Un tipo divino

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Juan Carlos Aragón, profesor de Filosofía y autor del Carnaval de Cádiz.
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Así es como yo quería llamarla. Lo de Una Comparsa Divina me sonaba a tocino de cielo, y no representaba al Dios que pretendía encarnar, un tipo amable y cercano, un tipo crítico con la humanidad pero indulgente y comprensivo hasta donde podía serlo: Un tipo divino. Pero ellos no terminaban de verlo. Yo tampoco. Normal. ¿Alguien lo ha visto? Tuve el sueño de una noche de verano. Se me apareció Él y me dijo: -“Juan, no tengas más cara, picha. Nunca has dado un duro por mí y ahora me quieres sacar en una comparsa… No te lo crees ni tú”. Ciertamente, si no me lo creo ni yo no puedo intentar convencer a nadie, por lo que, de pronto, empiezo a notar que me pasa lo que de un momento a otro me tenía que pasar, lo lógico, lo humano. Después de 40 agrupaciones en los últimos 25 años, la mente me delira, me chirría, me desafina y cecea, me pide a chorros un descanso, o más de uno, unos cuantos, pues sin el menor descanso me doy cuenta de que llevo 25 años del coche al instituto, del instituto al coche, a la carretera, a Sevilla, a Barbate, a Cádiz, al ordenador, a la guitarra, al ensayo, al mismo grupo, o al nuevo, un día, y el siguiente, una semana, y la otra, un mes de 30, y otro de 31, y un año, y un cambio de siglo, de ciudad, de colchón, de peso y de colonia. Fin de semana. Puente. Navidad. Semana Santa. Verano. Para los demás, no para mí. La mente girando. El cuerpo girando alrededor de la mente. Necesito un revulsivo. Toma, Los Millonarios, primer premio. Way. Necesario. Pero no suficiente. Más revulsivos. Vuelve Antonio y cambia el gobierno de la ciudad. Lo celebro. Los dos son necesarios, sobre todo para la ciudad. Para mí también. Pero la guitarra sigue sin sonarme, parece de juguete. Los telediarios me aburren. Recuperación económica. Tu puta madre. Están como los veranos: son siempre el mismo repetido. El problema está fuera, pero la solución dentro. No quiero ganarle a nadie. Ni siquiera ganar. Sino ganarme. Y la única forma de ganarme es volverme a encontrar. Conmigo, no con Javi ni con el grupo. Y con ella, que ahora es el pan mío de cada mañana en forma de compañera definitiva. ¿Para qué más canciones de amor si ya no hacen falta?   Necesito vivir para seguir escribiendo. Se me estaba olvidando el timbre de voz del mundo, su rostro, su mirada, sus bondades. No es oro todo lo que reluce, pero si reluce algo me lo estoy perdiendo, ya sea oro, mirra o chocolate. Tengo que salir ahí afuera. Entre Corea y Vietnam debe de haber algún chiringuito abierto con poca gente y que vendan tabaco. Necesito el café de los bares, el humo y las terrazas para acabar los sonetos. De lo contrario los terminaré cantando. El niño sigue creciendo y cualquier día me gana al padel. El violoncelo se me resiste y como no me apresure se me va a pudrir el arpa. La Habana no está tan lejos, tengo que terminar Los últimos versos del Capitán Veneno, la filosofía clama por un temario nuevo y tengo la boca hecha un asco. Ya sé que tú, primo, no me has pedido explicaciones. Que haga lo que haga, me apoyarás. Pero yo quiero dártelas. Cuestión de amistad. A los demás, las explicaciones les sobran. No me las piden porque no las quieren. Si se las doy no las entienden. Y si las entienden no las aceptan. Creen que soy un número de su propiedad, cual otro favorito de su agenda, que siempre tengo que estar ahí, entre la admiración y la puñalada, más allá del sueño, la sed y los amores. Como si mi corazón latiera por defecto. Pero hasta a los demás los necesito al lado, que llevo ya demasiado tiempo sintiéndolos enfrente. ¿Puede aún surgir un relámpago en mi oscuro cielo que deje caer sobre mí un baúl repleto de música, palabras y trajes de estreno? Puede. Pero ojalá llueva antes. La tierra lo necesita.En Zahara de los Atunes, a menos de una semana para convertirme en hombre. JUAN CARLOS ARAGÓN.