Los más gaditanos de Cádiz

No puedo con mis paisanos, primo, me ponen en el palo. Bueno. Con todos no, con la mitad más uno, para ser exactos. Me jode en el alma que hasta los mismos gaditanos reconozcan su apatía, porque es la propia apatía la que les impide dejar de ser apáticos, al igual que los carajotes no dejan de serlo por eso mismo, porque son carajotes. Pero entre el apático y el carajote hay una diferencia importante. Cuando le dices a un tío que es carajote, por lo menos se enfada. Pero si le dices que es apático, se queda igual, valga la redundancia. Ahora primo, entre nosotros, la apatía de los gaditanos es muy relativa, muy particular. Y ya toca matizar este apellido tan constitutivo de nuestra personalidad colectiva. Con el panorama social catastrófico, el político demoledor y el económico ni te cuento, el domingo teníamos la oportunidad de sobresalir en el mapa por un motivo más chulo que el de ser capital del paro o el de las jodidas barras de levante. Si el bipartidismo había desilusionado a los votantes durante el último lustro, en esta ocasión había papeletas nuevas para llenar las urnas de aire fresco, a la izquierda y a la derecha, listas alternativas de gente que aún no estaba quemada ni corrompida: sentido para votar, para devolvernos a nosotros mismos una auténtica democracia. Lo que estaba en juego no era ni más ni menos que el futuro gobierno de nuestra ciudad, la Tacita de Plata, la de los dos puentes pa ná. Bastaba solo con levantar los huevos del sofá o el codo de la barra. El argumento del “son tós iguales” no valía porque más de la mitad de los que se presentaban eran políticamente desconocidos. Incluso otrora a priori “pa que luego pacten” podía haberse evitado esta vez precisamente votando. Pero que va. Un carajo pa mí y otro pa Cádiz (y, de propina, otro pa la democracia). En lo personal, me quedé con las ganas de sentir el honor de ver a un compañero comparsista como candidato más votado a la alcaldía de mi tierra. Lástima de los radicales antifascistas que no pudieron votar porque tuvieron que ir a Oviedo, ya que fueron votos que el Kichi perdió en beneficio de la inquilina cántabra de Vistahermosa. Acabar de una vez con un ayuntamiento de derechas era importante, pero, por lo visto, mucho más importante era salir de 2ªB. Los autobuses gratis para Oviedo surtieron el efecto electoral esperado. 2.000 gaditanos no votaron. Los otros 30.000 que no votaron, menos gaditanos que los 2.000 anteriores, está claro, no necesitaron autobuses gratis para ir a ningún lado. Fueron lo que las encuestas llaman “indecisos” que, en el caso concreto de Cádiz, se quedaron pensando a quién votar dentro de cuatro años. Además, no comparemos: elecciones a la alcaldía habrá también en 2019, en 2023 y en 2027. En cambio un ascenso a 2ª sabe Dios cuando podrá volver a vivirse. El gol del empate del Oviedo me cayó como un jarro de agua, pero el décimo concejal del PP me cayó como uno de fuego, y eso que era Vicente Sánchez. Espero que prosperen los pactos por la izquierda, que el Kichi sea alcalde y que el Cádiz ascienda. Aunque me da que mis tres deseos a la vez no van a cumplirse. Bueno. Esto es Cádiz, primo. Poquito a poco. JUAN CARLOS ARAGÓN