Claro que fue valiente Lopetegui...

Julen Lopetegui salió triunfador de los dos derbis de la temporada pasada y se le señaló justamente por ello. Esta vez, en el primero del nuevo curso, queda señalado con otro dedo, el acusador. Y por varias razones. Un planteamiento extraño en el día menos idóneo para experimentos. Una tardanza inusual en el técnico para autocorregirse. Y una indefinición en el último tercio del encuentro que no le pega. Cuando todos los jugadores actúan bien, hay que señalar al banquillo. Cuando casi ninguno se salva, también. Es más, fue uno de los que sí destacaron quien salvó de la hoguera al entrenador del Sevilla FC.

Bono. El equipo de Nervión ha cambiado de portero titular no por bajo rendimiento del anterior, Vaclik, sino por lesión. Pero ha salido claramente ganando. Y lo dice un empedernido defensor del checo, cuyo compromiso y rendimiento contrastaban con las críticas de quienes le cogieron manía por alguna extraña razón y ya no se bajaban del burro. No es flor de un día lo del portero marroquí, con planta de portero clásico y actuaciones más que meritorias. No le suelen tirar mucho pero está siempre atento. Y los balones no le dan en el pecho, sino que los para. Mucha plata de la que está hecha la sexta Europa League es suya. Y este sábado salvó a Lopetegui con esa parada ante Fekir.

La previa nos servía un derbi condicionado por las bajas del Real Betis. Ausencias que escondían una realidad: el once inicial bético era mejor que el de costumbre con Claudio Bravo y Canales. Pero en la pizarra de Lopetegui se mezclaban las sensaciones. Ir de salida, como de costumbre, a por el rival, que además es el que peor defiende de LaLiga Santander parecía la receta ideal. No cambiar apenas nada, sobre todo si funciona. Sin embargo, desde el minuto 2 se vio que algo fallaba, especialmente en el centro del campo. No era lo de casi siempre.

Con Óliver más pegado a De Jong que a Jordán y Gudelj con la tendencia habitual al cangrejeo, se formó un agujero negro de proporciones bíblicas. Le salió mal la apuesta al entrenador del Sevilla FC, que además no reaccionó hasta el descanso. Le perdonaron la inacción Canales y Fekir. La inferioridad numérica en la medular permitió al equipo de Pellegrini defender como nunca lo había tenido que hacer: manteniendo la concentración, simplemente. Fácil. No se lo creían. Los laterales béticos, por si fuera poco, no tenían ni que preocuparse de las subidas de Navas o Acuña. No existían.

Aquí también convendría detenerse. Jesús Navas no está bien. Hasta ahora su indudable oficio y talento le permitían al palaciego, pese a sus problemas físicos, estar aseado atrás aunque no atacara. Aitor Ruibal le ganó una carrera en el 1-1 que no deja en evidencia al capitán sevillista, sino a quien lo sigue colocando en el césped tan mermado. Tiene que parar, no puede. Y aquí debe actuar el técnico pese a que el jugador, como hacen todos salvo que tengan la pierna colgando, le diga que puede salir.

El Sevilla no fue el Sevilla. Mezcló suficiencia en los pases iniciales con la falta del despliegue físico necesario para superar esa primera línea de presión. Todo por la mala disposición táctica. Arriesgó con su peor delantero en estos momentos y prescindiendo de un Rakitic que sí bajó más que Óliver a achicar agua en la creación. Visto de otro modo, Lopetegui sí fue valiente: se arriesgó muchísimo con un planteamiento equivocado, con la tardanza en corregirlo, sujetando a sus laterales (uno de ellos medio cojo), prescindiendo de Rakitic y de su mejor delantero durante medio partido. Y no perdió. No ha lugar ni a la queja por el inexistente penalti del 1-1.