La inercia y otras milongas del Levante

El Levante UD ha ganado al Numancia por inercia. Llámenme quisquilloso y estoy seguro que la gente que utiliza esa expresión lo hace a buena fe y lo que quiere decir es que el conjunto granota ha cogido tal velocidad de crucero y está haciendo tan bien la cosas que a veces gana como sin querer. Pero tengo que reconocer que es una frase que me toca la moral, el inexorable camino hacia la cuarentena me ha vuelto un cascarrabias y además necesito calentarme para no convertirme en una estalacmita en el Ciutat de València. Lo de ganar 'por inercia' es una de las mayores milongas que existen, una milonga de tamaño directamente proporcional a los méritos que está realizando el conjunto granota para enlazar esta racha de seis victorias consecutivas que nos hace soñar con festejar el ascenso mientras nos comemos la mona de Pascua. Calma, calma. Eso es otra milonga, una milonganiza... de Pascua. Perdón.

Hay que reconocer que, comparado con lo que hemos visto del Levante en anteriores jornadas, el partido frente al Numancia fue el más flojito que se le recuerda al grupo de Muñiz, del mismo modo que los rojillos me parecieron el equipo con más personalidad que ha pasado por el Ciutat de València. Los adversarios son muñecos en manos del equipo granota, que juega con ellos, los maneja y los moldea a su merced y sólo tiene que decidir en qué momento les extirpa los brazos y las piernas y los deja para el arrastre, a la espera del próximo juguete. Los de Arrasate se negaron a ser un títere y cerca estuvieron de obtener su botín en Orriols pero erraron sus claras oportunidades. Y Jason, el Levante, acertó. Pero ¿qué culpa tiene el equipo granota de que sus atacantes sean tan buenos? Como sus centrocampistas, sus defensas y su portero. Todos ellos realizan un trabajo brutal para que, si por algún casual el enemigo, en este caso el Numancia, logra cruzar sus líneas, lo haga tan cansado, con la vista tan nublada y tan carcomida la moral, que hierre ocasiones tan claras como las que tuvieron los sorianos.
El trabajo defensivo del Levante hace que, cuando el delantero rival se planta delante de la portería granota, lo haga exhausto y se le nuble la vista y ésa fue la única inercia frente al Numancia
Las inercias, los debates arbitrales, los jugadores que juegan partidos 'especiales' frente a sus ex equipos y, si marcan, no lo piensan celebrar... Son aditivos de los que se alimenta el fútbol espectáculo y que nos entretienen entre jornada y jornada, que estamos convencidos de que influyen en el resultado de los partidos y, por contra, no están demostrados científicamente. Hasta hace poco hemos consumido una de estas historias: Rafael Martins no ha explotado porque Muñiz no le ha dado oportunidades, cuando ha jugado lo ha hecho de extremo y, cuando lo ha hecho de delantero centro, no ha tenido continuidad. No sé qué pensarán en este sentido los Róber Pier, Espinosa, Toño, Abraham, Lerma, Jason, Rubén García... que, en algún momento de la temporada, han sufrido en sus carnes el desagradecido papel de la suplencia o de la grada pero que, en cuanto han tenido la mínima oportunidad, la han cazado al vuelo. Pero la suerte te tiene que coger trabajando. En el caso del brasileño, el trabajo a full ha estado pero la suerte no ha llegado nunca. El bloqueo mental le ha superado pero estoy seguro de que esa barrera psicológica no es que se vaya a levantar, sino que saltará por los aires y a buen seguro que en Vitoria de Guimaraes acaba la temporada con unas buenas cifras. Su despedida, por cierto, ha sido la de un caballero. Suerte, pero de la de verdad.
Muñiz ha convencido a sus futbolistas pero también a la grada: si tiene que meter otro central para defender la victoria, se acepta; Orriols respira respeto, algo que se había traicionado a sí mismo el Levante el pasado año
Las victorias son consecuencia del trabajo y las inercias, de los triunfos, y no al revés. Futbolistas llamados a otras labores más artísticas como Jason, Morales, Roger, Rubén, Campaña, se vacían semana a semana, muchas veces de domingo a miércoles y vuelta a empezar, acumulando kilómetros en la mochila. Ése es el secreto de la fortaleza defensiva granota, además del momento de gracia de sus centrales y del mismo modo que la delantera tiene la tranquilidad de que, con que metan una de las que tienen, la victoria está en el bote gracias a la gran labor de los zagueros. Pero este trabajo no sería posible sin la convicción y esto es algo que les ha inculcado su entrenador. Muñiz les ha convencido de unas ideas y la plantilla las ha asumido como suyas porque ve que el técnico no se anda con dobleces y la justicia que entiende el futbolista es que todos van a tener su oportunidad. Y, sea un minuto o 90 sobre el terreno de juego, serán siempre de protagonismo absoluto. Nadie se relaja porque sabe que su momento de gloria, si no bajan el pistón, está a la vuelta de la esquina. Alguno replicará: ¿y Morales? Los beneficios que le daría al equipo el retorno a su mejor versión son mucho mayores que el riesgo de que siga jugando con su 'cara B' y por eso no me chirría su presencia en el once. Además, su cara 'B' es superior a la de muchos futbolistas de la categoría.
Muñiz no sólo ha convencido a sus pupilos. Y es lógico que, cuando se apoyan en victorias, es más fácil inculcar las ideas que cuando sólo llegan derrotas. La grada también se ha rendido al estilo del asturiano porque ve que no es un entrenador que coja atajos ni que vaya con rodeos y medias tintas. Si tiene que cambiar a Espinosa nada más meterlo en el terreno de juego, lo hace, y luego el futbolista afectado, en este caso el manchego, vuelve otro día con todos los galones y brillando. Y si tiene que defender el resultado metiendo otro central y quitando un atacante, como el día del Numancia, lo hace y a nadie se le caen los anillos. En Orriols se respira respeto, algo que se ha recuperado tras traicionárselo a sí mismo el Levante el año anterior. Como digo, con triunfos todo el mundo es más permeable aunque ahora ya tenemos la experiencia, tras las dos derrotas frente al Oviedo y Girona, de que si se vuelve a caer en otro bache el camino más recto para superarlo es recuperar cuanto antes la receta de Muñiz. Ésa es la única inercia por la que me dejo llevar.