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Riga se aguó en Bolton y se esfumó en la India
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Riga se aguó en Bolton y se esfumó en la India

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Miguel Ángel Vara

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A falta de seis partidos para acabar la Liga más sufrida para el Levante desde su retorno a Primera, a los de Lucas Alcaraz les daría la vida encontrar una figura que emulara lo que en la última vez que se encontraron en esta situación personalizó un tipo peculiar como Riga Mustapha. Fue en el ejercicio 2006-07, con Abel Resino en el banquillo granota, cuando las llamas del descenso ya quemaban y se buscaba un salvador que pocos esperaban que fuera el atacante de pasaporte holandés que, hasta esa fecha, había transitado por Primera con unos discretos dos goles en 30 jornadas. 

Pero Riga no era un jugador normal, de hecho no era una persona corriente. Riga vivía en su mundo, su universo era distinto al de la mayoría, podía estar ahí en cuerpo pero no siempre en mente. Pero era un buen tío y tenía las ideas claras, bueno más o menos claras. Nacido en Ghana, llegó a Orriols en 2005, para ser el máximo goleador el año del ascenso a Primera de la mano de Mané. Entró en la historia del club y en los corazones del levantinismo por su gol decisivo en Lleida, un tanto que le definía bien, pescando en el segundo palo un balón que pedía que alguien lo empujara. Riga tenía la virtud de maximizar sus tantos, no solía anotar goles que no se tradujesen en puntos, no era el más amante del esfuerzo así que, si se tomaba la molestia de marcar, quería que supusiera puntos para el equipo.

Así, en aquel año en Segunda marcó los goles de la victoria ante el Ferrol, el Numancia en la ida y la vuelta, el Elche, el Castellón y el mencionado en la última jornada en Lleida. Un año antes, ya había cosechado otro ascenso en Holanda, donde Manolo Salvador lo pescó con rapidez desde la segunda alertado por sus 22 goles en el Sparta de Rotterdam.
El que fuera ídolo granota tenía una historia clásica en el fútbol holandés. Nacido en África, emigró a los Países Bajos para abrirse camino gracias al fútbol. Su velocidad le puso en el escaparate desde muy joven y le sirvió para ser internacional sub16, sub17, sub18, sub19 y sub20 con Holanda, pero lo que se intuía no llegó a concretarse y su estreno en la Eredivisie con el Vitesse no tuvo continuidad, ni estuvo respaldado por goles, con lo que tuvo que bajar un peldaño para que su carrera volviese a tomar impulso y el Levante entrara en su vida. Eso sí, con el conjunto de Arnhem disputó la Europa League y seguro que aún recuerda su doble enfrentamiento con el Liverpool en 2002.
Su estreno en la Primera española, aún con López Caro, le llegó con 25 años y la cosa no pintaba nada bien llegados a un punto similar al actual. Pero entonces, algo cambió en la mente de Riga, que en una especie de osada iluminación salía en prensa a decir, cada semana, que iba a marcar y a salvar al equipo. Dicho y hecho: 6 goles en 5 jornadas, las definitivas, las que van de la 33 a la 37. Y él solito salvó al Levante entre carreras y risas. “Yo Riga, marcar seguro. Se-gu-ro!”, se aventuraba a anunciar en cada previa de partido. Y cumplía entre rastas y risas.
Cómo se obró esa transformación es un misterio, pero lo que fue una realidad es que Riga hizo enloquecer al levantinismo con sus goles victoriosos ante el Nàstic, el Celta o el Racing (2), coronando su hazaña con otros dos tantos que le marcó al Valencia en el mejor derbi (visto desde el lado granota) que se recuerda en Orriols, en la penúltima y salvadora jornada para los azulgrana. Una de las versiones de cómo un jugador que había marcados dos goles en 30 partidos fue capaz de hacer 7 en las últimas 7 pasa por un toque de atención que le dio Pablo Caballero a su alocado compañero. Aquella mañana, en el vestuario de Buñol se oyeron algo más que palabras tras el entrenamiento y, sería por aquello o no, el caso es que Riga se puso las pilas y sacó su disfraz de salvador a partir de entonces. En el santuario granota, Riga pasó a ser ídolo y la afición acudía al aeropuerto a esperarlo para cantarle tras sus goles victoriosos en Vigo y Santander. 
La historia de amor con Riga, al igual que con el resto de jugadores, se acabó con la llegada de la siguiente temporada, la desastrosa 07-08 en la que sobre todo se habló de impagos, deudas, ley concursal…en medio de aquel desastre, Riga aún hizo 8 goles en Primera y eso que no lo tuvo fácil. No es un falso mito que en aquellos meses al delantero le embargaron la casa, le cortaron la luz, los impagos le acechaban, las cartas del banco reclamando se agolpaban... Para un jugador que en verano pudo irse a la Premier a multiplicar su salario pero se encontró con la negativa del club a venderlo, aquello era insoportable y aún así intentó dignificar su rendimiento con goles. Al final del ejercicio, Riga recalaba en el Bolton Wanderers y, por fin, lograba su sueño del millón de euros. Se los había ganado dejando una treintena de goles en sus tres años como granota. Como le ocurrió a otros compañeros, su salida del club no fue la que merecía pero en aquellos meses sombríos bastante tenía el levantinismo con salvar el club. Y así tomó la puerta de salida el mejor delantero que hubo en Orriols durante tres años. 

Su sueño inglés... acabó en pesadilla

Su sueño inglés comenzó más o menos bien, pero pronto se tornó en un drama. En su primer año disputó 17 partidos en Premier, aunque sólo dos de titular y su casillero de goles quedó desierto eclipsado por Kevin Davies, Taylor o Elmander. En una liga tan exigente y que no te espera, eso se paga caro y así, en su segunda campaña su aportación en el Bolton fue una anécdota jugando un solo minuto, precisamente ante el Liverpool. El tercer año cayó en la absoluta indiferencia y no contaba para nada en el Reebok Stadium así que en el mercado de invierno hizo las maletas para intentar reconducir su carrera o, al menos, recordarle al mundo del fútbol que no le pasaba nada raro, que seguía estando ahí. El que había sido héroe del Levante había caído en el ostracismo absoluto cuando aún no había cumplido los 30 años y ni siquiera su paso por el Cartagena de JIM le sirvió para renacer o al menos enderezar su carrera. Tanto es así que se retiró durante dos años del fútbol cuando en teoría estaba en la edad perfecta para rendir. El desánimo invadió al delantero que siempre sonreía en Orriols así que prefirió no probar fortuna en ninguna otra liga y colgar las botas. 
De esa mala manera se puso fin a su carrera pero una persona clave en su vida deportiva volvió a marcar su número de teléfono cuando Riga iba ya hacia los dos años sin jugar. El que le reclamaba desde el otro lado de la línea era Mike Snoei, ex jugador holandés y el entrenador que más y mejor ha entendido a Riga. Snoei fue el que apostó por el atacante en el Vitesse, el que después se lo llevó al Sparta de Rotterdam y lo hizo hincharse a goles y ahora le llamaba desde la India para que se enrolara en un peculiar proyecto, el del Pune FC. Riga no pudo decirle que no y llegó a la India para suplir la marcha de Raúl Fabiani, el espigado delantero que ahora milita en el Olímpic de Xàtiva y tiene en su nómina a la mayoría de clubes valencianos de Segunda B. Durante unos meses, Riga recuperó las ganas de fútbol en la populosa (casi cinco millones de habitantes) ciudad hindú. Y ahí el fútbol acabó para él. O eso creo. 
No sé bien qué ha sido de Rahamat Riga Mustapha, si estará regentando el hotel que había comprado en Amsterdam o habrá terminado el que quería construir en su Accra natal. Quizás encontró la felicidad en la India y ahí medita su siguiente paso. Casi seguro que no volvió a esa ciudad satélite de Manchester que es Bolton, cansado de ver la lluvia desde su ventana y de no jugar nunca. Ni siquiera descarto que cualquier día aparezca en el parking del Ciutat el que fuera precursor del 'black power' en la delantera granota. Porque antes de que Caicedo, Koné y Martins mejoraran lo vivido, fue Riga el que inauguró el camino, así que aún espero verlo aparecer con su vistoso Hummer, en el que gastó su última paga en el Levante para cambiarle las llantas, y de él baje ataviado con su ropa de camuflaje y sus vistosas zapatillas con lengüeta por fuera. Que asome con su melena hasta la cintura y abra la boca para sonreír de nuevo, luciendo bien su diente de oro. Y si lo hace, por favor, que lo haga ya y traiga con él sus milagrosos goles salvadores en las seis últimas jornadas.
Miguel Ángel Vara

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