El sueño de vencer a la leucemia y pisar el Villamarín

El Real Betis es una lección de vida diaria. La solución que cura enfermedades. Una anestesia idílica para aliviar los dolores. Es alegría y dolor, fantasía y desilusión. Es amor y pasión. Una manera de entender la vida que repleta de sueños a los que lo siguen. Sueños como el de Daniel Suárez, que ya tiene la sangre verdiblanca.

La historia de Dani es una de esas únicas en el mundo, de las que merece la pena contar. Ejemplo de superación, de cómo afrontar los problemas, mirarlos a los ojos y terminar derrotándolos.

Natural de Gijón, colaborador con La Nueva España, es socio y fiel admirador del Sporting. Una entidad íntimamente ligada al Real Betis. Precisamente en Heliópolis vivió el último ascenso de su equipo a la élite. Un lugar en el que cumplió el sueño de volver a ver a su equipo en la élite. Sin embargo su vida dio un giro inesperado, al sufrir una leucemia. Una maldita enfermedad que jamás le permitió cambiar su filosofía de vida, su manera de entender las cosas.

A través de ahí, usó el fútbol como herramienta para evadirse de sus problemas. Todo con un sueño fijo, el de vencer a su peor enemigo, ganar el partido más importante de su vida y volver a ver al Betis en el Benito Villamarín.

Y es que le Betis le agarró y cuando eso pasa, es imposible escapar... "Siempre tuve simpatía por el Betis, por la hermandad con el Sporting. Cuando vinieron aquí por primera vez después del ascenso nuestro de 2008 pusieron una pancarta de 'Bienvenidos a Primera' y ya le coges cierta simpatía al club. Luego más con la llegada de Setién. Siempre me gustó mucho desde que estaba en el Lugo y empecé a seguir todos los partidos al Betis. Es un club al que le tengo simpatía, suelo tragarme la jornada entera de liga y veía al Betis como una fecha marcada", comenta Dani para ElDesmarque.

El Betis como remedio a los dolores

"Tuve una leucemia hace un año y pico de la que me estoy recuperando y pasaba meses y meses en el hospital ingresado. Lo que me entretenía y me sacaba de eso era el fútbol. Justo me tocó esta etapa primera de Setién que era 4-0 al Levante, el 4-4 en Anoeta, perder en Éibar, el 3-6 del Valencia y era como joder, era lo que te daba alegría. Pasabas el día de forma diferente. Viendo el fútbol te olvidabas de todo. Me dio mucho buen rollo y buen ambiente el tema del Betis, acabé cogiéndole más cariño todavía. Luego el derbi ya me tocó verlo en casa y lo vi como un bético más el 3-5 del Pizjuán".

Pero aún seguía quedando una espina clavada para Daniel, con el sueño por cumplir de volver a la que ya es su segunda casa... "Luego empecé cuando tuve transplante de médula y vine a casa a mediados de marzo la última etapa ya la vi en casa. Disfruté de la clasificación para la UEFA y ya veía que el ambiente era de lo mejor por aquí. Estuve el día del ascenso del Sporting del 0-3 en 2015 pero estaba el estadio en proceso de remodelación. El Betis ya no se jugaba nada, fue un simulacro de partido. Me quedó el gusanillo de que cuando estuviera bien el primer sitio al que iba a ir sería el Villamarín".

El fútbol, por y para los aficionados

El fútbol, como el Betis, es el reflejo más íntimo de la vida. Un día a día en el que conviven enemigos y salvadores. Pero en esto de ayudar al prójimo, hay pocos como la entidad verdiblanca. Ya sea en Heliópolis, Perú o Gijón. Y como en todo cuento de hadas, existen unos ángeles que ayudan a cumplir sueños.

Ahí es donde aparecen los Friquis Verdes, una serie de aficionados cuya mayoría habita fuera de la ciudad. Un grupo que entiende al hincha como principal protagonista del juego, por lo que alcanzan más sensibilidad con estos temas. Así lo hicieron en la visita de Pere Ribas al Villamarín, enviando material verdiblanco a Mali o siendo los ángeles más cercanos a Daniel.

"Cuando me planteé de verdad ir, salió el sorteo con el Milan y vi que era el día. Que tenía que ir sí o sí", comentaba Daniel. Ahí es donde entró en contacto con Friquis Verdes, que de inmediato hizo todo lo posible para conseguirle la entrada. "Se hicieron cargo de cogerme las entradas y me regalaron la mía. No habían pasado 15 minutos cuando ya me habían ingresado el dinero. Se lo agradezco más por el detalle que por el dinero. Cuando fuimos antes del partido nos vimos, estuvimos tomando algo y la verdad que es muy bonito porque el fútbol al final es lo que te va dejando. Soy entrenador de fútbol, socio del Sporting, vivo para el fútbol. Son esas cosas buenas que te termina dejando".

Sueños cumplidos

"Para mi era un sueño por lo que significaba después de lo que pasé. Lo que entiendo por el fútbol es eso, la amistad que se crea, la gente que conoces, la amabilidad de todo el mundo y compartir algo que tiene que ser una fiesta. A mi personalmente me ayuda muchísimo y el trato con ellos fue espectacular. Tengo entendido que trataron que el club me recibiera o supieran de esto, no sé explicar lo agradecido que estoy con ellos. Si no fuera por esto nadie hubiera sabido que me habían ayudado, fue una implicación de corazón"

Y allí llegó Daniel, al Benito Villamarín. Un 8 de noviembre que recordará el resto de su vida. El día en el que cumplió su sueño de volver al Betis en Heliópolis. Un objetivo que no era más que el culmen de haber vencido la primera gran batalla a la enfermedad.

Y es que su vida mucho tiene que ver con el Betis, pues es un ejemplo de pasión, de cómo afrontar los obstáculos de una manera diferente al resto. De luchar y seguir luchando.

Y es que para él el Betis es algo diferente al resto: "En una palabra, la pasión. Por lo que haces. Todo hay que hacerlo con pasión, con ganas. Noté esa pasión hasta en las ganas de ellos de que hiciera este viaje y facilitármelo. La pasión que vi en el campo, en las buenas y en las malas, como en la segunda parte. Es la forma que tengo de entender esto. Aquí y en la vida, las cosas hay que hacerlas con pasión y corazón. Hay muchas similitudes entre Betis y Sporting y la pasión es una de ellas. Ojalá volviera con el Sporting pero para eso igual tenemos que esperar un poco..."

Un amor a las trece barras que no es nuevo para Daniel, pues hasta su propio padre creó en su adolescencia un equipo inspirado en el heliopolitano. Así era el Betis de Siero, concejo en el que viven, que sentó las primeras bases de un sentimiento que hoy brilla a casi 800 kilómetros de Sevilla.

Una manera diferente de entender la vida

El fútbol es la vida y la vida, el fútbol. Una manera de mirar a la vida con una perspectiva distinta. Y es que el deporte rey es el motor más bello para superar cada obstáculo, para vencer la batalla más importante de su vida, para convertirse en quién es a día de hoy.

Daniel y el fútbol: "Es mi pasión, lo que me llevaba a aguantar todo el día, lo que me sacaba de la cabeza lo que estaba pasando"

Por eso cuando le cuestionan por el fútbol, para él lo es todo: "Es mucho porque de pequeño al nacer ya tuve cinco tumores en los ojos, perdí un ojo. El tema de jugar al fútbol ya complicado. Entonces desde pequeño empecé a entrenar a chavales y eso me ayudó mucho a matar el gusanillo. Siempre quise jugar al fútbol pero nunca pude. Es mi pasión. Este tema de los valores que lleva el fútbol, no solo lo que es el deporte en sí. A raíz de esta ultima enfermedad en el hospital vivía para el fútbol.  Era lo que me sacaba de la cabeza lo que estaba pasando. Todas las noches había partido y era lo que me llevaba a aguantar todo el día. Pensaba, bueno, no pasa nada porque a las 20.45 hay Champions. Llegaba el sábado o el domingo y estaba en la gloria porque estaba echado en la cama y veía los 8 partidos que había. El fútbol es mucho mucho más que un deporte, es una manera de vivir prácticamente".

Daniel y el Betis. El Betis y Daniel. Una misma manera de entender la vida a casi 1.000 kilómetros de distancia. Misma pasión, misma capacidad de enfrentarse a los obstáculos, mismo sentimiento de querer al prójimo y siempre cumpliendo sueños.