Elecciones al Patronato Andaluz

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Es otro síntoma inequívoco de la crisis de la democracia. Ante todo, los candidatos (las ¾ partes) han hecho una campaña difícil de superar. A nivel de retórica, de pegada y del contenido material de sus mítines no han enchufado. La gente va a votar por intereses económicos, profesionales. Algunos votarán por romanticismo ideológico. Otros analfabetos cúbicos votarán atraídos por la exótica novedad de volver a ver al franquismo electo. Los jóvenes, en su mayoría, no votarán (ojalá me equivoque). Algunos anarquistas votaremos por la única razón de frenar a la derecha (aunque, siendo fieles a la realidad andaluza, la derecha tiene suficiente habilidad como para frenarse sola; pero por si acaso…). El derecho democrático a ejercer el voto ha sido seriamente contrarrestado por la pésima calidad de la campaña de sus candidatos (de sus ¾ partes), hasta el punto de que, no votar, no pueda ser considerado un ejercicio de irresponsabilidad ciudadana, y la abstención sea —hoy más que nunca— una opción lógica y legítima. No es para menos. Si esto es lo que hay en venta, nada me gusta lo suficiente como para alquilarlo por cuatro años. Qué tendrá nuestra democracia que, al contrario de cómo ocurría hace tres o cuatro décadas, el desinterés y la apatía política suele ser proporcional al nivel de capacidad y rendimiento académico de nuestro joven alumnado. Doy fe. La efervescencia social que se respiraba en las aulas de los institutos de los ochenta se ha esfumado hasta el punto que tiene que ser el profe de filosofía el que inste (casi obligue) al debate de la cosa pública, sabiendo que cuenta de partida con la resistencia inicial del alumnado, que prefiere que le hables de la lateralidad del cangrejo moro antes que de política. Cuesta un trabajo enorme —y varias clases— ir convenciéndolos de que la cosa pública es asunto de toda la sociedad, que ser apolítico no vale a menos que vivas en una cueva y que los tiranos existen porque los mantenemos nosotros. Al final, ceden (o lo parece). Pero reconozco que, tal como acaba la clase, vuelven a los grupos de wasap. De poco vale que se les venda la gestión de la cosa pública como el primer asunto en el que deben intervenir, que lo que está en juego es —nada más y menos— que su presente y su futuro. “Saben” que está la cosa negra, y que los que salen en la tele hablando sin decir nada no van a cambiar la cosa. Quizá esta consecuencia sea más descorazonadora que la propia causa que la provoca. “El concepto de política va inexorablemente unido al de poder…”, dicen mis apuntes en el tema titulado Justicia y Derecho. El poder del Estado. Siempre hay alguien que completa la frase desde la última banca “al de poder… y al de DINERO, ¿no, maestro? —Inicialmente, no— respondo resignado. Pero es evidente que en la política actual hay un rabioso interés de lucro y enriquecimiento (normalmente ilegítimo e ilegal) que convierte a las dos mayores tentaciones humanas —el poder y el dinero— en las dos caras de la misma moneda. Y son tan conscientes de ello que, cuando explico el optimismo antropológico de Rousseau, no sé si decir eso de que “el poder corrompe al hombre” o ya invertir los factores y dejar claro que hoy día es “el hombre (y la mujer) quien corrompe al poder”. Rousseau me va a perdonar, pero la chavalería no es tonta e identifica de inmediato a la política con la estafa, la promesa incumplida y la corrupción institucional. Mucho habrán de cambiar las cosas para que las nuevas generaciones vuelvan a ver la cosa pública como algo suyo. No les interesa. Les resulta absolutamente ajeno. No saben. Y lo poco que saben lo saben mal. No sé qué le cuentan en casa. Y hasta ahí no quiero llegar. Aunque lo imagino. Lo deduzco. Sobre todo cuando das clases en institutos de barriadas deprimidas… La enemistad entre la clase política y la ciudadana no es más que el diagnóstico de una catástrofe social provocada por los propios políticos de nuestra era (que no saben ni hablar, cagoenlaputa, hecho normal cuando la mayoría no han llegado en la facultad más lejos del bar, mientras sus respectivos partidos han estado detrás de la compra efectiva de sus titulaciones). Aunque tengo que decir, haciendo honor a la verdad, que, al menos, una de las candidatas no entra en este saco y se ha pegado un curro de categoría con el peso extra de un vientre gestante. El resto no es más que un motivo para zapear. La política profesional está hoy tan lejos de la ciudadanía (y de la filosofía de la historia) que no sabe ni elaborar un discurso. A veces me pregunto quién carajo se los escribe. Como igualmente me pregunto qué interpretan quienes los escuchan. También me come la curiosidad de saber quién diseña la estrategia para que los militantes irrumpan en aplausos cuando “adivinan” los versos finales (porque a los mítines, además de la militancia aspirante, delfines y panzas agradecidas, solo acuden vendedores de latas y bocadillos). Lo peor de esto es que está en juego el Patronato Andaluz. ¿Patronato? Parlamento. En qué coño estaría yo pensando un día tan importante como el de hoy.

“De ver, tanta y tanta bandera. De ver, y no verde ni blanca. De ver tanta gente unida por su tierra, tan Sagrada la Familia de la Rambla. De no ver el verde esperanza ni sangre andaluza que hierva… Me pregunto si algún día de la baja Andalucía se levantara una raza con coraje y rebeldía para convertirla en patria. Me pregunto si pa que te echen cuenta y no seguir siendo el culo de España, basta solo con hablar otra lengua o hay que usar pasamontañas… España nos tiene olvidá; y más si gobierna el azul… Y más si el que lleva el capullo desprecia el orgullo de ser andaluz. Me pregunto si algún día, daremos el paso al frente Y enseñaremos los dientes con sangre y con valentía. Y si puedo todavía soñar de alguna manera que de una vez puñetera, se levante Andalucía. Que no puedo soportar, que no puedo soportar, que Mientras mi pueblo canta, en toda la humanidad, en toda la humanidad los pueblos pobres se levantan. No se trata de alzar una bandera, ni de España, ni dentro, ni fuera Ni andaluza, ni señera. No se trata de ser una patria sin más, sino que en la carrera por la dignidad Andalucía se ponga primera.” Los Mafiosos. Juan Carlos AragónJUAN CARLOS ARAGÓN