Con el agua y la mano al cuello

Una mezcla de errores propios, factores mal conjugados, malas decisiones también arbitrales, mala fortuna y hasta de inclemencias metereológicas han acabado con la inexpugnabilidad del Sánchez Pizjuán esta temporada, que cede sus primeros puntos del curso. De todo lo malo que le pudo pasar al Sevilla, le pasó casi lo peor. Un gol tempranero en contra por un despiste defensivo de Montiel, un penalti en el minuto 46 antes del descanso polémico tras una falta inexistente, incluso un chaparrón inoportuno que dejó el campo impracticable cuando más necesitaba la práctica el equipo de Lopetegui. La cuestión es que la tarde estaba gris y se tornó en negra para los locales, que no dieron su mejor versión, pero tampoco la peor. Fue batallando contra las circunstancias contrarias, propias y ajenas, como buenamente pudo, y le dio con eso para empatar agónicamente el duelo con el gol de Rakitic, y hasta pudo ganarlo, si Munir no falla un remate de cabeza en el 93 en el área chica.

El partido, como decíamos, empezó desviado. En el fuerte del Alavés, el balón parado, el Sevilla estuvo débil. Entre el marcaje en zona y que Montiel perdió la pista de Laguardia a las primeras de cambio el conjunto de Julen se vio con un gol en contra a los cuatro minutos. Tocaba remar, y además de verdad, porque la tarde sería lluviosa. Tardó el Sevilla en coger el ritmo, los primeros minutos los supo jugar bien el Alavés, que presionaba y no dejaba crear al equipo hispalense. No llegaba con comodidad y eso no dejaba brillar demasiado a los jugadores de ataque, ni a Idrissi, que volvía al once y que lo intentó en varias ocasiones uno contra uno, ni a Ocampos ni a Mir. Costó mucho acumular llegadas porque había poca rapidez en las transiciones, y el Alavés las cortocircuitaba. Pero poco a poco empezaron a encontrar los locales huecos. A través de Ocampos y Montiel, también alguna vez por la izquierda, el Sevilla empezó a pisar área acumulando superioridades en algunas zonas del campo. Por ahí entró Montiel un par de ocasiones (una casi con gol de Rafa Mir) y por ahí llegó su asistencia a su compatriota para empatar el partido.

Los minutos que siguieron al gol fueron los mejores del Sevilla, hasta el 45. En pocos instantes llegó al área con facilidad y con remate e incluso pudo hacer el segundo en un remate de cabeza de Mir que sacó Pacheco. Pero del 45 al descanso todo lo que ocurrió fue fatídico. Para empezar, porque Muñiz Ruiz, el colegiado, empezó a coger protagonismo. Señaló como falta de Koundé una jugada en la que sacó la pelota claramente, sin eso ocultar la absurda pérdida de pelota entre Jordán y Fernando justo en el minuto 45. Esa falta dio origen al penalti del 1-2, polémico, en el que el colegiado interpretó que la mano de Ocampos, a poco centímetros de la cara, o era intencionada u ocupaba un espacio inapropiado. Cuestión de pareceres, de interpretaciones. Aunque la falta dejaba poco margen a la interpretación, eso sí.

El campo dijo basta

Mientras el Sevilla se lamentaba en el vestuario y clamaba contra el árbitro, el cielo rompía sobre el Sánchez Pizjuán y ponía las cosas más difíciles. El drenaje del césped dijo basta y el campo empezó a frenar la pelota. Los Suso y Rakitic, salidos al descanso por Ahgustinsson y Óliver, pudieron hacer poco. Tardó el Sevilla en interpretar que el partido se había puesto ya para el balón largo, también Lopetegui, que siguió haciendo variaciones de todo tipo, hombres y sistemas, buscando la remontada. Pudo el Alavés en dos ocasiones matar el partido pero se le escapó la oportunidad. A rachas, como la lluvia, pudo el Sevilla generar peligro. Se llevó a la buchaca oportunidades claras de Mir, Diego Carlos, Rakitic, Ocampos... Pero al menos encontró el empate en el descanso entre charcos, peleas y protestas a un arbitraje bastante insidioso.

Un balón en la banda metido con fe por Koundé, ganado con pelea por Rafa Mir y metido en la portería por Rakitic premió el corazón sevillista, que eso sí nunca se rindió. La siguiente ocasión prácticamente, de Munir a pase del Papu, pudo dar incluso la remontada, pero la pelota pareció no entrar en el remate de Munir. Pareció porque como en LaLiga no hay tecnología, incomprensible, para detectar cuando la pelota entra, hay que confiar en tomas de cámara que no aclararon nada.

El Sevilla, enfadado con el árbitro, con razón en este caso, se fue del partido ofuscado por el frenazo sufrido ante el Alavés, que en todo caso pudo ser mayor. Rescató un punto al menos que deja sabor agridulce. Ahora viene una semana de las de hacerse mayor: Wolfsburgo y Real Madrid.