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Una humillación con todas las letras

Rubén Castro, con semblante serio durante el partido.
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Al Betis se le ha derretido a la primera el maquillaje de líder. Gatillazo en toda regla. Esperpento a unos niveles que parecían desterrados del Villamarín. Baño, burreo, humillación. Escojan ustedes el adjetivo que más les guste. Da lo mismo. La conclusión es que el Betis fue un fantasma hoy. Se termina la racha de 15 partidos sin perder de una manera escandalosa. El Leganés bailó al Betis con un hombre menos y el resultado, como lo leen, se quedó corto. ¿Explicación? Racional no existe. Suspenso general, incluido el banquillo, que no mostró capacidad de reacción ante el dantesco espectáculo que se estaban viendo.    El Betis perpetró una primera parte infame ante el Leganés. Salió nuevamente esa etiqueta maldita de 'Curro Betis', simpática para el aficionado que carezca de ambición, pero que lo único que transmite es escasa fiabilidad y fuegos de artificio. Un lastre. Los primeros 45 minutos del Betis hoy han sido lo peor que se ha visto en el Villamarín esta temporada. Y ojito, que hay mucho donde elegir. Si Julio Velázquez está en el banquillo esta tarde, el club tiene que llamar a los geos para sacar al entrenador. Qué cosa más terrible. No se puede decir que el equipo no estuviera avisado. Se dijo durante la semana por activa y por pasiva. Era una prueba de fuego ante un rival de menor entidad. Pues nada. La puesta en escena, más allá de una primera ocasión muy clara que Jorge Molina mandó al limbo al tardar una eternidad en armar la pierna, no hubo nada. Bueno, disculpen, hubo mucho, pero todo lo puso el Leganés. El Betis ha hecho primeras partes muy malas, pero nunca estuvo a merced de un rival en su casa de esta manera tan brutal. Ha sido lo que coloquialmente se conoce en el recreo como un burreo. El Leganés tocaba y tocaba, llegaba al área, tocaba en el área, se recreaba, disfrutaba y generaba una ocasión tras otra. Un aluvión de fútbol. El primer gol llegó en un acción individual fantástica de Eraso, aunque contó con la inestimable ayuda de Jordi Figueras y de un Casado al que se le notó tremendamente la inactividad. Si hoy era la oportunidad para pedir la camiseta de titular, me temo que tendrá que esperar sentado. Eraso batió después a Adán por el palo corto. Un cúmulo de despropósitos que acabó en el primer gol. Un tanto que bien podía haber llegado antes, por ejemplo en un gol mal anulado al conjunto madrileño. Las ocasiones se sucedían a favor del Leganés ante a mirad atónita del aficionado, que no reconocía al equipo que derrotó al Valladolid y a Las Palmas las dos últimas semanas. Diamanka pareció ayer la mejor versión de Essien en su tiempos del Chelsea. Qué despliegue y que poderío. Precisamente Diamanka abrió la puerta de la esperanza al belicismo, con una expulsión tonta por doble amarilla en el minuto 40. Parecía que el partido podía cambiar y lo único que llegó fue el segundo gol del Leganés al borde del descanso a la salida de un saque de esquina. Rara vez un gol ha sido más justo y a la vez más doloroso. El Tourmalet que esperaba tras el descanso era demencial. Mel trató de cambiar la dinámica a la media hora metiendo en el campo a Dani Ceballos por Portillo. Señaló al malagueño en una sustitución que nadie entendió. Hombre por hombre. Poco cambio para el lavado de cara que necesitaba el Betis. Nada funcionaba. Encefalograma plano. La segunda mitad comenzó con gol del Leganés, sí el tercero y el segundo con un hombre menos. Postigo enviaba a la red un barullo en el área ante la caraja descomunal del equipo. Para llorar. Nadie entendía nada.  Mel metió a Vadillo y Rennella, pero el naufragio estaba consumado. Al menos, fueron minutos para el canterano, para que vaya cogiendo ritmo. Lo intentó y se le vio entonado, pero poco más. Jorge Molina marcó en el minuto 73, gracias al empuje especialmente de Vadillo. El público volvió a soñar. Se le metió toda la presión del mundo desde la grada al Leganés y sufrió el equipo madrileño. El Betis se creció y tuvo opciones de meterse en el partido. A falta de quince minutos, Rubén Castro tuvo una buena ocasión, pero cruzó en exceso el esférico ante la salida de Serrantes. Fue una batalla contrarreloj a la caza y captura de una machada que el Betis, realmente, no había merecido. El Betis, al menos, le echó casta en la última media hora. Sólo faltaba. Fue suficiente para mejorar la imagen, pero insuficiente para borrar la humillación de la primera hora.