Pavor en Nervión
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Los primeros 45 minutos que tuvieron que soportar los aficionados del Sevilla este domingo en el Ramón Sánchez Pizjuán deberían estar penados. Con algún tipo de castigo, de reprobación, de damnificación. Esa primera mitad, repleta de defectos, de indolencia, de errores, de incompetencia, fueron un lastre demasiado pesado para un Sevilla que alcanza las cuatro primeras jornadas de la Liga sin conocer la victoria. Quién lo iba a decir. Pero viendo esa primera mitad lo dirían todos los que la vieron. Fue horrorosa, pavorosa, de lo peor que se recuerda en Nervión. Los sevillistas fueron superados como tortugas ante aviones por el Celta, que puso en el campo lo que había que poner, bemoles, intensidad, agresividad, lo que le faltó a los de Emery. Recibieron los sevillistas dos goles como pudieron recibir más, como, cierto es, pudieron marcar alguno más los nervionenses en una segunda mitad no mucho más acertada, pero más intensa. Las causas del bajón sevillista serán muchas y las tendrá que analizar Emery. Pero en alguna se puede centrar la mirada. Por ejemplo, en N'Zonzi. El francés no solo no se entera de qué va la competición ni su equipo, sino que lastra al centro del campo por su, a día de hoy, desastrosa colocación e igualmente horrible defensa individual. Es noticia que gane algún balón dividido. Seguro que tendrá loables capacidades, las que habrá visto Monchi, pero con un mes de Liga aún no ha mostrado ninguna. No anda mucho mejor Banega, en paradero desconocido este comienzo de la temporada. A ello se le suman errores individuales de bulto, actuaciones deficientes como la de Mariano, por ejemplo. Y en ello ya empieza a tener que ver Emery, tanto en la insistencia en N'Zonzi como en la opción de colocar a Coke a pierna cambiada en la izquierda, entre otras cosas. En resumen, un Sevilla desastroso en el que a día de hoy priman mucho más, muchísimo más los errores a los aciertos, como priman a día de hoy los rendimientos defectuosos a los virtuosos. La primera parte del Sevilla fue incalificable. Por dónde empezar o por dónde acabar no importa. Se puede ahondar en por qué cada balón que va a la portería del Sevilla besa las redes a las primeras de cambio, sea Sergio Rico o Beto su cancercebero. Podemos analizar cómo Mariano fue superado una y otra vez por Nolito, gol incluido. O podemos criticar cómo un centro del campo no ha mucho tiempo intenso y competitivo se ha convertido en una línea laxa, en la que N'Zonzi no se entera de qué va el juego del equipo ni la Liga española y en la que Krychowiak se ve lastrado ante la impotencia de salir a todas las incursiones que no tapa el francés, con los consiguientes huecos creados entre la línea del centro del campo y la defensa. También nos podemos detener en cómo Banega ha desaparecido del juego sevillista, cómo ha apagado su faro y deja a oscuras la creación de fútbol de los nervionenses. Pero quizás el problema mostrado en esa primera parte caótica, desastrosa, horrible sea más general. La intensidad del Sevilla fue infantil comparada con la de un inteligente Celta, que tocó y tocó hasta agotar a carreras a los locales. En la agresividad tampoco hubo punto de comparación. Y claro, ante tanta diferencia, colectiva pero también individual, la ventaja del Celta era evidente, y tenía que trasladarse al marcador. Primero en una acción que conjugó un poco todos los errores de los de Emery. Falta de agresividad para permitir al Celta tocar y cambiar de banda, indolencia individual en la marca de Mariano a Nolito y desaplicación en la portería para ver cómo la primera entraba y ya ponía el partido cuesta arriba. Tal y cómo discurría el partido el segundo no tardó en llegar, en este caso por un fallo en el despeje de un Coke a pierna cambiada y una siesta de Krychowiak que permitió a Wass llegar cómodo a línea de remate. Y pudieron llegar más antes del descanso incluso. En un córner olímpico o en un intento de sorprender a Rico de Mallo. Casi que dio gracias el Sevilla por la llegada del descanso. Ni una llegada peligrosa que llevarse a la boca tuvo el conjunto sevillista hasta una final de Banega, que tuvo una clara pero que liquidó como estaba siendo su partido, fojo y blandito, sin problemas para Sergio Álvarez. Tan nefasta fue la primera parte que el Sevilla tenía la tranquilidad al menos de que tras el descanso solo podía mejorar. A ello ayudó la bronca, se supone, de Emery a los suyos, y la entrada de Fernando Llorente, que permitió a los locales al menos mantener la pelota en posiciones de ataque, con la consiguiente incorporación de la segunda línea, algo que no se vio en la primera mitad. El equipo hispalense apretó además bastante, subió varios niveles su agresividad y su intensidad, y empezó a prodigarse en una faceta desconocida en la primera mitad, el robo, aun con N'Zonzi todavía perdido y sin enterarse de nada. El Sevilla, que por momentos arrolló al Celta y lo puso en verdaderos apuros, logró su gol, de Llorente tras una buena asistencia de Mariano, casi lo único bueno que hizo en el partido, y tuvo ocasiones para igualar el marcador, incluido un balón al palo de Krohn Dehli y varias llegadas peligrosas mal finiquitadas. Ofrecía una imagen radicalmente distinta a la de la primera mitad, como el Celta, que estuvo en manos de los andaluces durante varios minutos. Con todo, con los minutos, y con la fatiga física de un Sevilla pobre en este aspecto (Vitolo se retiró con problemas musculares, Andreolli y Mariano se quejaron de sendos tirones), los de Emery fueron bajando enteros en el partido, y el Celta recuperando de nuevo el aire y la pelota. Y de nuevo el conjunto gallego empezó a disfrutar de ocasiones con cierta claridad, de Aspas, Orellana... Fortuna para los sevillistas que Rico anduvo más acertado. Los últimos minutos del encuentro, por mucho que el Sevilla atosigara, fueron de cierta comodidad para el Celta, aunque un equipo nervionense que solo supo crear peligro con balones colgados a ver si aparecía Llorente en alguna. No hizo más el conjunto de Emery, que ha decepcionado a partidarios y contrarios en este arranque de la Liga y que ofrece algunos síntomas preocupantes que el técnico vasco debe corregir sin demora, como debe corregirse él en algunas elecciones en cada partido.
