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En Champions como en casa

Los jugadores del Sevilla celebran el gol de Gameiro, el 1-0.
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  • El Sevilla, líder del grupo de la muerte

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El Sevilla ha abierto la Champions League de la mejor forma posible. Con una victoria clara, contundente, la primera de la temporada, con el liderato del grupo D, el de la muerte, en sus manos, y con una notable mejora con respecto a los anteriores partidos. El triunfo ante el Borussia Moenchengladbach, cimentado y fabricado en una segunda parte más atinada e intensa, y fabricado desde los once metros, con dos goles de penalti, supone un importante espaldarazo en el inicio de la campaña del conjunto nervionense, dubitativo al menos en la Liga, y en el inicio de esta dura Champions que le ha tocado en suerte. Los tres puntos, además, son valiosos más allá de la clasificación actual. Porque se consiguen ante el rival teóricamente más débil del grupo y sin saberlo, el Sevilla, ya, puede haber dado un importante paso adelante al menos para asegurarse la tercera plaza, es decir, la de la continuidad en Europa. Pero queda mucho para eso, queda mucha competición y queda mucha Champions League. Eso sí, de entrada, el Sevilla ha presentado buenos valores y argumentos para hacer ruido en su grupo y en la competición. Es cierto que no está al cien por cien el equipo de Emery, que le falta algo de frescura, precisión en los últimos metros. Y es cierto que a veces parece que sus nuevos jugadores no tienen del todo claro el plan. Pero ya ante el Borussia, sin excelsa brillantez, tuvo más minutos de continuidad en el juego ofensivo, encontró algunos resortes que manejaba con soltura la pasada campaña y empezó a encontrar rendimientos individuales mejorados. Es el caso de Gameiro, buen partido el suyo, de Krychowiak, garantía de competitividad, de la pareja de centrales, Andreolli y Kolo, y hasta de N'Zonzi, de menos a más en el partido y por primera vez sustento de su equipo. Eso, y una mayor intensidad, bastaron al Sevilla para superar al Borussia, venido a menos con respecto al que visitó Nervión hace unos meses, en la segunda mitad. En la primera mitad, eso sí, costó más al equipo de Unai Emery superar las líneas del Borussia Moenchengladbach. Pero sin estar a un nivel excelso, sí que el equipo nervionense fue de entrada mejor que su rival. Fue mejor, sí; mereció marcar, y tanto, y ocasiones tuvo para ello; embotelló a los alemanes durante algunas fases del partido. Pero le costó sacar fruto porque era previsible en su juego, falto de sorpresa, porque a balón parado no atinó y porque los centros que solían llegar desde la banda difícilmente encontraban rematador. Pese a todo ello, eso sí, el Sevilla fue superior al Gladbach. Mereció de hecho que alguna de las que tuvo entrara, o el remate de Vitolo nada más comenzar el partido al palo, o el rechace que le llegó a Reyes o algunas de las que probó Gameiro. Porque, aunque no estaba todo lo preciso que debería, todo lo chisposo que esperan sus aficionados, fue intenso, robó a veces (por posición, casi nunca en el uno contra uno salvo Krychowiak o N'Zonzi) y metió balones al área con asiduidad. El Borussia, que no está en su mejor momento, se defendió como pudo y, aunque pasó algún apuro, mantuvo su portería a cero y dio varios sustos a la contra, sobre todo una ocasión que afortunadamente terminó en las botas del lateral zurdo Wendt y no en las de un delantero.   De una parte a otra, obvio, resultaba difícil elevar las prestaciones mostradas en la primera mitad, sobre todo en lo que a estado de forma se refiere o rendimientos individuales se refiere. Pero de una parte a otra lo que se podía, y lo que hizo el Sevilla, es subir una revolución más al partido, ser más intenso, con y sin la pelota. Esa mayor intensidad, además, suele tener muchas dosis de ánimo, el que lleva a un equipo a llegar un metro más lejos, a alcanzar la pelota una milésima de segundo antes que el rival. El ánimo lo puso el gol de Gameiro, de penalti (primero de varios) nada más salir los equipos de la caseta. Más que dudoso el que pitó Kralovec sobre Vitolo, pero el caso es que Gameiro lo transformó y puso por delante a su equipo. Realmente era lo que necesitaba el Sevilla de Emery, un respaldo, un tanto, un refuerzo que dotara de contenido a todo su esfuerzo, el hecho y el que estaba por hacer. Al penalti a Vitolo siguió el penalti a Vitolo. El segundo, en menos de un minuto. Este bastante más claro y errado por Gameiro, de nuevo lanzador pero no goleador. Desperdició el Sevilla la oportunidad de ampliar su ventaja, pero lo que ya ocurría en el campo invitaba a eludir el lamento. Tras esas dos acciones, el golpe moral al Borussia, la intensidad del Sevilla, el partido ya se había decantado definitivamente en juego. De hecho llegaron más ocasiones, más penaltis y más goles. La tercera pena máxima, fruto de una llegada por banda, más atinadas en la segunda mitad, fue sobre Gameiro, que pese a su error en el segundo penalti completó un partido más que notable, gol incluido. Banega tomó el relevo y puso el partido ya en franquicia. El 2-0 acomodaba definitivamente el partido y además los cambios en el equipo nervionense terminaron por matarlo, en positivo. Un Gameiro exhausto por un Immobile móvil, un Banega cansado por un Krohn Dehli combativo, y un Reyes vacío por un Konoplyanka... goleador. Su primer balón fue un centro cerrado desde la banda derecha que se convirtió, sin quererlo Sommer, en el tercer tanto sevillista del encuentro. El que hacía estallar a la afición nervionense en el delirio de un bonito estreno en la Champions League que endulza este comienzo de la temporada y que hace soñar a la hinchada nervionense con hacer ruido en esta Champions, en la que por ahora ha demostrado sentirse como en su auténtica casa.