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Ascensión desde Pejanda a El Cornón de Peña Sagra
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Ascensión desde Pejanda a El Cornón de Peña Sagra

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Kuitxi

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Desde Pejanda (Valle de POLACIONES. Cantabria), ascensión a ´El Cornón de Peña Sagra´, 2.046 m, y al ´Cueto de la Jorcada´, 2.111 m, en la ´Sierra del Cordel.

ESKAINTZA: A todas aquellas personas que, por prolijos motivos, no leerán nunca este Cuaderno.  Cita: Ningún cuadro de pintor pudo llegar a reflejar esa fascinante obra natural que al alma hace volar.
Julia María Carvajal
  Qué tiene el Sol qué tendrá, que, además de con sus rayos nutrirnos de vitaminas, es capaz, con su luz, de traspasar el cabello, su cuero, el hueso craneal...hasta llegar a ese recoveco de la conciencia donde, como sedada, junto a la melancolía, habita la nostalgia y despertarla. Éste, por ejemplo, este sol del mediodía de mediados de marzo, miércoles, 16, San Agapito, que se apodera (astro es, y rey, también) del cielo luego de no sé cuántos temporales de nieve como nos sacudieron de seguido en el corazón de este invierno que ya va agotando su crudeza.
Dentro de cuatro días entrará la primavera, que no se demora y por ello no enloquezco, y a sus puertas, yo, cual Lázaro resucitado pero doliente, obedezco a ciegas la orden de un rey. No me dice éste, sin embargo, como Jesús al hermano de Marta y María, Levántate y anda, sino, Siéntate y escribe, tal es tu tarea en este Mundo, para la que yo te he venido dando vida, te la estoy dando ahora mismo y te la seguiré dando hasta este ese día  fatal, o dichoso, en el que para ti todo se haya consumado...  Si yo hubiera conocido mi mejor virtud en la niñez, como dice Gracián, Don Baltasar, habría triunfado como cualquiera en las mismas condiciones. Pero sucedió que no, que un esférico balón de cuero me atraía más que la pluma. Y así fue. Y así me ha ido, de portería en portería sin querer nada saber de los escritos. Por eso ahora, hombre maduro que trajina mano a mano con su dolor, me toca escribir no ya para el triunfo, sino para seguir saldando las deudas que por nacer y seguir vivo contraje y contraigo día a día...
  “Pobre hombre de arena, grumetino/ borracho de las sombras de su calle: sin hijo, ni árbol, ni libro”...  Qué me empuja, qué me anima, qué cosa es la que moviliza mi ya casi corrompido cuerpo hasta ponerlo, cual títere o guiñol, sentado ante esta máquina donde las palabras se marcan, primero, y después se imprimen, para alegría, y a veces alborozo, de estas manos tan heridas, de estos ojos tan sedientos, de esta conciencia que el sol despertó a eso del mediodía...  Ha sido desperezarse, humedecer su piel...y sentirse atraído al penúltimo otoño, noviembre de 2003, cuando la palabra, una sola, se hizo viaje y habitó entre nosotros, ella y yo, dos, deberíamos haber sido tres en aquella aventura, humana trilogía, trinidad terrenal pero no por ello menos misteriosa que la que conforman el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo...  Todo empezó meses atrás, quién sabe cuántos, en esta misma sala de la ´casa de los sueños´, cuando, repasando las hojas de un liviano libro que trataba, y trata (lo tengo bajo mi mirada), de “El Sendero de la Reserva del Saja”, tal es su título, nuestros curiosos ojos, seis en total, repararon en una hermosa fotografía encabezada por una foto que decía: Lombraña, en el Valle de Polaciones. Eran, en total, tres nombres, con su coma, dos preposiciones, un artículo y el punto final.

Eran ocho significantes, pero para él, ese que como si fuera un Dios se nos oculta desde hace no sé cuánto tiempo ya, con uno sólo bastaba, pues tras su nombre propio y primero, ¡Lombraña!, se imaginaba un pueblecito encajado en un valle muy verde rodeado de sierras tales como la de Peña Sagra y la del Cordel, por mencionar las que al caserío del valle de Polaciones le sirven de norte y de sur y le pillan más a mano, o, mejor dicho, a pie, guárdese el coche el que quiera coronar cumbres nevadas, y también la bicicleta guarde, pues tanto los perfiles de las rutas como su empinamiento no admiten otra pisada que no sea la de las botas de ´serraje´ o de ´nobuck´ con los dibujos de las suelas muy marcados, húndese el pie como ligera barca, mas no resbala, velas son los brazos que el viento insufla como si fueran aire para unos pulmones.  Dijo “Lombraña”, recuerdo que pronunció ese nombre varias veces, y que, cada vez que sus labios lo marcaban, en sus ojos brillaba el cálido sol de las mañanas y el fuego del hogar de las  noches de mucho frío. Lombraña: paraíso para el ´bien estar´, y, acaso, por qué no, para las brujas, que las hay buenas, o esas que hechizan, de esas que encantan, “¡Lombraña!”, gritaba, “Lombraña”!, como enloquecido, como, luego de cuatro siglos, el sucesor de El Quijote, él, el ´caballero sedente´, nosotros, y por cuestión de sexos, el Escudero y su Dulcinea, cosas de  leer tanto, como aquel de La Mancha, que se pasa este hombre horas y horas encerrado en la sala de lectura de su casa de Trapagaran dándole a los libros, empapándose de sabiduría, Sabe Latín, dicen de él los que tristemente sufren por su ausencia.   Y como “del dicho al hecho va un trecho”, según reza la vieja sentencia, cuando llegó el día señalado, él no se presentó, no ofició de Whitman, una vez más, no acudió a la cita. ¿El motivo?... Pregúntenle a él, que seguro que les sale, como un día a mí saliera, por la calle del medio, con excusas tan peregrinas como... “Está lloviendo en Portugalete”, o, esa otra tan chirene, “Me pillan en pijama, compays”.
  Y sucedió que toda ilusión que él había puesto de antemano en esta empresa nos fue devuelta como el regalo que uno no acepta por incapacidad emocional, así como también la facultad de poder cambiar el nombre, cuestión de ubicación en el valle, que ya que de su coche no disponemos, se trata de buscar alojamiento en un lugar donde el punto para la estrategia supere el encanto de una palabra. Y fue así cómo, recorriendo el mapa con la mirada, se toparon nuestros ojos con el nombre de otro pueblo, Pejanda, al oriente de Lombraña, más cerca del lugar de partida para atacar El Cornón de Peña Sagra, nuestro principal objetivo…  Situados ya en el lugar de salida, inminente ya el sonido del disparo de la pistola de marras que indicará el inicio de la marcha, conviene retrotraerse con la imaginación para guardar fidelidad a ese primigenio discurso que, con el paso de las líneas, se me estaba volviendo esquivo. Era, trato de recordar con todas mis fuerzas, algo así como...  “En esta tierra nuestra en que vivimos existen dos tipos de valles: el de las lágrimas y el de las ilusiones. El que dice que este planeta, siervo del Sol y capataz de la luna, es, todo él, “un valle de lágrimas”, se equivoca porque olvida, él sabrá por qué, los inmensos mares, los lagos serenos, las montañas altivas, las gélidas mesetas, y, para no engordar más esta lista, los tórridos desiertos de ardiente arena donde el espejismo de un oasis es la única esperanza, y terminamos. Polaciones, con pueblos tales como Uznayo, San Mamés, Belmonte, Tresabuela…, amén de los ya tratados Lombraña y Pejanda, es un valle que de manera idílica encaja en el segundo tipo de valles que este escritor de Cuadernos de Viaje considera: el de las ilusiones.

Visto, se mire como se mire, con la Peña Sagra al fondo o sin ella, Polaciones es un deleite para los sentidos, todos ellos, los cinco, pues, aún en papel, ante unos ojos sensibles, la vista se recrea y goza, el tacto sueña con la yerba de los prados, la nariz olfatea y huele el embriagador perfume de las plantas y las flores, el gusto se relame ante un buen plato de ´cocido montañés´ y la oreja, bien orientada, le sirve de escucha al oído, como si la canción de Van Morrison se tratara, los cautivadores “Himns to the silence”, Himnos para el silencio: “oh, my dear, oh, my dear, oh, my dear sweet love”...Polaciones, Lombraña o Pejanda, si tu papel fuera para mi boca comestible, ¡te comería!, tal es hacia ti mi deseo provocado por el encanto de la palabra y el de una sugerente fotografía.  Se llama “Molleda” la casa del pueblo, que no socialista, la tierra que pisamos al andar se convierte en nuestra nación, ¡somos nacionalistas!, ora vascos cuando paseamos por el Parque de Gorbeia, ora cántabros, como ahora, cuando recién hemos tomado posesión de nuestra pieza, una única pieza pues mucho nos amamos. Lo que suceda en las ocho habitaciones  restantes, todas ellas, como la nuestra, doble y con baño, y del total cuatro del tipo ´abuhardillado´, es cosa de la que aquí no se hablará: la intimidad es un derecho inviolable, aunque podría ser, éste es el caso, que las habitaciones, todas ellas, estuvieran desocupadas, o sea, vacías, en cuya tesitura el “amplio salón con chimenea” sería, lo habría sido, entero para nosotros: ni el quejido de un hijo, ni el llanto de un niño, ni la rabia de ver cómo seres semejantes a nosotros comparten unos planes de los que nos creíamos los únicos herederos…
  Por dentro, ya no me acuerdo; por fuera, la casa es bella, de piedra pulida, limpia  y robusta, estando al cuidado de un matrimonio de mediana edad, con hijos, dos si no recuerdo mal, anda ´la maestra´ detrás de uno de ellos, deformación profesional, creer que toda la infancia dispersa por las calles de los pueblos está a  su cargo, que si se tuercen del recto camino las criaturas, le vendrá, llovido del cielo, un castigo por no haber impartido la docencia más allá de sus horas de trabajo. Discreta es la mujer, la anfitriona; callado es el hombre, su boca cerrada, si no la abriera nunca ante nuestros ojos, dirían muchos, y con razón, Va a ser que a éste le ha comido la lengua el gato.
De gatos no me acuerdo, tampoco de perros, ni de caballos, ni de vacas, ni de fieras salvajes, no le ha llegado el día a este valle en el que Dios deba decir, Surjan las bestias de la nada, para divertimento de los cazadores, disfrute de mis ojos...y pavor de todo el cuerpo de ella, mi compañera, que, por si al Todopoderoso le da por despertar de su letargo, sueño o muerte y crear alimañas, se ha protegido las piernas contra los arañazos y sujeta con ambas manos sendas cachabas o bastones que, amén de ayudarla a caminar, podrían protegerla de ataques o embestidas.
   Todo ello, su figura plena, vestida como en ella es natural, afín a la naturaleza: azul con azul, negro con negro, verde con verde, hablándose, por orden de aparición, de pretil o ´quitamiedos´, de masa boscosa, y de montañas en el horizonte, donde la nieve es  en las cumbres corona, que pisaremos, al menos la de una de ellas, la principal, la cúspide de El Cornón de Peña Sagra. De los dos bastones que la unen con el suelo impenetrable, uno es el mío, del que me desprendí para habilitar mis dos manos  a la hora de tirar la fotografía.   Cuando es ella la que con atención me observa, una de las cachabas cambia de dueño, mi diestra la aprieta con fuerza ya que bien poco es lo que tiene que abarcar, pues estrecho es el mango y no liso, sino con un relieve tal como para que los dedos se sientan a gusto, y entonces sonrío con un gesto tan creíble que ha tiempo no esgrimía, ábrese mi cortavientos por la fuerza de un pecho que se hiende, luce el pañuelo rojiblanco como nunca lo había hecho, deben de ser cosas de la limpieza, que está recién pasado por la tabla o la lavadora.
Cuestiones de madre, en cualquier caso, la que domina mi mundo porque un día, a mediados del sigo veinte, meció mi cuna con amor y mucho cariño a pesar de que tanto una cosa como la otra las tenía que compartir con una prole, palabra corta que nos lleva a otra más larga, proletariado, el padre es el ejemplo, la cabeza visible que ya murió, a destiempo como casi todas las muertes, dejando viuda y siete hijos, de los cuales el ante último soy yo, ¡peligro... peligro!, pues ocupo ´puestos de descenso´, y de ascenso también, viruelas a la vejez, eso es, queda el balón de fútbol ya muy olvidado, la elástica gualdinegra que porté ya no la mojo con mi sudor, otros lo hacen, otros lo harán por los siglos y los siglos pues la materia, y mucho menos el espíritu, nunca mueren, se transforman, como de la energía dijo el sabio.

Y los que, por cuestiones de edad, abandonan el terreno de juego, pasan a formar parte del ´Senado jarrillero´, donde la sabiduría es un grado que alimenta el sentido común, ese que dice que “la pelota, mejor dejarla en el pedestal y servirse de las piernas”, ya sin nada que manejar, para andar y andar los caminos de la naturaleza virgen, milagro donde los haya porque tanto amor hacia ella como se derrocha no es capaz de quebrar su divina castidad, valles de verde claro y oscuro, montes de cumbres picudas u orondas donde la nieve es como el azúcar ´glass´ que se derrama sobre una rica tarta, o un pastel, o una docena de ellos ya que las montañas tienden a unirse formando sierras o cordilleras.   A ésta, a la que nos dirigimos, como ya se ha dicho, le llaman ´La Sagra´, siendo su rey El Cornón, que no se intuye aún, ni se adivina, el cielo es todo él una nube que acaricia las cimas, una de ellas será la escogida, pero cuál. Por adelantar acontecimientos, decir que a ciegas se coronará por mor de la niebla. Pero no adelantemos acontecimientos, que el más allá no se alcanza si previamente no se ha trajinado un camino, en este caso el que en rojo viene pintado en el Mapa de la Comarca SAJA-NANSA y descrito en el librito que, al alimón, escribieron para mí (así lo siento) Juan Miguel Gil Alvarez y Fernando Obregón Goyarrola. De Pejanda hasta Cahecho van ellos en lo que es su cuarta etapa, de la cual nosotros completaremos la mitad, pues ella nos sirve, y nos basta, y también nos sacia.
De los 850  metros por encima del nivel del mar a los que está Pejanda, hasta el collado de las Invernaillas, 1.569 m., pasando por San Mamés, barrio que, aunque por tan sólo 32 metros, supera el millar, un kilómetro del camino que se dirige al Cielo, aldea en la montaña de Cantabria, lugar sagrado que se dio en llamar ´Catedral´ aquí en Bilbao, feudo de leones, ´Coliseo´ sobre cuya ´verde arena´ pelean, a veces con desesperante indolencia, nuestros gladiadores, esos que visten de rojo y de blanco, pan y circo dos mil años después, o sea, fútbol, alimento y diversión, un campo sin porterías, obsceno sería ponerle puertas al Campo, que al fondo del mar se vayan todas las llaves, señal de que la puerta de esta cabaña está abierta para nosotros, resguardo contra el frío, cocina para un banquete, refugio para los amores furtivos…  To be continued...
Por Luis María Pérez, 'Kuitxi', exfutbolista, mendizale, narrador de viajes y periodista

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