundamental era la zaga, y a fe que corrigió el Sevilla. Lo que eran ocasiones, fugas, tras el descanso se convirtieron en tapones, a lo que ayudó además la entrada de Fernando Navarro por un irregular y lesionado Tremoulinas. Y a más firmeza, más recuperaciones, más salidas con el balón y más contras. Meritoria y casi alcanzando la perfección fue una que inició el internacional Vitolo marchándose en la banda de dos, sacando la pelota cuando ya caía para Bacca y que el colombiano prolongó hacia Diogo. A partir de ahí destapó el luso su tarro de las esencias, ese que a veces le lleva a cometer absurdas faltas o penaltis pero del que salen también maravillas como la asistencia, de tacón, a su compañero de banda, Coke, que acompañó la jugada. Los dos miembros de la banda diestra que se inventó Emery para este encuentro resolvieron a lo grande y el Sevilla se adelantó al Villarreal y puso el partido, esta vez sí, donde verdaderamente quería. El gol, en una tarde fría, congeló aún más los ánimos en El Madrigal, en el césped maltrecho y en las gradas. Perdió fe el Villarreal en sus ataques, que además eran cada vez más contados, menos claros y más embarullados. Y ganó confianza el Sevilla, que empezó a ganar en todas las acciones a su rival. Más aún con Banega en el campo por un cansado Iborra. La entrada del argentino dotó al Sevilla de más salida de la pelota y lo agradeció el equipo en forma de un segundo gol. Porque el mismo Banega apuró una conducción hasta lo ideal para dársela en ventaja a Coke de nuevo en la banda derecha. La puso el madrileño y tras peinar un futbolista del Villarreal la pelota llegó a Vitolo, que en volea, acomodando el cuerpo como requiere un internacional, remató sin dejarla caer para batir de forma elegante a Asenjo y marcar a fuego el nombre de Emery y el Sevilla en Marcelino y El Madrigal. A partir de ahí, alguna ocasión local y también alguna del Sevilla, pero un partido decidido, como cada duelo que enfrenta a estos dos conjuntos. El equipo hispalense, además de seguir vivo en la pelea por la Champions (a cuatro puntos del Atlético, a cinco del Valencia), deja a seis por detrás al Villarreal y con el golaveraje a favor... y vivo en la Europa League.