Un castigo merecido

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Krychowiak, autor del gol, en el partido ante el Getafe.
  • Así está la clasificación

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El Sevilla cayó ante el Getafe merecidamente en el Alfonso Pérez en un partido en el que los nervionenses hicieron poco para evitarlo. Un planteamiento extraño, tozudo, con mucho juego por dentro, nada por fuera, muy antinatural en definitiva. Unos jugadores pesados, sin chispa, poco precisos. Una defensa debilucha, sin firmeza, con un Diogo infantil y un Kolo blando. Un centro del campo numeroso, cuantitativo más que cualitativo. Y errores puntuales que facilitaron la labor del rival. Un cóctel que extrañamente podía deparar nada bueno para el conjunto de Unai Emery, que planeó un encuentro que es de esperar que no fuera parecido al pestiño que quedó parido por los hispalenses. Es de esperar al menos.  La fórmula ideada por Unai Emery, entrenador del Sevilla, para afrontar el partido ante el Getafe no resultó viable. Por varias razones. Primero porque las piezas elegidas apenas se mantuvieron en el campo 15 minutos. Los que tardó M'Bia en lesionarse muscularmente. Se marchó lesionado a la Copa de África y prácticamente ha vuelto lesionado. Ante la baja del camerunés, ese once tan fortalecido por el centro, tan fuerte físicamente, tan presto en los balones aéreos, comenzó a presentar fugas. El técnico insistió en la idea y dio entrada de Diogo en el lateral y Coke se marchó al centro del campo. Con todo, con los minutos, el Sevilla atenuó el ímpetu inicial getafense, que arrancó presentándose habitualmente en la frontal del área que defendía este domingo Sergio Rico. Es más, hasta pudo marcar en otra clara ocasión de Iborra, que parecía arrastrar las cadenas de los fallos del Bernabéu. No acertó el valenciano y pese a que Banega ponía de su parte a la hora de construir, no tenía ni profundidad ni claridad el Sevilla en los metros finales. Estaba el partido en un punto muerto bastante anodino, sin que un equipo pudiera claramente con el otro, sin que individualmente los duelos se ganaran de forma abrumadora. Y entonces apareció Diogo, una auténtica bomba de relojería en manos propias. El penalti presentaba alguna duda, pero en el caso del luso casi da igual. Metió la pierna de forma inoportuna y el colegiado señaló la pena máxima que se convirtió en el tanto local. El choque alteró el marcador, aunque no demasiado el desarrollo de un partido en el que las fuerzas estaban equilibradas. El dominio era muy alterno, las aproximaciones poco claras, aunque si el Getafe gozaba de más era porque a fallos ganaba la defensa nervionense. Anda varios encuentros dubitativa y no fue un excepción el partido de este domingo. Kolo regaló un par de ocasiones, otra Diogo, incluso ambos se ponían de acuerdo para propiciar ocasiones rivales, como una que salvó doblemente Fernando Navarro. No se encontraba el Sevilla demasiado con la pelota y, para colmo, seguían cayendo sus futbolistas en lesiones como moscas. Fue además uno de los mejores en el partido, Aspas, al que le tocó. Para paliar su ausencia tiró Emery del canterano Juan Muñoz. Y el joven futbolista tuvo una acción de mérito en el que acabaría siendo el empate sevillista. Originó una acción de ataque con un bonito recorte en el costado del área que continuó con un rechace de Naldo que aprovechó Krychowiak de manera descomunal. Armó un disparo el polaco que entró como un obús en la portería de Jona desde la frontal del área.  El empate parecía que animaría al equipo hispalense, pero nada más lejos de la realidad. El Getafe no tardó en reaccionar a ese tanto y meterse en campo contrario. Es decir, meter más miedo al Sevilla, que además no conseguía armar ni una contra decente. Tampoco ayudó la entrada de Denis por Bacca, pieza que insistía en la idea predominante del partido, por el centro, nada por banda. El gallego, en la línea de sus últimos partidos, tampoco aportó nada desde el banquillo. Y sin nada que aportara el Sevilla, el Getafe al menos lo intentaba y buscaba el área contraria. Y cuando juegas cerca del portero contrario, suceden cosas, jugadas, acciones, disparos... fallos del portero. Se había mostrado firme hasta entonces Sergio Rico, en el centro de todas las miradas tras la lesión de Beto. Y el canterano no anduvo acertado en la jugada que acabó significando el 2-1.  Un 2-1 que ya enterraba el partido y enterraba a un Sevilla con cara de muerto desde el inicio de la tarde en el Alfonso Pérez.