Porsche es sinónimo de lujo, prestigio y rendimiento. La marca alemana ha construido una reputación alrededor de su inconfundible diseño y sus imponentes prestaciones. Con el tiempo, incluso se atrevió a dar el salto a la electrificación. El resultado, sin embargo, no siempre ha estado a la altura. Y ahora el nuevo 911 GTS híbrido lo demuestra con un problema inesperado.
El icónico 911 ha tenido que rendirse a la electrificación con el sistema T-Hybrid. Sobre el papel, parece brillante: un motor bóxer de seis cilindros y 3,6 litros con 485 CV, asociado a un cambio PDK de ocho velocidades y apoyado por un motor eléctrico de hasta 65 CV. La tecnología, en teoría, debería elevar la experiencia de conducción a otro nivel.
El inconveniente llega con un detalle que pocos imaginarían. La batería de iones de litio, con apenas 1,9 kWh, obliga a un trato casi exagerado. Según el manual del propietario, el coche debería mantenerse en un rango de temperatura ambiente entre 0 °C y 20 °C. Algo prácticamente imposible en el día a día.
Las advertencias no se quedan ahí. El fabricante recomienda no dejar el vehículo bajo el sol durante largos periodos. También se desaconseja que la carga baje del 30 %, ya que habría que acudir a un servicio oficial para recuperarla. Para un coche de más de 200.000 euros, las exigencias resultan sorprendentes.
El manual añade más condiciones que rozan lo absurdo. Si el 911 híbrido va a estar parado durante dos meses, se aconseja conducirlo antes en modo Sport Plus, exprimiendo el motor a altas revoluciones para “precargar” la batería. Un ritual impensable en un modelo de uso esporádico.
En la práctica, el deportivo más emblemático de Porsche parece necesitar una especie de “cuidado de lujo” permanente. Como si fuese una pieza de colección incapaz de soportar la rutina de un coche real. El contraste con su imagen de máquina robusta y emocionante no podría ser mayor.