Los 3 juegos de mesa clásicos para sacar en Navidad y mantener en la estantería
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La idea de crear una puerta de entrada para los newbies en los juegos de mesa es un falso mito en la historia del entretenimiento y del ocio, porque la realidad es que no hay una sola puerta para el jugador de juegos de mesa. Cada persona necesita un espacio propio para entender cuál es su estilo, ya que la experiencia que tenemos cada uno de nosotros depende del background, de los recuerdos de cuando éramos pequeños, de si había Parchís en casa, un Trivial, el Uno o un Hotel. Y aun así, esa sensación de recuperar una y otra vez clásicos tiene varios nombres irrepetibles que vuelven cada Navidad a las mesas de millones de familias.
Esa toma de contacto inicial se convierte con el paso de los meses en enamorados de los juegos de mesa después de pasar por una puerta de entrada tan cambiante como la persona. Y en estos casos es fácil atrapar a conocidos y cercanos hasta generar una conexión, tanto a jugadores pasivos como a personas que no son conscientes de ser ese perfil que va tras los juegos de mesa. No hay realmente niveles, sino formas de entender el entretenimiento para entrar en él.
En esa ventana de oportunidad la única marca es la edad, una señal habitual para saber dónde colocar este o aquel juego. Hablo de un cupo de juegos que quizás a los más alejados del sector les pueda sonar, pero que quizás no hayan probado de manera definitiva. Son, digamos, santo y seña de ese grupo de amigos, de familiares, de colegas que en algún momento se han sentado a decir: "Vamos a echar una partida".
En ese escenario hay tres o cuatro juegos que funcionan de manera variada para según qué grupos y que son perfectos para abrir boca de alguna manera. Y rompo con mi premisa inicial porque encajan en algo indiscutible, colocar ese 'gusanillo'; en jugadores que pueden ver los juegos de mesa de otra manera si todavía no han caído enamorados como el que escribe estas palabras rodeado de estanterías repletas.
Azul, el juego de cabecera
Parto de Azul porque es uno de los juegos a los que más horas le he dedicado en mi vida más allá del envenenamiento de los TCG y LCG. Este abstracto con draft de piezas y colocación de azulejos es la base para entender el todo en pos del entretenimiento. Es de los juegos que hace mesa con más facilidad porque parte de la sencillez para adaptarse al tipo de jugador, porque tiene competición, estrategia, control de mesa y un toque que recuerda a lo mejor de otra época.
Las reminiscencias a Tetris o Tres en Raya son sólo un primer sorbo de este juego cuya premisa pasa por colocar tu propio tablero de azulejos de la mejor forma posible para ganar más puntos que los rivales. A poco que entiendas un par de reglas lo tienes, no es complejo de entender, pero la complejidad avanza según la necesidad del jugador y las horas que hay detrás de partidas y de las expansiones. Por eso es un juego que funciona increíblemente bien en grupos de amigos donde ya hayan echado 30 partidas y en los que no.
Azul es saber medir al detalle cada decisión para componer esos combos de azulejos en los últimos puntos para conseguir el multiplicador. Y la esencia está en controlar eso y al mismo tiempo coger esa ficha que no quieres para evitar el combo del siguiente jugador. Además es muy fácil ayudar a alguien que empieza a jugar para que lo entienda, y luego en una segunda partida ver cómo le saca brillo a ese aprendizaje automático.
Un juego de mesa eterno que sale en segundos: Dobble
El caso de Dobble es el juego que uno sueña crear, porque es algo que se va a quedar eternamente, en ese espacio donde aparecen los juegos de primera toma de contacto. Al mismo tiempo, es también una posibilidad para alimentar esa mano rápida entre grupos de amigos. Es un juego generacional que siempre tienes que tener a mano. El santo y seña de esa mecánica se ha convertido en tantos otros símbolos y ha atrapado tantas otras IPs para crear variantes del mismo juego, que solo eso te dice que no solo hay un éxito detrás, sino una idea que ha sembrado un estilo.
Dobble es un juego muy sencillo, perfecto para niños y jugoso para grupos de amigos que se quieran picar a ver quién tiene los reflejos más rápidos para activar distintos sentidos. La base de esa unión hace que la sencillez de encontrar el único símbolo que se repite en dos cartas, una sola idea con un puñado de tarjetas y unos dibujos, se convierta en algo tan fácil de mantenerse en la memoria colectiva. En la lista de los primeros juegos de mesa que se te vienen a la cabeza, indudablemente, e independientemente de los gustos de cada uno, creo que Dobble está en un Top 5 o Top 10 de esta generación.
Dobble es seguramente el juego más rápido de poner en mesa entre explicación y montaje, en segundos estás jugando y en un par de minutos repites partida. No tienes ni que explicar las reglas a nadie; empiezas a jugar y el que no lo sepa, después de una ronda ya lo entiende. Es divertido, es pasional, te vas a dejar algún que otro arañazo, y vas a ver qué amigo tuyo se corta las uñas y cuál no.
Es uno de esos clásicos eternos sin los que es imposible entender cómo han evolucionado los juegos de mesa hoy en día, porque digamos que esa base sencilla que triunfa es como el Parchís y el Juego de la Oca de esta era. Aquello fue el inicio de otro tipo de juegos y este es el presente con el que se ha manejado un poco el ciclo de juegos de mesa más básicos.
El primer viaje pasa por acompañar a los Aventureros al Tren
Aventureros al Tren: Europa es a mi juicio el juego quizás más interesante de este pack. El hecho de trazar un camino en un mapa apoyado en cartas se apoya en lógica y en la táctica para ofrecer un recorrido muy interesante. La definición única para entender la experiencia es lo satisfactorio de cada partida sea cual sea el final, porque el transcurso tanto de la versión Europa como de todos sus apellidos es excelente.
Es el juego ideal para regalar al que le ha picado el gusanillo por primera vez tras probar algún juego de mesa. Guarda ese regusto de "voy a empezar a llenar mi estantería"; con esta genialidad como uno de esos tres o cuatro juegos iniciales. Un tren, un vagón y tres opciones para avanzar es sólo la base para entender el triunfo de la rejugabilidad y a su vez del descubrimiento del propio jugador. Porque Aventureros al Tren va de marcar una ruta, completarla, crear destinos y sumar puntos en el intento de no restarlos. Fin.
Es un juego especial por su equilibrio pero sobre todo por la conectividad entre su temática y la sensación jugable. Tiene el pack perfecto de lo que debería ser un juego de mesa, y además función con todo. Yo tengo un par de ejemplos con una persona que nunca se iba a acercar mucho a los juegos de mesa y se interesó mucho en Balatro, por ejemplo (acabáramos con comparar un roguelike anclado al póker con esto), y también con un grupo de primos jóvenes que, bueno, no estaban muy dados a los juegos de mesa.
Ambos chocaron en una misma partida en la que tomé el rol de narrador y acompañante en reglas. La recuerdo con mucho cariño porque al año siguiente, en esas Navidades, todos me pidieron con antelación el juego para volver a repetirlo. Es algo bonito porque marca a gente que se ha quedado con esa sensación desde hace meses, y pesa como un título recurrente.
Con sólo pensar el bloque de posibilidades para Navidad, para una quedada próxima o para derrumbar esa puerta de entrada imaginaria, todos clavan esa identidad. Es como comprar el tiempo y a la vez un peaje para caer en esta trampa adictiva de la que no queremos salir.

