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Ya pueden preocuparse

Imagen del partido entre Las Palmas y el Sevilla.. La Liga
  • Así vivimos el Las Palmas-Sevilla

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El Sevilla se hunde. No en lo clasificatorio, porque siendo último clasificado más no se puede hundir, pero ahonda más en su podredumbre, en su impotencia, en su dejadez, en su crisis ya aguda en definitiva. En Las Palmas, donde cayó de forma sonrojante, evidenció que el equipo de Emery ha perdido el rumbo, como perdido está Emery, que por cierto sorprendió con una alineación extraña a más no poder en Canarias.  El Sevilla no gana, pero esa alarmante falta de victorias es un claro síntoma de otras deficiencias y defectos que se multiplican como plaga a cada partido. Cada jornada de la Liga no crecen las mejoras, al contrario crecen los defectos. El Sevilla no gana, pero tampoco roba, tampoco crea ocasiones ni genera fútbol como para merecer más de lo que merece. El Sevilla no gana, pero es que no tiene arrojo ni para competir en los partidos, ni para sumar ni igualar a una limitada UD Las Palmas. El Sevilla no gana, pero es imposible si no marca, y además de las pocas ocasiones sus delanteros, sus rematadores tienen la pólvora mojada. Sus atacantes no marcan, pero es que ni aparecen, no generan fútbol, no ayudan a que su equipo crezca en los metros finales del campo. El Sevilla no gana, pero pierde, y seguirá perdiendo si la actitud defensiva de sus jugadores es tan lamentable como la mostrada este miércoles o la mostrada ante el Celta. El Sevilla no gana, pero es que ni está cerca de hacerlo, porque ha perdido competitividad, fútbol y jugadores, por lesión y por dimisión, porque el nivel de los que están es para acordarse de las bajas. El Sevilla no gana, pero es que tampoco ganará si su entrenador no empieza a dar con la tecla, a equilibrar su equipo, a conformar el bloque.  El Sevilla, por tanto, queda claro que no está, pero ya no tiene la excusa de un mal comienzo puntual, ya no es una pájara, ya es una constante que dura cinco partidos de la Liga, ni más ni menos. Cinco partidos de la Liga que por ahora destrozan la ilusión de un sevillismo que se las prometía felices y que no sabe donde agarrarse.  Unai Emery apostó de inicio, y extrañamente, por un equipo sin bandas, o solo con los laterales para jugar por fuera. Acumuló el técnico vasco multitud de jugadores por dentro y en el centro del campo, como Krychowiak, Cristóforo, principal novedad, Krohn Dehli e Iborra, y por delante Llorente e Immobile. Un once algo extraño teniendo en cuenta las habituales decisiones de Emery. Se suponía que el Sevilla quería ganar el centro del campo, la zona de rechace y a partir de ahí empezar a crear peligro sobre todo con los desmarques de Immobile y el juego de Llorente. Pero, en realidad, nada de eso ocurrió, o casi nada. No es que Las Palmas superara al Sevilla, salvo unos primeros minutos de habitual empuje local y unos minutos finales de la primera mitad que se jugaron casi exclusivamente en campo propio sevillista, pero el Sevilla tampoco superó a Las Palmas. Lo más que dominó fue un pequeño tramo de la primera parte en el que no creó peligro, salvo un par de remates altos de Immobile y Krohn Dehli y una llegada, peligrosa eso sí, de Coke, que remató desviado. Pero no creaba el Sevilla. No generaba fútbol. Cuando llegaba era de forma aislada y con balones largos sin demasiado sentido. Tampoco tenía salida por las bandas, porque Emery decidió cercenarlas con su once. Además, volvió a mostrar una carencia habitual en este inicio de la temporada, no lograba robar la pelota. Apenas Cristóforo a duras penas. Pero para el resto de los futbolistas arrebatar un balón era una auténtica quimera. El resultado de todo ello volvió a ser una primera parte pobre, insulsa, sin personalidad y en la que se daban más ventajas al rival que problemas. Como la que ofreció el Sevilla a Roque Mesa, sí, a Roque Mesa, para que marcara tras un innombrable marcaje de Tremoulinas. Emery no tardó en mover el equipo en la segunda mitad. A los pocos minutos dio entrada a Gameiro por Immobile, que no había hecho ni más ni menos que el resto, pero que fue el primer damnificado. Luego fue Cristóforo el que se marchó por Reyes y a los 65 minutos ya había incluso metido el técnico a Vitolo por Llorente. Tal veía la situación el vasco que, usualmente relajado a la hora de hacer los cambios, en Las Palmas los hizo a la carrera. Pero es que en realidad la situación no era para menos, era realmente preocupante. Porque no solo es que el resultado fuera contrario, es que el Sevilla seguía sin crear ni una sola ocasión de peligro, y cuando llegó una aproximación decente, tras una asistencia de Llorente a Krohn Dehli, el danés se durmió en los laureles.  Por contra, el equipo canario se sentía más seguro y sobre todo tenía las ideas más claras. Se defendía por acumulación e intentaba salir. Y salía. De hecho Sergio Rico salvó un uno contra uno ante Viera. Los cambios dieron con los minutos algo de poso al Sevilla, algo de posesión y algunas aproximaciones, pero poca profundidad y remates poco certeros. Aunque es verdad que cuando llegó alguno peligroso se encontró Krychowiak con la cabeza de Gameiro que impidió que la pelota entrara. Pero curiosamente cuando parecía que el Sevilla se entonaba, cuando parecía que cogía por primera vez algo de ritmo en el partido, llegó un segundo mazazo del equipo canario, o más bien un automazazo, no porque fuera un gol en propia puerta, sino porque la pasividad de la defensa nervionense se mereció que se penara con un segundo gol, de Alcaraz, que entró a rematar en el área chica sin que ninguno de los futbolistas que iban de rojo y blanco opusiera siquiera resistencia con un salto. Caras de asombro, miraditas, un 2-0 y un nuevo ridículo más que se consumaba. El Sevilla se hunde en la clasificación y no da síntomas de recuperación. Motivos ya hay, de sobra, para preocuparse. Y tanto.