Tierra Santa no se mancha

El Sevilla estará este viernes en el sorteo de los octavos de final de la Europa League tras superar la eliminatoria ante el PSV Eindhoven no sin sufrimiento, no sin intriga, no sin sacrificio. Pese a la rotunda ventaja de la ida, con el 3-0 del Sánchez Pizjuán, el equipo de Sampaoli se complicó la vida hasta pedir la hora por una recta final de encuentro lamentable, desastrosamente gestionada desde el banquillo (los cambios no son el fuerte del técnico argentino) y en el campo, donde una excesiva relajación casi dan al traste con la ventaja de la ida. El caso es que el partido lo acabó perdiendo 2-0 el Sevilla y sufriendo ante un Luuk de Jong y un Fabio Silva que complicaron a cabezazos la vida a los defensas nervionenses. Hasta esa recta final, hasta esos últimos 15 minutos de partido, la verdad es que el equipo hispalense había gestionado de forma bastante decente el partido, pudiendo incluso marcar y apenas concediendo a los holandeses, pero desde los cambios de ambos equipos, los de Sampaoli y los del PSV, los locales embotellaron a los sevillistas hasta hacerlos sufrir en cada balón aéreo. Por arriba llegaron las jugadas de peligro y los dos goles. Si esta eliminatoria debía ser un refuerzo para el Sevilla no lo ha sido del todo. Solo porque estará en el bombo de octavos, que no es poco tal y como va la temporada, pero no por la forma de empañar el cruce en estos últimos minutos. Afectan a la confianza, al ánimo y al rendimiento ver cómo cualquier conjunto te complica la vida a balonazos. Cierto es que la defensa venía con muchas bajas, pero el sufrimiento del Sevilla tiene que ver no solo con la debilidad defensiva y aérea, sino con la gestión de los momentos del partido y con un denominador común en varios partidos. Pasó en Vallecas y pasó en Eindhoven. El equipo de Sampaoli, si no declina el partido a su favor, se dedica a ver pasar los minutos sin mandar, sin tomar decisiones reales, y así los partidos terminan siempre por ser incompletos. A punto estuvo de manchar el Sevilla su Tierra Santa, la idílica sede de su primer título europeo, aunque al final la renta de casa le dio el pase y la clasificación para los octavos de final. Lo malo es que la sensación de la clasificación, que pudo y debió ser dulce, acaba siendo agridulce, por la debilidad que transmitió en los últimos partidos el Sevilla.