Después de sumar sólo tres puntos en siete partidos y conseguir una victoria en los últimos 11 encuentros ligueros, el Real Valladolid viajaba al Estadio Abanca-Balaídos con la necesidad de mejorar sus registros de juego, pero, también, con la exigencia de conseguir una victoria que limara todos los problemas y que, a su vez, sacara a los pucelanos del descenso. Los resultados de la jornada del sábado hacían de los tres puntos en juego en Vigo un lujo al que el Real Valladolid no podía dejar escapar y que, a nivel de juego y propuesta, mereció. El partido de los de Sergio González es bueno, pero, sobre todo evolutivo. Los pucelanos merecieron la victoria porque trabajaron por ella, pero el mal endémico del equipo le castiga. Una acción a balón parado lastra a un equipo que firmó una digna primera parte y que supo reponerse a un buen inicio del RC Celta de Vigo tras la reanudación. Trabajando y jugando por la victoria, un remate de Jeison Murillo cuando casi se habían cumplido los cuatro minutos de prolongación supone un golpe muy duro para un Pucela que, ciertamente, sí había evolucionado en este exigente partido, pero que lo cierra con una nefasta sensación y regusto. El fútbol no es cuestión de blanco o negro ni, por supuesto, de actitud. Actualmente y más en una edición de LaLiga Santander tan debilitada y tan al límite como ésta, los partidos se resuelven por detalles. Esas minucias ganan encuentros, pero, también, llevan a dinámicas de juego y resultados. El Real Valladolid lo ha podido corroborar en los últimos encuentros y, también, en Abanca-Balaídos. Atacar bien los detalles y adecuar al equipo a las necesidades del momento fueron movimientos que se vieron en un Pucela convencido en las segundas jugadas y en los balones divididos. Ganar estos balones nunca es casualidad y sí fruto de la inercia del convencimiento de un Real Valladolid que estuvo agresivo. El cambio de mentalidad valió para ver a un equipo que, lejos de sus mejores opciones ni registros, sí ofrecía convencimiento. La victoria era una opción viable porque el equipo estaba ordenado, concentrado y equilibrado. A nivel de sensaciones y juego, los de Sergio González y el propio entrenador firmaban una primera parte muy digna que mejoraba con creces lo ofrecido en las últimas semanas y en esa racha de una victoria en 11 partidos o de tres puntos de 21 posibles. La tendencia era buena, pero el equipo necesita victorias. La lujosa oportunidad que había dejado los primeros partidos de la jornada hacían necesaria la segunda victoria del año 2021. Desde ella se podía crecer y a ella se podía llegar tras lo ofrecido en los primeros 45 minutos. Con ello y la mejora de ciertos detalles, el Pucela estaría tan cerca de ganar como, realmente, lo estuvo. Los visitantes cerraban la primera parte de forma cómoda y mínimamente ilusionante, algo que se puso en duda con el inicio de la segunda parte. Tras la reanudación, el paso de los minutos sentaban bien a un Celta de Vigo que llegaba a la hora de juego más situado y más dominador que el Real Valladolid. Los gallegos estaban mucho más cómodos que unos pucelanos a los que les costaba llegar a zonas ofensivas. El equipo no estaba tan equilibrado como en los primeros 45 minutos y Iago Aspas comenzaba a moverse con libertad. Desde el acierto del '10' local, el Real Valladolid sufría y vivía sus peores momentos del partido. Una fase complicada de juego, que Sergio había anunciado en la previa, y que cambió Óscar Plano con una ocasión en el minuto 64. Ese disparo en el área de meta que repelió la defensa viguesa sin ser sancionado como tal por un cuestionado David Medié Jiménez, varió el partido. Con él, el Pucela se quitó el miedo y se atrevió a mirar hacia delante, tal y como muestra la acción del gol. Óscar Plano, Roque Mesa y Shon Weissman supieron mostrar la cara más ofensiva y contragolpeadora de un equipo que tomaba ventaja en el marcador para vivir una exigente etapa hasta el final del partido. 20 minutos por delante en el marcador en los que el Real Valladolid, ciertamente, sufrió menos que en el inicio de la segunda parte. Los blanquivioleta retomaban la buena dinámica y la buena inercia de la primera parte para cerrar el partido. Ganando las segundas jugadas, generando los errores en el rival y aprovechando cualquier opción del juego, el Real Valladolid conseguía, sin ser superior al Celta, no sufrir para tener encarrilada la quinta victoria de la temporada. Los de Sergio tocaban los tres puntos con la punta de los dedos, pero la defensa de una falta lateral lastró al Pucela al perder dos puntos que se habían ganado, pero que se perdieron al defender, nuevamente, muy mal una acción que siempre supone un plus, pero que a este equipo le genera un lastre. En ésta y en otras temporadas.