A este Sevilla no le cabe la ilusión

El Sevilla ha caído eliminado de la Copa del Rey tras caer, en la prórroga, ante Osasuna en Pamplona. La mejoría, evidente, del equipo nervionense no le dio para llevarse el duelo a partido único vivido en El Sadar. Le dio para pelearlo hasta el extremo, para igualar e incluso ser mejor a los puntos que el rival, pero no para ganar. Para eso, para decidir los partidos, hace falta una eficacia que el Sevilla está lejos de poseer. Ya sea por la falta de precisión de sus delanteros, por la toma errónea de decisiones en las zonas calientes del campo... el caso es que el equipo de Sampaoli malogra oportunidades donde sus contrarios no y concede oportunidades donde sus contrarios no. Y esa es la lectura más sencilla de la derrota en un partido en el que, insistimos, el conjunto andaluz demostró estar bastante mejor que hace apenas unos meses. Esa mejoría, en la circulación de balón, en la movilidad, en el físico, en la incorporación de jugadores al ataque, a zonas de remate, en alternativas ofensivas, no dio para ganar a Osasuna porque la pólvora arriba sigue bastante húmeda y porque los propios errores penalizan demasiado. Sería injusto meter en el saco del resto de derrotas de la temporada la de Pamplona en estos cuartos, pero también extraerla de cuajo de aquellas motivadas por los errores propios, o al menos por carencias. Dicho esto, la ilusión de la Copa desaparece para el equipo hispalense, aunque quizás se despierta la ilusión por la calma, por la confianza en no pasarlo más el resto del curso si el juego del encuentro de Navarra tiene continuidad, para empezar, ante el Elche.
Buena puesta en escena
La primera parte del Sevilla no fue mala. Funcionó como equipo, combinó rápido, presionó como grupo, trabajó como grupo, se defendió con orden y atacó con continuidad. El problema en realidad fue la precisión, la calidad en los metros finales. Tanto en los saques de esquina, siete, por loable la insistencia sevillista en la presión y en los ataques laterales, como en las jugadas que acababan en el área, sobre todo una clara oportunidad de Rafa Mir que el delantero malogró en un mal remate. El Sevilla, con su contras, la verdad es que ofreció una buena impresión durante esos minutos. Combinó una buena presión con una alta movilidad en ataque, alternancia en el juego corto y largo, por dentro por fuera, con casi todos lo jugadores activados. Y en defensa apenas concedió. La segunda mitad fue más alterna. El Sevilla mantuvo su ritmo, su intensidad, en ataque y en defensa, pero Osasuna también subió el nivel, sobre todo ofensivo. Atacó más, llegó más por banda y puso más veneno en el área rival. Con todo, el equipo de Sampaoli, que demostró una notable mejoría, también mostró evolución anímica, psicológica. Porque levantó varias situaciones complicadas tras periodos de superioridad local. Evidentemente, la muestra fue la capacidad para igualar un partido que se le puso cuesta arriba con el gol, buen gol, del Chimi Ávila. Osasuna se adelantó en el minuto 70, y el Sevilla sumó varias ocasiones (otra muy clara malograda de Mir), muchas llegadas y mucho peligro. Por eso cuando En Nesyri empató en el 94 el partido y la eliminatoria, hubo algo de justicia. El Sevilla se había merecido igualar el encuentro, y lo hizo, porque se mostró incansable y voluntarioso, pero también acertado. La prórroga fue contradictoria. Porque el Sevilla jugó unos primeros minutos de suplementos muy buenos, con criterio con la pelota, con paciencia, con llegada. Pero un error en una pérdida de un extenuado Rakitic, sumado a una recomposición de la defensa con la salida de Gudelj y entrada de Rekik, coincidieron para dar a Abde una carrera y una oportunidad que no desperdició. De nuevo se le puso todo cuesta arriba al Sevilla y, aunque esta vez sin la eficacia del gol, también dio una respuesta sensata a la situación. Tuvo remates, llegadas por banda, centros y jugadas hilvanadas con criterio, pero también aparecieron las mermas físicas que impidieron hacer un mayor despliegue. No solo Rakitic. Lamela, Acuña... estaban ya agotados. Intentándolo, eso sí, acabó el Sevilla con el sabor amargo de la eliminación, si bien puede quedarse con un dulzor desconocido esta temporada, el de la mejoría.