Hoy no es el día

Hoy sé que muchos esperáis que hablara de las erecciones generales. Pero hoy voy a ser yo quien va a permitirse el lujo de esperar a que hable primero el pueblo, que es a quien le toca (y, como norma, me decepciona). La última vez que hablé, el triste 2-D, me tuve que tragar casi todo lo que escribí. Hoy no me veo el protagonista de nada. Y si otros esperan que confirme rumores personales de otra índole, tampoco es el día. Hay en juego un futuro que no es para mí. Hoy solo tengo presente de indicativo del verbo estar, y con eso me doy por bueno. Hoy quería plantearos un proyecto común y a la vez personal, pero como es personal y he dicho que “hoy no me veo protagonista de nada” prefiero dejarlo para otro día más a mi medida. Hoy, precisamente hoy, quiero que el humor se me derrame por algunaparte de mi ser, aunque sea a costa de la victoria de un partido indecente o un votante partido, que es el único sentido que nos hace vivir olvidándonos de lo malo que hay ahí afuera (y aquí adentro). Hoy me gustaría ver a la gente celebrando que hoy es un día, porque lo mismo mañana no lo es. Hay muchas pequeñas cosas en la vida que valen el triple de esas que llamamos grandes, quizá porque creemos más difíciles de alcanzar, porque nos van a dar dinero o, simplemente, porque no las tenemos. Y no se trata de codiciar lo que no tenemos para tenerlo, sino de honrar lo que tenemos justo porque es lo que tenemos. Quien no celebra lo que tiene lo termina perdiendo. Quien lo celebra, también. Pero al menos lo disfruta cuando lo tiene. Hoy no es día para indignarme. Quizá ningún día lo fue. Indignarse en un mundo en el que no puedes luchar contra un poder indigno es igual de frustrante que indignarse con el prójimo al que nunca consigues verle igual de indignado que a ti, ni por los mismos motivos (y lo mismo él es más feliz que tú). Hoy, por no ser, no es siquiera día para desear la inexistencia de Eduardo Inda porque esta perversa versión del diablo también tiene sentido en un mundo lleno de gente que pretende ser buena (aunque reconozcamos que un mundo sin Eduardo Inda sería más amable y más humano, para que nos vamos a engañar). Hoy, tú ves, sería día para que ganara el Cádiz. Realmente todos los días son para que gane el Cádiz. Pero una de las cosas que me gusta del Cádiz es que no es un equipo egoísta y también deja que ganen los demás. Hoy, si es día para algo quizá lo sea para recuperar a un viejo amigo. Pero “recuperar” implica reconocer que lo perdiste o que te perdió. Y si Silvio Rodríguez lleva treinta y tantos años buscando al Unicornio Azul sin conseguirlo, tampoco seré yo quien se afane en encontrar al amigo que se fue. Hoy, si es día para algo, es para dedicárselo a mi guitarra, la compañera más vieja de mi familia: “Yo tengo una vieja guitarraque no necesita las cuerdaspara sonar cual estrellacantando de madrugada. Yo tengo una vieja guitarraque no necesita de acordes. Sus melodías insomnesparecen como palabras. Yo tengo una vieja guitarraque no necesita de mí,ni para sobrevivirpor más lejos que me vaya. Yo tengo una vieja guitarra,madera de mi condición. Hueso viejo y corazónQue es su cuerpo, que es su alma. Mi guitarra me acompañaentre la muerte y vidacomo saliva y heridaresurrección y mortaja,como bandera y navaja,novia nueva dormidaen mis sueños estrenada. Yo tengo una vieja guitarraque no necesita cuerdaspara sonar cual estrellacantando de madrugada”. Pd.: el de Eduardo Inda era más gracioso, pero… hoy no es el día.
JUAN CARLOS ARAGÓN