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¡Qué grande eres, Sevilla!
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¡Qué grande eres, Sevilla!

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Los jugadores del Sevilla se amotonan celebrando el gol de Vitolo.

Álvaro Ramírez IIIEl Sevilla de las grandes noches, el Sevilla de los grandes hitos, el Sevilla de las grandes remontadas, el Sevilla de las grandes ocasiones está de vuelta. El gran Sevilla ha regresado. Un Sevilla que casi no se recordaba desde los grandes años de Juande y Del Nido. Un Sevilla inconmensurable que se comió al Oporto de principio a fin, hasta en inferioridad, y certificó su brillante pase a las semifinales de la Liga Europa, esa competición que tanto le ha dado a este equipo y a la que tanto ha dado este equipo. 

Se podrían destacar tantas y tantas virtudes del equipo sevillista en esta noche mágica que incluso es posible que alguna se quede en el camino, pero por encima de todas hay que resaltar, parafraseando a su propio himno, la casta y el coraje, los 'huevos', que diría y dijeron los aficionados nervionenses al abandonar el estadio, que pusieron los futbolistas en el terreno de juego. Espectacular agresividad, pelea, batalla e intensidad la desplegada por los hombres de Unai Emery...

Crónica on-line
Árbitro
Gianluca Rocchi (Italia). Amarilla a Mangala (28'), Varela (31'), Quaresma (32'), Coke (32' y 53'), Bacca (66'), Ricardo (74'). Expulsó al entrenador del Oporto, Luis Castro (48'), a Coke por doble amonestación (53').
Formaciones
Sevilla FC: Beto; Coke, Fazio, Pareja, Fernando Navarro; M'Bia, Carriço; Reyes (Diogo, m. 55), Rakitic (Trochowski, m. 85), Vitolo; y Bacca (Gameiro, m. 68). 
FC Oporto: Fabiano; Danilo (Kelvin, m. 64), D.Reyes, Mangala, A.Sandro; Carlos Eduardo (Quintero, m. 46), Defour, H. Herrera; Varela (Ricardo, m. 46), Ghilas y Quaresma.
Goles
1-0, m. 5: Rakitic, de penalti. 2-0, m. 26: Vitolo. 3-0, m. 29: Carlos Bacca. 4-0, m. 78: Gameiro. 4-1, m. 90: Quaresma.
Incidencias
Ramón Sánchez Pizjuán.

Emery, un entrenador que también se ha coronado este jueves como gran activo del equipo. Dotó al conjunto de todo tipo de resortes ofensivos y defensivos, cambió piezas cuando la pelota era del Oporto, cuando la pelota era del Sevilla, y literalmente volvió loco a su rival, a sus rivales. Además, acertó de pleno con la elección de los futbolistas. El partido de Vitolo fue de campanillas, de jugador de peso, nada que ver con el apocado Marin de la ida. El partido de Bacca fue estratosférico, como el de Rakitic, como el de los centrales, o de los laterales. Como superlativa fue la actuación de Beto, con sus manos salvadoras, como férreos, sobrios e infranqueables fueron Carriço y M'Bia. Qué futbolista el portugués, qué despliegue. Él solo se bastaba para plantar cara a un Oporto que no se creía el nivel que exhibían unos sevillistas desconocidos para ellos, sobre todo recordando la ida.
Y no se olvide, el Sevilla ganó con bemoles, con casta y coraje, pero también con juego. Sus primeros minutos fueron magníficos, y con la pelota en los pies siempre supo qué hacer, qué elegir, que decisión era la correcta. Claro que en eso tuvieron que ver mucho los jugadores de calidad, que ofrecieron un nivel óptimo.
La salida del Sevilla al campo y al partido fue como la de las grandes noches. Impresionante el ambiente en el Sánchez Pizjuán e impresionante la intensidad con la que se aplicó el conjunto de Emery desde el minuto uno. Dio al Oporto una gran dosis de la medicina que utilizó para superar al equipo hispalense en la ida. Con esa espectacular intensidad, agresividad y combatividad logró el Sevilla ganar los balones divididos, robar en zona peligrosa, convertir las salidas de la pelota de los portugueses en ataques, y marcar. En el minuto cinco, tras una buena acción ofensiva de Bacca que bien pudo marcar y que poco después, con intervención trascendental de Coke y Vitolo, forzó un penalti que Rakitic transformó en el 1-0.
No había hecho el encuentro más que trazar sus primeras líneas y el Sevilla ya había empatado la eliminatoria. Evidentemente, el subidón anímico y futbolístico fue de aúpa. El equipo hispalense además puso, y parecía ya imposible, un punto más de revoluciones al partido, revoluciones que hicieron descarrilar al Oporto en defensa. Tras alguna que otra ocasión más llegó el buen gol de Vitolo, con una sutileza extrema, y el de Carlos Bacca, que aun tocado desde la jugada de penalti se sacó de la manga un tercer gol mágico que ponía la eliminatoria totalmente de cara para el Sevilla.
El equipo hispalense había hecho lo impensable a esas alturas del partido y optó por la inteligencia a partir de ese mágico 3-0. Seguía aportando muchos jugadores en las contras, llegaba con varios efectivos y algunos por sorpresa, por lo que seguía teniendo mordiente arriba. Pero se hizo férreo atrás, ni un metro concedía a los rivales, ni un metro a Quaresma, ni un metro a Varela, ni un metro a todo futbolista azulado. Por si fuera poco, se convirtió la retaguardia sevillista en un muro infranqueable por arriba. Inmensos Fazio y Pareja, pero no menos Carriço y M'Bia, y todo aquel que veía una pelota por los aires y saltaba como si tuviera muelles en las botas y sostén de viento. Todo duelo que tuviera que ver con los bemoles, era sevillista. Y así agotó el equipo hispalense unos primeros 45 minutos mágicos con la incertidumbre de saber si era posible mantener ese estratosférico ritmo de agresividad, intensidad y, cuando tocaba, juego.
Pero el tremendo partido que se vivió en el Sánchez Pizjuán añadió otro condimento a la historia. Y a la incertidumbre. Porque Coke, que completó su gran primera parte con el aditivo de la tarjeta amarilla, vio la segunda y dejó a su equipo con diez futbolistas con 37 minutos por delante ni más ni menos. Se cernió la sombra de la incertidumbre y de la duda por algún momento por el Sánchez Pizjuán, la que dictaba la razón al plasmar que se jugaba con un futbolista menos ante un señor rival, histórico de Europa y con jugadores de calidad.
Pero esa sombra de duda que alimentó la inferioridad numérica la despejaron pronto los aguerridos futbolistas del Sevilla, que dieron un espectáculo ya no con la pelota, que también, porque aun con uno menos cada vez que salía a la contra ponía al Oporto contra las cuerdas. Pero el verdadero espectáculo lo daban los nervionenses con su entrega, con su intensidad, monumental. Pedía la afición que le echara 'huevos', vaya si los echó. Aun con uno menos no se descompuso. Metió Emery a Rakitic en la derecha y dio entrada a Diogo por un cansado Reyes y luego refrescó la delantera con Gameiro por Bacca. Y el equipo siguió dejándose la piel, agotando la paciencia del Oporto, en el que solo Quaresma parecía tener argumentos para hacer frente a tamaño Sevilla. Pero si el luso se iba de uno por calidad, que lo hacía, aparecía luego otro, y otro, y otro al que sortear. Y al final la jugada acababa muriendo y hasta alumbrando una del Sevilla, que crecido se permitió incluso ir arriba a presionar alguna pelota, robarla, distribuirla y, entre Vitolo y M'Bia fabricar un cuarto gol que, ya sí, y a pesar de la inferioridad, certificaba absolutamente el pase del Sevilla.
La fiesta ya era un clamor, el Sánchez Pizjuán ya hacía temblar sus cimientos cuando Quaresma dejó para la historia un golazo, para una historia que en realidad lo que reflejará en sus anales es un Sevilla inmenso, gigante, histórico, capaz de remontar un resultado adverso en Oporto con un partido espectacular.
Eso, como mínimo, porque el Sevilla, por tercera vez desde que nació un octubre de 1905, está unas semifinales europeas y se ha convertido en un firme aspirtante a ganar su tercer título en esta competición. Sí que es grande.

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