La cruda verdad: qué jodido está ganar para el Athletic

Cada vez que el Athletic, nuestro querido Athletic Club, sufre una severa derrota se rasgan los muros del templo. Como pasaba en la Biblia. Entre muchos y muchas athleticzales, de puro dolor, se pone todo en solfa. De la mala baba desde fuera ni me molesto. Siempre es culpa de alguien. Siempre hay que buscar un cabeza de turco. Cuando llegan las grandes debacles, léase finales o partidos decisivos, como la semifinal de Copa ante Osasuna en San Mamés, se pide el garrote vil para la sucesión de presidentes, directores deportivos, entrenadores,... a los que se tilda de cagones, o para futbolistas a los que se acusa reiteradamente de estar sobrepagados y de pensar sólo en marcharse de vacaciones a Ibiza y lucir sus coches. Pero cuando esos males son tan repetitivos, incluso con pandemias y procesos electorales ilusionantes de por medio, hay que ir a la raíz del asunto. Y lo grave, lo jodido, si me permiten esa expresión, es que ahí es donde nadie quiere llegar. Nadie quiere mirar al espejo y afrontar que la filosofía del Athletic es tan romántica y especial como complicada para ganar tal y como se ha puesto hoy en día el mundo del fútbol profesional. Que es un puro negocio mercantil y una hoguera de las vanidades. Y aún así se juegan finales y se pelea por Europa sin un goleador desde que se fue Aritz Aduriz.

Las cosas están muy claras: el dinero de las televisiones, la Ley Bosman, la competencia como nunca de los otros equipos vascos (Real Sociedad y Osasuna) por el talento dada la escasa natalidad de Euskadi, la falta de mercado para fichar. Todo va en contra del Athletic hoy en día, todo. Los que sean menos avezados y tengan dificultad de comprensión lectora pensarán que estoy atacando a la filosofía. Todo lo contrario, soy un fiel creyente en que es lo que nos hace únicos, especiales y diferentes al resto del planeta tierra. Pero también soy capaz de ver las dificultades que entraña, por ejemplo el tema gol. Y cuando antes lo asumamos todos más claro tendremos que no es cuestión del sistema del entrenador o del silencio de nuestras tribunas en San Mamés sino de la pericia de nuestros jugadores. Ahora, entiendo que increíblemente en el Athletic al pecado de la impaciencia, que gobierna la vida hoy en día, queriendo distinguir la vida entre ganadores y perdedores, se une el del ser el ciego que no quiere ver. Y por eso muchos seguirán pensando que cualquier chaval, por ser nuestro y simpático, es mejor delantero que los titulares de muchas selecciones. Y él no tiene ninguna culpa, todo lo contrario. Pero así nos va…
