Rubén Castro, siete años pulverizando registros en verdiblanco

La enésima reválida de Rubén Castro
El futuro de Rubén Castro, en octubre... como todas las renovaciones
La felicidad de Rubén Castro
Pocos jugadores perdurarán tanto en la retina verdiblanca como Rubén Castro. El canario llegaba al Real Betis a principios de agosto de 2010. Desde entonces, no ha dejado de marcar goles hasta posicionarse como el máximo goleador de la historia del club. El tiempo ha transcurrido con celeridad. Siete años en los que el de La Isleta se asentó en Heliópolis tras deambular por infinidad de equipos. Con 35 años, vuelve a postularse como la máxima referencia una temporada más. Dice el refranero que para lograr el triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios, de los fracasos y de las caídas. Aplicado al mundo del balompié, la multitud de factores que atraviesa una carrera deportiva inunda pensamientos de desidia, de apatía pero también en muchas ocasiones de constancia, de esfuerzo y sobre todo de no abandono. La consecución de una meta siempre es ardua y exige cualidad, tiempo y mayor medida, tenacidad. Los ingredientes de la grandeza nacen intrínsecos al afán de superación. Derribar barreras y mantener la dirección del timón orientada en todo momento hacia el objetivo fijado no es un proceso sencillo.
Un canario llamado gol
La figura de Rubén Castro Martín sigue transitando por el camino que transforma a un ser humano en leyenda. Esa fase del transcurrir del tiempo donde el recuerdo y la inmortalidad quedan grabados en los anaqueles de la memoria para siempre. De generación en generación. La pluma del Real Betis Balompié ya se preparó para firmar e imprimir en su centenaria historia el nombre de un jugador que tumbó las adversidades y contempló el reloj con aires de verde esperanza. Vinculado al gol desde su más tierna infancia, el insular debutó en Primera división con 19 años, en el equipo de su tierra natal, la Unión Deportiva Las Palmas, que aquella tarde de febrero de 2001 se medía al Málaga. Rubén solo pudo jugar el último minuto, sustituyendo a otra perla de las islas como Guayre. Tan solo fueron 60 segundos, los suficientes para desprecintar el comienzo de una carrera extensa y gloriosa. Ha militado en más de siete equipos diferentesLa siguiente temporada, 2001/2002, y pese al descenso a Segunda de Las Palmas, el por aquel entonces joven chaval de la Isleta iba a dejar su impronta en un partido ante el Real Madrid de Zidane, Raúl y Makelele, entre otros. Pasada la hora de encuentro y con empate a dos en el luminoso, Rubén Castro entraba al verde en sustitución de Orlando. Fue el momento donde el público asistente se dio cuenta del potencial del delantero. Con sólo diez minutos en terreno de juego, el habilidoso malabarista se sacudió la presión que supone jugar ante los merengues y tumbó al equipo dirigido por Vicente Del Bosque. La afición no podía creer lo que veía. El conjunto amarillo derrotaba al todopoderoso Madrid de los galácticos en el tramo final con dos goles de un jugador local, que había vivido el fútbol desde la cuna de Gran Canaria. El tanto que cerraba la cuenta puso su nombre en el disparadero ante el asombro de propios y extraños. Una vaselina milimetrada y teledirigida dejaba inoperante a un imberbe Íker Casillas. La magia que emanaba por aquel entonces de sus botas, irradiaba y desbordaba coraje e ilusión. En Segunda división, aún con los pio-pio, Rubén iba a permanecer dos campeonatos más. La última vez que vistió la camiseta amarilla se dio una circunstancia paradójica. Las Palmas descendía a Segunda B, pero Rubén se destapó como un auténtico killer del área. Castro firmaría 22 tantos, llegando a ser el pichichi de aquella horrenda campaña en lo colectivo.
De trotamundos a 'Leyenda'
Con tan solo 23 primaveras y en plena temporada 2004/2005, Rubén Castro comenzó a peregrinar por una cantidad de equipos que frenó su vertiginosa progresión. Aquel curso fue fichado por el Deportivo de la Coruña junto a Momo, a cambio de 3,6 millones de euros. Sin embargo, no encontró acomodo en Riazor y se marchó cedido al primero de los cinco equipos en los que estaría: el Albacete Balompié, que jugaría en la máxima categoría. En la capital manchega disputaría 22 partidos viendo puerta en tres ocasiones. Números insuficientes y un nuevo descenso a sus espaldas propiciaría su retorno a La Coruña. Corría la temporada 2005/2006 y en el Deportivo gozó de la confianza de un enemigo del beticismo, Joaquín Caparrós, ya que llegó a disputar 24 partidos pero solo firmaría tres goles. Sin opciones en el cuadro gallego, el goleador canario circuló por equipos como el Racing de Santander, donde solo jugó un encuentro, Gimnàstic de Tarragona, Huesca y Rayo Vallecano. Entre medio de estas múltiples cesiones, volvió a no tener suerte a la orilla de la Torre de Hércules. En la ciudad oscense y en Vallecas convertiría 14 goles en cada una de las temporadas, lo que dejaba entrever que su filosofía e itinerario estaba ligada a la portería rival. Cansado de deambular a préstamo por la Segunda división, el Real Betis Balompié se cruzó en su camino. Una intersección que cambiaría su vida futbolística. Con las filas heliopolitanas en la categoría de plata tras la gestión de Ruiz de Lopera, Rubén Castro se enroló en el club que le dio la confianza y continuidad necesaria para triunfar.Indiscutible desde su llegada al club verdiblancoA las órdenes de Pepe Mel, el equipo retornaría a la élite y el insular empezó a construir la leyenda. El Betis subió a Primera como campeón, arropado por sus 27 goles. Tan solo se quedó por detrás de Javi Guerra (28) y Jonathan Soriano (32) para volver a alzarse como pichichi de la categoría por segunda vez. Henchido de rebosante seguridad, Rubén Castro se enfrentaba a su más temida asignatura: triunfar en Primera División. Aquel reto no le puso en un aprieto y el de La Isleta se hizo un hueco entre los mejores delanteros del panorama nacional. En su madurez personal y futbolística, el ariete se iba convirtiendo en el baluarte de una afición tan necesitada de vínculos gloriosos. Tras la marcha de Joaquín, Assunçao y Edu, entre otros, la parroquia verdiblanca estaba huérfana de predilección por algún integrante de su plantilla. A base de goles con la zamarra de las trece barras, su nombre iba esculpiendo la miel del recuerdo eterno. Mucho ha llovido desde el 1 de agosto de 2010. El tiempo ya tiene grabado bajo llave los 134 goles en partidos oficiales desde que el delantero pusiera un pie en La Palmera.