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El ex granota Ramalho humilló a Romário con 40 años
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El ex granota Ramalho humilló a Romário con 40 años

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MIguel Á. Vara

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A cierta edad ya, hablar del que fuera esporádico icono de juventud de uno, tiene el peligro de que la efervescencia juvenil distorsione la realidad ensalzando en demasía lo positivo y olvidando lo menos brillante. Pero es que, al verdad sea dicha, a uno le satisface poder rescatar del baúl de los recuerdos al que fuera estrella efímera del Levante a finales de los 80 e inicio de los 90.

Fueron solo dos temporadas, la segunda con descenso incluido a Segunda B, las que Orriols gozó de la presencia de un brasileño peculiar como su delantero de referencia. De él, quiero desempolvar su último coletazo triunfal con más de 40 años y un exceso de kilos que lo consagró aún más. Llegaremos después a eso. Empecemos por el  principio de alguien del que los menos jóvenes ya sabrán que nos estamos refiriendo, nada menos, que a Cícero Ramalho. Me pongo de pie.

No caeré en el topicazo de su incidente con el supositorio. Para los granotas recientes basta con recordar que el brasileño hizo un uso indebido de este medicamento, ingiriéndolo vía oral. Digamos que la medicina no era su fuerte. El caso es que en una época en la que los extranjeros, por el mero hecho de serlo, pasaban a ser las estrellas de los equipos, máxime en un Levante en blanco y negro en todos los sentidos. La llegada de un brasileño siempre despertaba expectación, hablamos de 1989 cuando había cupo de jugadores foráneos y, ocupar una de las escasas plazas suponía un estatus. Ramalho llegó a Valencia tras un año en el Real Murcia, donde sólo dejó seis goles y pocas sensaciones positivas. Su currículum hasta entonces tampoco invitaba al optimismo pues en su país había pasado por los modestos Potiguar, Ferroviario y Ceará. Nacido en Mossoró en 1964, su carrera local la hizo siempre en pequeños equipos del estado de Rio Grande do Norte, cerca del Atlántico, entre Fortaleza y Natal.

La apuesta para Segunda

Para su regreso a Segunda, el cuadro azulgrana apostó por un par de brasileños, el mencionado Ramalho y Dos Santos, que daría un pobre rendimiento dentro de la cancha. A ellos se sumó a final de temporada Binic, en un equipo que cambiaría de entrenador en la jornada 28 cuando Pepe Martínez sustituyó a Roberto Álvarez. Finalmente se lograría la permanencia y, en buena medida, fue gracias a los goles de Ramalho, que con 12 dianas hizo un año extraordinario pues los logró solo en 21 partidos. La grada, entonces de cemento, del Ciutat, entonces Nou Estadi, se enamoró rápidamente de aquel delantero de pinta poco estética. Pelo calorro y ensortijado, un físico de pera con algún exceso de kilos y una aversión clara al esfuerzo físico y el trabajo defensivo. Ramalho vivía para el gol, su hábitat era el área y lo que pescaba en ella acababa dentro del marco rival. ¿Todo esto les recuerda, salvando muchas distancias, a otro delantero brasileño que pasaría por Valencia?

El atacante escondía en un su cuerpo poco vistoso una velocidad interesante que le permitía ganar un metrito cuando menos lo esperaba el defensor y vacunar a los rivales que, hasta el momento, le habían visto como un elemento poco peligroso, incluso desconectado del partido. Pero ésa era su trampa, Ramalho esperaba su ocasión y, cuando la tenía, era gol. Al menos ese año. La afición granota le idolatraba (Ramalho, carallo!!!) y aún recuerda su actuación ante el Racing de Santander. Si no recuerdo mal, fue el primer partido que la extinta Canal 9 le televisó al Levante y el brasileño lo festejó haciendo dos goles en 20 minutos. Fue su estreno en casa, el 9 de diciembre de 1989, unas horas antes de que servidor cumpliese los 15 años. Aún agradezco aquel regalo de cumpleaños.

Se metió a la afición en el bolsillo 

Con aquella tarjeta de presentación se metió a la afición en el bolsillo y firmó un par más de dobletes aquella campaña ante el Figueres y el Murcia, su ex equipo. El siguiente ejercicio, como era habitual en la casa granota, todo se vino abajo y terminó con un descenso que desde verano se veía llegar. Los números de Ramalho también decrecieron, 8 goles en 31 partidos, con una sequía letal que condenó al equipo pues el brasileño no vio puerta entre las jornadas 13 y 30.
Aquel año coincidió en el equipo con el actual entrenador del Villarreal Marcelino García Toral y vio como desfilaban tres técnicos diferentes por un banquillo siempre eléctrico. Cícero cerraba su etapa en Valencia y se iba sin más para encontrar acomodo en el que sería su último club español, el Sabadell, al que llegaría de la mano de Pepe Martínez, con el que brilló en el Levante. Tampoco le fue bien con los arlequinados, con los que consumó otro descenso y no anotó ningún gol. Eso sí, compartió equipo con el mítico N’Kono. Poco consuelo imagino para un Ramalho al que ese año nefasto condenó al adiós a nuestra competición.
Y así desapareció el delantero que un par de años antes hizo vibrar al levantinismo y del que sabemos que fue ofreciendo sus servicios en equipos de su país (Portiguar, Itapipoca, Ferroviario, Treze…) y aún logró brillar en Túnez (Etoile du Sahel) con el que logró un título continental. Así hasta que fue apagándose su mecha goleadora con la llegada del nuevo milenio, al que llegó con 36 años y ya sin forma para jugar al fútbol de manera más o menos competitiva. Pero como los mitos siempre vuelven, Ramalho fue capaz del no va más y de ascender desde el fútbol más amateur de su país hasta el primer plano mundial un 20 de abril de 2005 y es éste, sin duda, el capítulo más vibrante de su trayectoria y el que nos hizo creer a todos los que lo vimos en Orriols que los cuentos de hadas existen.

A medio camino entre ser entrenador y pasar el rato 

A medio camino entre ser entrenador y pasar el rato, Ramalho aceptó casi por una apuesta con el presidente del modestísimo Baraúnas volver a vestirse de corto y jugar en este equipo de barriada que equivaldría a un regional de aquí. Había cumplido ya los 40 años y aseguran que rondaba los 100 kilos. No haremos caso a las malas lenguas pues en las imágenes aparenta menos, unos 95… pero como son de puro talento goleador, en este caso cuanto más, mejor. Dando un salto temporal a unos años atrás, la prensa local bautizó medio de coña, medio en serio al delantero como ‘Cícero Romário’, por aquello que hablábamos antes de su aspecto físico, su actitud en el campo y su transformación ante el gol. Ramalho era el Romário del fútbol regional y así lo conocían cuando goleaba en el Ferroviário do Ceara.

Pero el apodo cobró importancia máxima en aquel abril de 2005, cuando la copa brasileña quiso que se emparejasen el modestísimo Baraúnas, con el potente Vasco de Gama liderado por Romário de Souza Faria. A doble partido y con esa diferencia de nivel, ni siquiera el torcedor más fiel de Baraúnas, apostaba un Real porque los suyos lograsen ni siquiera empatar uno de los dos partidos, máxime si su esperanza ofensiva era un cuarentón con sobrepeso. Pero los mitos lo son por aparecer cuando menos te lo esperas y hacer posible lo imposible. La Asociación Cultural y Deportiva de Baraúnas fue capaz de arrancar un 2-2 del estadio de Vasco de Gama y sí, uno de los goles los firmó Ramalho.
Faltaba el partido de vuelta en el que se daba por seguro que el club de Río de Janeiro pondrías las cosas en su sitio y para ello no reservó a su máxima estrella, un Romário que iba a jugar en el campo del Baraúnas. Fue un encuentro histórico, un milagro futbolístico de los que ocurren cada década. 3-0 vencieron los locales, en los que brilló sobremanera un tal Cícero Ramalho, que firmó dos goles, convirtiéndose en el auténtico Cícero Romário ante los ojos del auténtico Romário, que sólo pudo ir a felicitarle tras su partidazo. El que fuera mejor delantero del mundo durante años rindiendo pleitesía a un cuarentón de regional. Posiblemente, el bueno de Romário nunca sabría que aquel orondo delantero también había jugado en Valencia, como él, 15 años antes de que aterrizara en Mestalla para convivir con Valdano o Luís Aragonés.

Héroe nacional 

Tras aquella gesta, Ramalho fue héroe nacional y todo el mundo se preguntaba de dónde había salido aquel señor. Los ecos llegaron a España muy orientados al ridículo de Vasco de Gama y Romario y nadie cayó en que el protagonista real, también había tenido un pasado en nuestra competición y que había sido ídolo en el Levante. Los ecos de la gesta se fueron apagando, quedando eso sí un rédito para Cícero en su ámbito más local. Por eso, en 2010 se publicó el libro “Cícero Ramalho, o artilheiro de Mossoró”. No sólo eso, tal era su fama que se presentó a las elecciones con el Partido Verde, aunque digamos que su carrera política fue tan efímera como los 453 votos que obtuvo.
Por eso, Ramalho siguió ligado al fútbol modesto, entrenando al Coríntias de Caicó o al propio Baraúnas y ahí sigue, viendo la vida pasar con la misma tranquilidad que mostraba sobre el césped. Esperando con calma su próxima oportunidad para, seguro, aprovecharla y, si no, siempre podrá echar la vista atrás y sentado al sol, contar por enésima vez, con su pelo canoso, a cualquier paisano cómo una noche de 2005 puso las cosas en su sitio ante el mismísimo Romário y desvelar su secreto: Quizás su fuente de la eterna juventud goleadora emana de un supositorio mal ingerido cuando lucía, siempre sospechosamente ajustada, la camiseta de las barras azulgranas.
Miguel Ángel Vara

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