Si hacemos una chirigota

No me hagan hablar de esto. Si hacemos una chirigota, dejadla en nuestras manos, en la trastienda sola con su sonrisa perdida, con su peludo secreto, con su savia transgresora. No la saquéis de su pequeño universo de amparo y libertad. No la fotografiéis desnuda. No preguntéis por qué, que anda en ropa interior de razones y verdades. Qué más da quién la escriba, quién la cante o de qué se vista si queremos hacer una chirigota sin nombre, sin dueño y sin dinero. Sabed solo que la chirigota no perseguirá más gloria que la esquina, más salud que el derecho a la palabra, más academia que el bache del barrio, más fama que sus noches de invierno.
No me hagan hablar de esto. Si hacemos una chirigota no la hagáis presa de una red carcomida por el delirio de Narciso. Dejadla que vuele bajo sin buscar el cielo ni las nubes. Dejadla que ofenda, que confunda, que provoque. No le hagáis caso que ella no os lo hará a vosotros, ni os pedirá permiso, ni perdón, ni se dará de alta en la inseguridad social de un concurso sin rumbo ni medida. Si hacemos una chirigota no será para ganar, sino para ganarnos la última hora imposible de cada tarde.
No me hagan hablar de esto. Dejadla que sea como era antes, sin el cálculo de la palabra, sin el tubo de ensayo, sin la música desodorada, sin la garganta limpia. Si hacemos una chirigota no será para la historia, sino para sacarla del olvido, que ni es lo mismo ni es igual. Que nadie tiemble que no irá buscando laureles de plástico ni cetros niquelados. Una chirigota que no se doble ante la autoridad, sabiendo que aquí ya la autoridad es cojonudamente vana, bondadosamente cruel, que castiga lo incorrecto y abraza como el oso.
No me hagan hablar de esto. Dejadla que diga lo que quiera, que no cambiará el mundo, que el mundo ya no hay quien lo cambie. Por eso solo queremos cambiar nosotros. No la busquéis en las listas, que en el desorden eso es imposible. No hacedle preguntas, que no va a responder a la altura del entendimiento, que para eso es una chirigota y, aunque lo parezca, no está tan loca como nosotros, ni tan cuerda como la gente. Dejadla que sea un vapor, una oda al espanto, una denuncia a la estupidez humana desde la nuestra propia. No levantéis la expectación o huirá sin despedirse hacia donde el dolor se cure; el nuestro por lo menos.
No me hagan hablar más de esto. Si hacemos una chirigota dejadnos un escaparate en liquidación para anunciar su grotesca estampa, que no vendrá a inventar nada, sino a celebrar precisamente aquel maravilloso invento que otros han ido enterrando y que muchos ni han descubierto bajo el espeso polvo que cubre los escenarios de esta era, tan digital como estrecha, huérfana, tuerta y desheredada, sobreviviendo a duras penas en su propia isla del naufragio. No preguntéis más, que nos estamos despertando de un sueño de veinticinco largos años y nos falta café.
No me hagan hablar más de esto: si hacemos una chirigota, dejadla (o no la haremos).
JUAN CARLOS ARAGÓN